El ‘fulbito’ de los argentinos seduce a los extranjeros: “Te anotás y jugás”
Una aplicación junta en las ‘canchita’ de Buenos Aires a aquellos que no tienen equipo propio

Una visita al teatro Colón, un almuerzo en el Mercado de San Telmo, un paseo por Puerto Madero, una selfie en el Obelisco y otra en Caminito, buscar libros en Ateneo Grand Splendid (la librería más grande del mundo), un choripán en la Costanera. La ciudad de Buenos Aires está llena de planes tradicionales, como toda urbe. Pero en los últimos años hay extranjeros interesados en una experiencia difícil de encontrar en cualquier otro destino: compartir un partidito de Fútbol 5, el histórico fulbito entre amigos. Si no se tiene con quién jugar, existe una aplicación que desde hace 18 años los reúne en una canchita con argentinos deseosos de compartir un picadito.

“Jugamos en nuestro país y queríamos jugar acá porque es el país del fútbol. Notamos que están locos: muchos edificios tienen pinturas de Maradona o Messi, los niños usan camisetas de clubes. Mañana y pasado vamos a ir a ver partidos al estadio”, explica Heiner Sterk, un alemán que llegó a Buenos Aires por 14 días junto a un amigo australiano. Los dos están sudads, recién salidos de una canchita.
Carlo Zande es italiano. Lleva 11 años radicado en Buenos Aires y 11 años de “jugador”: “He jugado con grupos de amigos que llevan 20 años haciéndolo juntos. Para el argentino es normal, pero es una locura; una tradición muy linda. Conocer un país no solo es ir a sus monumentos, iglesias y museos. También es vivir experiencias. Jugar al fútbol en Argentina es un cuento que vas a contar al volver a tu país”.

Uno de los franceses que se pueden encontrar en fulbitos porteños es Arnold Sontag. Es de Lyon, ciudad en la que nunca jugó al fútbol. Se instaló en Argentina en 2012 por una mujer que es su mujer y desde 2018 juega entre dos y tres partidos semanales. “Aquí el fútbol es muy importante para la gente”, afirma y continúa: “Como extranjero, no hay conversación que no incluya la pregunta ‘¿de qué equipo sos en tu país?’. En nuestros partidos la mayoría de los extranjeros vienen a jugar para descubrir un país. Se van contentos de haber jugado a la pelota en Argentina. La mayoría también aprovecha el viaje para conocer estadios”.
Son las 20.00 de un viernes en Distrito Fútbol, un complejo de canchitas del Bajo Belgrano, al norte de la Ciudad de Buenos Aires. El francés, el alemán, el australiano y el italiano no son los únicos extranjeros en el lugar. En los tres partidos de la jornada se pueden encontrar jugadores de Europa, Asia y América Latina. Todo es coordinado por BAFA, una aplicación que organiza 25 partidos semanales, en seis sedes distintas, y que nació para los que quieren jugar y no tienen con quién.

“Tenemos mucha gente local porque organizar un partido es un estrés. Uno llega tarde, otro a último momento te cancela, no falta el que te deja de responder el día que se juega… nosotros les ahorramos esos problemas. Te anotás en la aplicación, llegás y jugás. El 60% de nuestros jugadores son argentinos, pero la mitad de ellos son del interior; están en la ciudad por trabajo o estudios. El resto son extranjeros”, explica Santiago Stehling, argentino, de la Patagonia y coordinador general de BAFA.
Sobre estos últimos cuenta que además de acercarse por su cuenta y sumarse a los partidos, cada tanto lo llaman para contarle que son un grupo de diez jugadores. Le encargan que les consiga cinco argentinos para jugar de a tres equipos, a dos goles. “¡Es nuestra sangre! Y quieren jugar a la pelota con nosotros. Esto no está visto por cultura, pero lo es: el fuego prendido, la carne, la cervecita, el quilombo. De repente en otro país un partidito es más frío. Acá hay calidez humana”.
BAFA comenzó con un partido entre jugadores que no tenían con quién jugar. La leyenda dice que una noche de 2008 un inglés y un estadounidense radicados en Buenos Aires se juntaron en una cervecería de Palermo. En la charla descubrieron el deseo en común de jugar a la pelota. Los dos, también, sentían la misma impotencia por no conocer gente para armar dos equipos de cinco y alquilar una canchita.

En esa salida crearon una estrategia. Correrían la voz entre sus vecinos, pasajeros de hostels y compañeras de la facultad, a las que les encargaron convocar jugadores entre sus novios y hermanos. Cuando lo lograron, eligieron como locación un complejo de San Telmo. Jugaron bajo una autopista, a pocos minutos del Obelisco. No fue un partidito más: la experiencia le permitió a los anfitriones descubrir que había muchos en su situación. Por eso, el próximo paso fue armar una lista de correo.
Pasaron los años, incorporaron más jugadores sin “amigos” y organizaron partidos hasta que sintieron que ya eran una comunidad a la que en 2018 bautizaron BAFA. El lema es “Únete a los partidos con una comunidad internacional. Una manera fácil, sin esfuerzo y flexible de jugar”. En un principio los extranjeros representaban el 70%. En sus canchitas pasaron jugadores de más de 90 nacionalidades. Cuentan con un plantel estable de 300 jugadores.

Santiago García es otro Coordinador general de BAFA. Pero se lo conoce más por ser el encargado del asado de los viernes. “Lo subimos como plan a la aplicación y se anotan”, cuenta. “Para muchos extranjeros es el plan del viernes: juegan un partido, se duchan, se quedan, conocen gente, hacen amigos nuevos. Por ahí tenés 20 personas de todo tipo de países”. Ese es uno de los cambios de la aplicación. A los que se anotaban para jugar y hacer amigos en una ciudad en la que se empezaban a instalar, se sumaron los que vienen de viaje y quieren experimentar jugar un partido en Buenos Aires.
Y en los últimos años, como si faltara más, aparecieron muchos argentinos. Son los que se cansaron de la logística de juntar diez para jugar. O los que juegan un día con sus amigos y quieren sumar más partidos. Así como en otras ciudades hay deportistas que van tres veces por semana al gimnasio, o que toman clases de boxeo o yoga, en Buenos Aires es común encontrar porteños que jueguen dos o tres partidos por semana.
Carlo, el italiano que vive y juega en Buenos Aires desde 2014, cuenta que vivió en Canadá, Estados Unidos, México, Brasil, España e Inglaterra. Se dedica a la construcción. Jugó al fútbol en la mayoría de esos países. “En el resto del mundo lo más común son los torneos, con árbitro, tabla de posiciones, premios. En Buenos Aires, lo fuerte es jugar entre amigos para divertirse. El amor a ese fulbito no lo encontré en otra parte. Te dicen ‘Ni loco me pierdo el partidito con amigos…’. No solo son 60 minutos de fútbol: es la charla con amigos de la previa, una cerveza, cada tanto un asado. Es uno de los momentos de la semana que más espera el argentino. Y yo también”.

La cultura del fulbito entre amigos es histórica. En canchas de cinco contra cinco nació a principios de la década del ochenta en los clubes de barrio. Las construcciones inmobiliarias habían arrasado algunos potreros, baldíos y plazas en las que se jugaba. Y los clubes, que recibían chicos entre las 17 y 21 horas, vieron en el alquiler de sus canchas un nuevo ingreso. Ya entre fines de los ochenta y comienzos de los noventa hubo una ola de inversiones de ex futbolistas: construyeron canchas de sintético en las que explotaban sus escuelitas por las tardes y el alquiler por las noches. La última novedad son las mujeres. Juegan entre ellas o se suman a los partidos de hombres, en el llamado “fútbol mixto”.
Sebastián Varela del Río es periodista. En su programa de stream, por Vórterix, le brinda homenaje a los cracks del fulbito. Y en especial, a los que, además de jugar, organizan. Es que todos los partiditos tienen su grupo de whatsapp en el que se confirma quién juega, se comparten memes y cargadas a los perdedores de la semana y a los que deben pedirle permiso a sus parejas para que los dejen ir a jugar. “Es un elemento central en la cultura argentina, el fulbito es algo muy nuestro”.
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