Mohamed Bourouissa, cuando el arte cabalga en los márgenes
Una exposición en Bolonia recorre el trabajo del fotógrafo franco-argelino en comunidades periféricas del mundo. Con una estética poderosa y política subvierte los lenguajes documentales


De Mohamed Bourouissa (Argelia, 47 años) se dice que encarna la quintaesencia del artista contemporáneo en su capacidad para representar algunas de las ansiedades e injusticias de nuestros días, al tiempo que expande los límites de diversas disciplinas artísticas. Su obra desafía cualquier noción preconcebida. Bien sea mediante recreaciones, el uso de imágenes apropiadas, o la incorporación en su obra —fundamentalmente fotográfica—, del vídeo, la escultura, el collage, el dibujo, la música, el teatro o las instalaciones, sus creaciones se alejan radicalmente del lenguaje documental más convencional, volviéndolas ineludibles y obligando al espectador a mirar más allá de la superficie.










Llegó a París con cinco años en compañía de su madre. Cuando tenía once, se mudaron a la banlieue, a Courbevoie, donde creció en una vivienda social. El dibujo le proporcionó una forma de integrarse con sus compañeros de clase. Pronto tuvo un grupo de rap, una poderosa arma para expresar las luchas sociales, el racismo, la exclusión y la resistencia. Sin embargo, sería finalmente en el medio fotográfico donde el artista encontraría el método más adecuado para afinar dos voces: la de la integración y la de la exclusión. Hoy asegura que si tuviera que definir su identidad, diría que procede de los suburbios, más que considerarse argelino o francés.
“Me interesa la pluralidad”, asegura el artista durante la presentación de Communautés. Projects 2005-2025. Esta exposición presenta la nueva serie Hands, junto a la subversiva coreografía que supuso Périphérique, la serie que lanzó al fotógrafo a su reconocimiento internacional, así como Horse Day y Shoplifters, creadas a lo largo de las dos últimas décadas. Una obra en la que resuena un tema que permea su trayectoria: “los múltiples roles impuestos a las personas en la sociedad: como individuos, miembros de una comunidad y parte de una masa mayor”, tal y como señala Francesco Zanot, comisario de la muestra en Bolonia. “La producción artística de Bourouissa ha servido como una lente vital para observar las tensiones que agitan tanto como sostienen a las distintas comunidades en el nuevo milenio”.
“A finales de los noventa no era común que los jóvenes de los suburbios, estuvieran representados en el arte, excepto para destacar ciertos aspectos sociales”, recuerda Bourouissa. “He querido destacar el estereotipo del joven peligroso y conflictivo que ha funcionado durante mucho tiempo en los medios de comunicación. La forma en la que hoy recibimos y utilizamos la información y la representación de los inmigrantes árabes ha cambiado, existen las redes sociales. De ahí que me guste actualizar mis proyectos”. Como es el caso de Périphérique, que aún se mantiene abierta. La serie surgió en 2005, el año en que estallaron los disturbios en las banlieues francesas. El fotógrafo compondría una serie de imágenes, meticulosamente escenografiadas, para las cuales recurrió a sus amigos e incorporó a actores no profesionales, todos residentes en los suburbios. Auténticos tableaux vivants, donde al abandonar la neutralidad, el retrato se convierte en un gesto político. En ellas resuena tanto el romanticismo de Eugène Delacroix como el realismo de Gustave Coubert, y August Sander, así como una clara referencia a la obra de Jeff Wall. Imágenes cargadas de tensión, que congelan ese momento en que puede pasar de todo o nada, y donde la belleza se convierte en algo subversivo. Escarban en las profundidades de las estructuras sociales, políticas y económicas.

Ride Day #2, (2019) es una de las obras que conforma el corazón de la muestra. Forma parte de la serie Horse Day (2013-2019), en la que el artista deconstruye la imagen del cowboy moldeada por la industria cinematográfica y el mito de la conquista del Oeste, un imaginario que excluye a otras comunidades, como la afroamericana. En la pieza, la fotografía se funde con la escultura, y el coche —una referencia a la importancia de la industria automovilística en nuestros días— se hibrida con el caballo, mediante el uso de collages fotográficos, impresos sobre la carrocería de automóviles. Los atuendos festivos de los jinetes se yuxtaponen a las distintas parte de los coches y camionetas tuneados, una costumbre propia de la cultura suburbana.

La serie fue realizada en Filadelfia, donde el autor entró en contacto con el Fletcher Street Urban Riding Club, una asociación que promueve la cría de caballos y su monta entre la comunidad negra. El artista organizó un torneo y, durante un tiempo transformó el club en un espacio artístico donde los jinetes locales colaboraban en crear decorativos arneses para adornar a los caballos. El evento en sí mismo, la participación de la comunidad, y su interacción con el fotógrafo se convirtieron en el verdadero núcleo de la práctica artística. La serie incluye una película, en la que las imágenes de la competición se contraponen a otras de los acontecimientos de la vida diaria, así como dibujos y collages realizados por el autor y múltiples esculturas fotográficas en las que el soporte adquiere la misma importancia que las imágenes.
“Trabajo con imágenes, y estas me interesan en sí mismas”, advierte el autor. “Vivimos en una era de saturación visual , pero no creo que una imagen no sea suficiente de forma autónoma. Mi obra no implica desconfianza ni una crítica hacia el medio fotográfico. Su hibridación, en este caso, implica una reutilización de materiales industriales, donde el medio adopta otros derroteros”.
Así, en Shoplifters (2014) se reproducen 19 imágenes que el fotógrafo vio expuestas en una tienda de comestibles en Brooklyn. Realizadas por el dueño del establecimiento con una Polaroid, mostraban a clientes que habían sido sorprendidos robando, sujetando los artículos que intentaron hurtar. “El escaso valor de los objetos robados, absuelve, uno a uno, a los protagonistas, denunciando la brutalidad, así como la pobreza de nuestra sociedad”, escribe Zanot. La serie alude a los mecanismos de poder implícitos en el medio fotográfico y desafía las nociones de culpa y autoridad.
Hands (2025) se exhibe con una rejilla metálica como fondo. Las imágenes están compuestas por fotografías reutilizadas de series anteriores, impresas en plexiglás. Se inspiran en una cita del dramaturgo y ensayista francés, Antonin Artaud sobre la sensibilidad y la materia. Así, los gestos realizados por las manos y los distintos fragmentos del cuerpo que conforman las imágenes aparecen constreñidos dentro de un espacio, en alusión a la lucha entre la expresión individual y los condicionamientos sociales.
Mediante sus perspectivas alternativas, y alejándose de las ideas preconcebidas y del concepto del observador imparcial, Bourouissa propone nuevas narrativas a través de las cuales denuncia, construye, imagina y convoca. Frente a la urgencia de una mirada más justa, Bourouissa insiste en el poder de la imagen como un espacio de resistencia y transformación.
Communautés. Projects 2005- 2025. Mohamed Bourouissa. Fondazione Mast. Bolonia. Italia. Hasta el 28 de septiembre.
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