Milei promete que ya no insultará a la oposición porque quiere debatir ideas
Las agresiones verbales del presidente argentino son una marca personal que genera cada vez más rechazo


El economista Javier Milei se dio a conocer en la televisión con un lenguaje soez y ofensivo que mantuvo tras saltar a la política en 2021 y ser elegido presidente de Argentina en 2023. Año y medio después, en vísperas de la campaña electoral legislativa en la mayor provincia del país, la de Buenos Aires, el mandatario ha prometido dejar de insultar a la oposición para comenzar a debatir ideas. El argumento del mandatario argentino es que detrás de la crítica a sus formas se esconde una incapacidad de sus rivales para confrontar con contenidos. En realidad, se trata de una recomendación de los responsables de la campaña electoral, en un intento por ganar votos moderados y de más edad.
El lunes por la noche, Milei fue el invitado estrella de la cena de la Fundación Faro, dirigida por uno de los máximos arietes de la batalla cultural de la ultraderecha hispanoamericana, Agustín Laje. El presidente argentino dio allí un discurso similar a muchos previos, con numerosos dardos verbales contra sus detractores. Los llamó “parásitos mentales” y los acusó de “violar la restricción de presupuesto” impuesta por su Gobierno en aras del equilibrio fiscal. Pero, a continuación, anunció un cambio discursivo: “Voy a dejar de usar insultos a ver si están en condiciones de poder discutir ideas. Porque yo creo que discuten las formas porque carecen de nivel intelectual suficiente para discutir las ideas”.
Aunque el desafío fue lanzado a la oposición, incluso entre las filas propias dudan que el presidente lo cumpla. Se avecinan días y semanas de gran tensión política. Este miércoles, la oposición volvió a desafiar a Milei en el Congreso con la votación de leyes que pretenden aumentar el presupuesto de las universidades públicas y del hospital pediátrico Garrahan. Falta poco para arrancar formalmente la campaña electoral a las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre, que continuará después con la de las elecciones legislativas nacionales del 26 de octubre.
Los insultos de Milei, muchas veces de índole sexual y tendientes a la animalización de sus críticos —como “mandriles”, “burros”, “ratas inmundas” y “cucarachas”—, se han convertido en una de sus marcas personales más reconocidas. Durante la campaña presidencial de 2023, contribuyeron a que este político advenedizo sintonizase con el hartazgo y la rabia de muchos argentinos con los partidos tradicionales por una inflación descontrolada que devoraba sus ingresos cada vez con mayor rapidez.
En su primer año en el poder, Milei lanzó en promedio dos insultos por día, según un informe del portal de verificación de datos Chequeado. En los últimos meses, el ritmo de las agresiones verbales se intensificó: fueron 611 en los últimos cien días, de los que 57 estuvieron relacionados con el sexo anal, de acuerdo al recuento que hizo el diario La Nación.
Políticos opositores, medios, periodistas, economistas, sindicalistas, referentes sociales y artistas críticos con Milei están entre sus blancos favoritos. Para el presidente, todos ellos forman parte de “la casta” que se resiste al cambio que él abandera junto a los integrantes de su partido, La Libertad Avanza.
Los analistas en comunicación señalan que los insultos contribuyen a que el mensaje de Milei se perciba como genuino, pero a la vez despiertan un rechazo generalizado. Dos de cada tres argentinos consideran violenta la forma de comunicarse del presidente y la desaprueban, según la última encuesta de la consultora Analogías. Entre los mayores de 60 años, el rechazo a las formas del presidente roza el 77%.
El frente La Libertad Avanza —bajo el que concurre también el debilitado Pro de Mauricio Macri— lidera las encuestas legislativas tanto en la provincia de Buenos Aires como a nivel nacional. Milei, que ha gobernado en minoría en ambas cámaras durante la primera mitad de su mandato, busca el mayor número posible de votos para fortalecer su posición legislativa en los próximos dos años. Sacrificar los insultos para intentar convencer a votantes moderados e indecisos sería un cambio de guion que hasta ahora se había negado a acatar.
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