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Gobierno de Javier Milei
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Milei y dos balas de plata perdidas

No alcanzan ni el dinero del FMI ni el de Trump para revertir la crisis de confianza que atraviesa Argentina

Hugo Alconada Mon

Algo cruje en el motor libertario. El presidente que se ufanó de liderar el mejor gobierno de la historia, el mismo que se proclamó merecedor del premio Nobel de Economía, ya dos veces debió buscar ayuda in extremis. El primer salvavidas se lo arrojó el Fondo Monetario Internacional (FMI), en abril, y no alcanzó. El segundo salvavidas llegó de las manos del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, en septiembre, y también se diluyó. Y ahora Javier Milei va por su tercer salvavidas, con el mismísimo Donald Trump en el Salón Oval. Pero, ¿quién puede garantizar que la tercera sea la vencida?

La crisis argentina es una crisis de confianza. Ya resulta obvio. A la luz de lo ocurrido en el pasado, por los errores propios de un Presidente que se boicotea a sí mismo, y por las dudas que genera lo que está por venir. ¿Por qué? Porque aun si las finanzas que hoy flaquean le dan a Milei un respiro, todos miramos al futuro con más preguntas que respuestas y más inquietudes que certezas. Al fin y al cabo, ya consumió dos “balas de plata” y fueron insuficientes.

La cuestión de fondo puede resumirse así: Milei tomó algunas buenas decisiones, como controlar el gasto público y reducir la inflación, pero lo que logró resultan condiciones necesarias, pero no suficientes, para que el motor argentino arranque. Falta mucho más. La economía real no tracciona y la paciencia social tiende a agotarse.

A Milei lo beneficia, claro está, el fantasma de las gestiones pasadas. Kirchnerismo, 200% de inflación anual, calles intransitables, crecimiento de la pobreza y tanto más es, todavía hoy, una mancha que no se olvida. Pero tiende a diluirse. Por la recesión, que golpea y mucho, y por los manchones propios, que se acumulan. Desde el caso $LIBRA hasta el escándalo de los retornos en la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), pasando por José Luis Espert y el narco Fred Machado, entre otros.

Así las cosas, si el oficialismo no obtiene un triunfo sólido en las elecciones que se celebrarán en tres semanas —es decir, 40% de los votos a nivel nacional—, los dos últimos años de mandato presidencial pueden resultar tortuosos para el propio Milei y para todos los argentinos. Porque a la debilidad ínsita a cualquier mandatario que se convierte en “pato rengo” puede sumarse una crisis de gobernabilidad.

Puede parecer exagerado para muchos lectores. Pero un Presidente que se abocó durante dos años a insultar a gobernadores, diputados, senadores, jueces, médicos, economistas, jubilados, fiscales, sindicalistas y hasta a un chico autista de 12 años, no puede pretender que le tiendan una mano si llega a trastabillar. Si lo hace, es peor que un iluso. Y si no consigue los votos necesarios que le aporten un tercio de los votos en la Cámara de Diputados, no podrá vetar las iniciativas legislativas opositoras, ni bloquear la apertura de un juicio político.

Todo esto, los señores que desde Buenos Aires, Nueva York, Londres y otras muchas ciudades deciden cada mañana si invierten o se alejan de Argentina, también lo ven. No son estúpidos. Todo lo contrario. Y comprenden que las reformas estructurales que el país debe encarar desde hace décadas tampoco verán la luz de aquí al 2027, como mínimo.

¿De qué reformas estructurales hablamos? De esas que todos sabemos que tenemos que encarar, pero que resultan incómodas para abordar. Desde la modernización de las leyes laborales a una reforma educativa de raíz. Y desde un sinceramiento del régimen tributario hasta impulsar un sistema previsional que resulte sustentable a largo plazo.

Esas y otras reformas incómodas serán inviables si Milei pierde las elecciones. Pero también si las gana, aunque sea por mucho, si el “león libertario” o “emperador”, como gusta que le digan, no consensúa los pasos a seguir. Le fue mal cuando intentó imponer el megadecreto de necesidad y urgencia 70/2023. Y le fue mal, también, cuando pretendió vetar algunas iniciativas del Congreso.

Todo esto y más explica por qué a los argentinos y los inversores locales y extranjeros les importa poco y nada si el FMI abraza a Milei. O si el Departamento del Tesoro le tira dólares y más dólares. O si Trump lo suma al club de sus mejores amigos. Porque no se trata de algo estrictamente racional, ni de un cálculo matemático. No pasa por las “balas de plata” El libertario afronta una crisis de confianza. Es una cuestión de expectativas.

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