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Ecuador vota este domingo fracturado entre dos modelos de país

El conservador Daniel Noboa, que persigue la reelección, y la correísta Luisa González se disputan la presidencia en segunda vuelta

Luisa González y Daniel Noboa en una composición fotográfica.Foto: Agencias | Vídeo: Reuters

El Palacio de Carondelet es la sede del Gobierno de Ecuador y residencia de sus presidentes. Es también la pieza basal del imponente centro colonial de Quito. Con más de 200 años de historia, el edificio es rico en anécdotas. Los vecinos recuerdan que en 1875 un presidente murió a machetazos frente a uno de sus paredones víctima de los celos de un soldado al que abandonó su mujer. O que, en los años dorados, los invitados internacionales caminaban sobre una alfombra roja hasta el hotel Savoy, un antiquísimo edificio reconvertido en oficinas. O que el presidente estadounidense Richard Nixon se afeitó en la barbería que funcionaba casi oculta entre una docena de comercios cavados en la fachada de piedra. Desde enero del año pasado, todo ha cambiado. Ya no hay barbería, comercios de bagatelas ni alfombras rojas. Carondelet lleva poco más de un año rodeado de vallas de metal, cerrado a la plaza y apenas iluminado. El entorno ha perdido brillo y también alegría. La culpa la tiene la violencia, que se ha disparado hasta límites inimaginables en muy pocos años.

Es justamente la violencia y el recuerdo de años mejores lo que este domingo decidirá el voto de casi 14 millones de ecuatorianos en la segunda vuelta por la presidencia. Las opciones no pueden ser más disímiles: por un lado, el derechista Daniel Noboa, que con solo 37 años va por la reelección; por el otro, Luisa González, de 47 años, la candidata apadrinada por el expresidente de izquierdas Rafael Correa (2007-2017).

Noboa amuralló Carondelet en enero de 2024, después de que un comando encapuchado irrumpiese en un telediario en vivo y amenazase con matar a los periodistas. Fue un antes y un después en Ecuador. La violencia es un fenómeno relativamente nuevo en el país que se jactaba de ser un oasis de paz en una región convulsionada por el narcotráfico o las guerrillas. El deterioro fue muy veloz: comenzó hacia el final del segundo Gobierno de Correa, se aceleró con su sucesor, Lenín Monero, y se disparó definitivamente con Guillermo Lasso. Hoy, Ecuador es el país más violento de América Latina, con una tasa de homicidios de 38 cada 100.000 habitantes en 2024. “Enero fue el peor mes en toda la historia de Ecuador, con 832 asesinatos; y febrero, el segundo peor”, dice Luis Carlos Córdova-Alarcón, coordinador del programa de Investigación, Orden, Conflicto y Violencia de la Universidad Central. “Si esta tendencia se mantiene, podríamos alcanzar este año la mayor tasa del mundo, con 48 homicidios cada 100.000 personas”, advierte.

Guayaquil, en la costa, es la ciudad más castigada. El Gobierno de Lasso padeció allí motines carcelarios que terminaron en matanzas sangrientas entre bandas de narcotraficantes. Noboa, hijo del magnate bananero y múltiple candidato presidencial Álvaro Noboa, llegó al poder en noviembre de 2023 con la promesa de terminar con aquello. Declaró la existencia de “un conflicto armado interno”, militarizó la gestión de las prisiones y las calles y aplicó una política de mano dura. El éxito inicial elevó su popularidad por los cielos, hasta el 80%. Un año y medio después, las cifras de violencia están peor que al principio. El presidente decretó este sábado el estado de excepción en 12 provincias del país y en Quito, la capital, por 60 días. En la víspera de los comicios, regirá el toque de queda entre las diez de la noche y las cinco de la mañana, aunque el decreto aclara que se permitirán manifestaciones pacíficas.

Ecuador

El politólogo y consultor Jacobo García achaca el fracaso de la estrategia de seguridad a lo que llama “política de destellos”. “Noboa creyó que con golpe de efecto al estilo Nayib Bukele [el presidente de El Salvador] era suficiente, pero nunca tuvo un plan estructurado”, dice. Coincide Córdova-Alarcón, y llama a pensar en el largo plazo: “Todos los gobiernos han sido ineptos para entender que no pueden enfrentar la inseguridad solo con el brazo coercitivo del Estado y sin tener en cuenta las desigualdades del país”.

Es en este punto donde más se diferencia Noboa, adalid de la mano dura, de González, que propone ir por el camino largo: más educación y mejoras económicas para los jóvenes que hoy sienten que no tienen futuro. Más de 300.000 niños y adolescentes ecuatorianos dejaron sus estudios desde 2020. Durante los últimos días de campaña, sin embargo, González endureció su discurso y habló, por ejemplo, de expulsar a los migrantes venezolanos que cometan delitos. Fue un esfuerzo evidente por captar el voto de los indecisos, que rondan el 20%, según los últimos sondeos.

La pelea de este domingo será voto a voto. Todas las encuestas arrojan diferencias menores a tres puntos, compatibles con el error estadístico. En la primera vuelta, celebrada en febrero, Noboa adelant con menos de 17.000 votos a González y las previsiones para este domingo muestran un escenario similar. La campaña de Noboa se ha basado en agitar el miedo a un regreso “al pasado”, es decir, a los años de Correa, con referencias a Venezuela y Cuba como el modelo a evitar. González habló del futuro. Su fuerte está entre los más jóvenes, aquellos que no vivieron el correísmo, pero no la tiene fácil: los menores de 35 años que se consideran progresistas no tragan su perfil ultracatólico y su bandera antiabortista. Correa ha sido también un problema para González, que necesita el apoyo de su mentor, pero no demasiado.

Un joven deposita su voto en un colegio electoral en Toacaso, Ecuador.

El expresidente vive exiliado en Bélgica desde 2020, cuando fue sentenciado a ocho años de cárcel por cargos de corrupción que, según él, son una persecución política. Su participación en las campañas de Revolución Ciudadana, su partido, han disminuido desde 2021, cuando solía aparecer en redes sociales con videos de apoyo a su candidato de entonces, Andrés Arauz. En esta ocasión se ha limitado a dar algunas entrevistas, aunque no siempre inofensivas. Sus críticas a la dolarización de la economía, que precedió a su Gobierno, y un apoyo explícito al venezolano Nicolás Maduro no le hicieron un favor a González. Carlos Albornoz tiene 50 años, dos hijos y maneja un taxi. Dice que votó por Correa en todas las elecciones y por González en 2023, pero que, está vez, lo hará por Noboa. “No me gustó el apoyo que Correa le dio a Maduro”, argumenta, “y en el último debate [entre candidatos] González no fue clara en su postura”. Maduro es para muchos votantes el responsable de que medio millón de venezolanos haya huido de su país y “cometan fechorías” en Ecuador, como dice Albornoz, replicando un discurso que es muy potente en las redes sociales.

Obligada a hacer equilibrio entre Correa y un electorado que pide mano dura, González no la tendrá fácil este domingo. Tampoco Noboa, que con un año y medio en el cargo —el plazo que quedaba por completar del mandato de Lasso— no tiene mucho para mostrar. Con todo, su candidatura es competitiva. Stephanie Macias, directora de Buró Estratégico, recuerda que el presidente llegó al poder sin tener siquiera un partido propio. “Noboa pateó el tablero electoral y está para quedarse. Hoy tiene el desgaste natural de un Gobierno en funciones, pero mientras el correísmo te pide que compares si tu vida está mejor o peor que hace un año, el presidente dice ‘llegué hace solo un año y necesito más tiempo”.

La diferencia en los sondeos es tan insignificante que cada voto valdrá como el oro. González confía en que podrá quedarse con buena parte del 5% que cosechó en la primera vuelta el candidato indígena Leónidas Iza. No lo tiene asegurado, porque en la sierra Correa aún es recordado por su política de criminalización de las protestas y promesas incumplidas. Noboa fue a la pesca de los mayores de 65 años, un millón y medio de personas que no están obligadas, como el resto, a votar, pero que, confía el presidente, podría ser determinante en el resultado. Cuando la moneda está en el aire, todo vale.

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