‘La casa de las orquídeas’, sensualidad del Caribe y nostalgia colonial
Phyllis Shand Allfrey hilvana una sensible historia sobre las relaciones entre colonos y nativos en la isla Dominica, mientras describe las costumbres locales y un paulatino cambio social

Esta preciosa historia está ambientada en la isla de Dominica, la más joven de las Antillas Menores, que está situada entre Guadalupe y Martinica. Su autora, Phyllis Shand Allfrey, nativa de la isla, pertenece a la generación posterior a la de Jean Rhys, autora a su vez de un clásico de la literatura antillana, Ancho mar de los Sargazos, libro de una gran belleza que cuenta la historia de la mujer antillana que Rochester, el personaje masculino central de la Jane Eyre de Charlotte Brontë, esconde en su mansión inglesa. La casa de las orquídeas, precedida de un excelente estudio de Lourdes López Ropero, es el relato de dos generaciones propietarias de la hacienda L’Aromatique a través de la voz de Lally, una mujer afrocaribeña, la niñera de las tres niñas (Stella, Joan y Natalie) de la familia. Como isleñas, las tres han cumplido la salida al mundo exterior. Lally cuenta la historia familiar de la casa; recuerda al viejo señor; al padre de las chicas, opiómano, que regresa del frente en la Primera Guerra Mundial con el espíritu roto por la contienda, a la madre y a las niñas. El regreso de las tres le sirve a la autora para desarrollar la nostalgia colonial. Pero, sobre todo, para recordarles sus raíces con la tierra, la familia, la casa y la servidumbre nativa, e incluso el impredecible futuro, representado por el joven Ned, hijo de Joan.
El desarrollo del relato está dividido en dos partes. En la primera, Lally, la niñera, hace un resumen de modos de vida familiar y presenta a la familia antes mencionada, con otros personajes alrededor —los padres, las niñas ya adultas, la amiga de la madre, mamselle Bosquet, que ama en secreto a su marido, el señorito Andrew, hijo de un hombre prominente, Marse Rufus, tío de las chicas—. Andrew fue el primer amor de Stella adolescente y vive en una casa cercana, Petit Cul-de Sac, donde habita amancebado con Cordélie y su hija Roxelane.
Lally muestra además a las variadas figuras de los nativos adscritos a la casa y contribuye a mostrar el modo de vida de la colonia; la autora la elige por establecer la distancia que necesita para contar la historia, aunque en algunos momentos prescinda de ella, lo cual es chocante, pero no entorpece la lectura; también es la encargada de mostrar las costumbres locales, sensaciones, colores, aromas, vegetación, flora e incluso fauna de la isla junto a una viva, sensible y hermosa descripción de los rituales y clases sociales de Dominica. Toda la sensualidad del Caribe pasa por su voz y el resultado es de gran belleza y ofrece un retrato complejo y fascinante de la sociedad isleña y la evolución de sus mentalidades.
En la segunda parte van regresando por su orden de mayor a menor las tres hijas del matrimonio. Lally las llamaba Stella La Conmovedora, Joan La Temeraria y Natalie La Tenaz; esta vuelta de las tres es el contraste de tiempos con el que opera la autora. Stella está casada con un granjero alemán del que tiene un hijo; Joan lo está con Edward, un voluntario de las Brigadas Internacionales en la guerra civil española. Esta pareja, a diferencia de Stella y su marido, son laboristas y activistas, y Joan nada más llegar se pone a concienciar a los nativos y los criados.
Las dos mujeres viven en la escasez en Nueva York e Inglaterra, respectivamente, y han vuelto solas. Stella quizá preferiría quedarse a vivir en Dominica, pero su hijo Hel se niega, aunque la presencia de su primo Ned, hijo de Joan, le descoloca. Las dos casadas son infelices y el padre y el primo Andrew, que languidecen en un estado lastimoso de decaimiento, son el ejemplo evidente de la rendición de unos patricios que están siendo sustituidos por una emergente clase media mulata.
La hermana pequeña, Natalie, rica por herencia y casada por dinero, es viuda de un viejo caballero inglés, Sir Godfrey, ayuda de diversos modos a las dos familias; es guapa, proactiva y algo alocada. Pero sus afectos son el pegamento de toda la familia. Y Lally es, finalmente, la encargada de cerrar esta historia llena de inteligencia, del encanto colonial y de la dureza de la vida real de todos sus componentes.

La casa de las orquídeas
Edición de Lourdes López Ropero
Ediciones Cátedra, 2025
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