Luisa González, la revancha fallida del correísmo
La candidata presidencial de la izquierda ecuatoriana volvió a perder en su segundo intento frente a Noboa. Ha dicho que no reconoce los resultados


Luisa González tiene 47 años y nació en Quito, pero se crio en el campo, en Chone, en la provincia costeña de Manabí. Su abuelo le enseñó a manejar el machete y a montar a caballo. Se casó a los 15 años, tuvo al primero de sus dos hijos a los 16 y se divorció a los 22. Se hizo evangélica y se abrazó a la Biblia. Luego se recibió de abogada y cursó una maestría en Economía en la Universidad Complutense de Madrid. No sorprende que González se jacte, con orgullo, de ser una mujer hecha a sí misma y poco dispuesta a que le marquen la cancha. Su campaña ha sido un esfuerzo por tomar una prudente distancia, sin romper, de Rafael Correa, su mentor político. Si bien su candidatura está bajo el ala de Movimiento de Revolución Ciudadana, la sigla del expresidente, González aclara que tiene vuelo propio.
Sus inicios en la política no fueron precisamente en la izquierda. Profundamente religiosa, en 2007 fue asambleísta suplente del conservador Partido Social Cristiano (PSC). Lleva desde su juventud tatuadas dos rosas con sus tallos formados por fragmentos de la Biblia y luce siempre un crucifijo. Su rechazo al aborto, incluso en caso de violación, le ha costado críticas, sobre todo entre el electorado más joven y progresista al que intenta representar. Pese a su devoción, cayó rendida al socialismo de raíces cristianas que impulsaba Correa y se puso de su lado. Ocupó cargos públicos durante la gestión correísta, entre 2007 y 2017, y en 2021 logró un sitio en el parlamento. Allí fue azote del Gobierno fallido del conservador Guillermo Lasso.
Su nombre comenzó a sonar como candidata presidencial con el adelanto de las elecciones en 2023, convocadas por Lasso para evitar una investigación por corrupción. González perdió aquel año por 370.000 votos en una segunda vuelta contra Daniel Noboa, un joven desconocido hijo de uno de los hombres más ricos de Ecuador, el magnate bananero Álvaro Noboa, aspirante a la presidencia en cinco ocasiones.
González intentó un año y medio después buscar la revancha, en nombre del correísmo y del suyo propio. Perdió la primera vuelta en febrero por solo 17.000 votos. Este domingo, aunque las encuestas hablaban de un empate técnico, Noboa arrasó con más de 10 puntos de diferencia. Y la candidata de la izquierda no se lo tomó bien. Aseguró que su país enfrenta el “más grotesco fraude electoral”, dijo que no aceptaría los resultados y pidió recuento de votos.
El discurso de su campaña, estructurado tras el lema Revivir al Ecuador, prometía el regreso a los “años felices” de Correa y poner fin a la violencia que devasta al país. Ecuador es hoy el país más peligroso de América Latina, con tasas de criminalidad que superan al de naciones en guerra. A diferencia de la mano dura de Noboa, que ha militarizado el territorio, proponía invertir en salud y educación pública.
Su campaña la mostró como una mujer del pueblo, cercana a la gente y hecha a sí misma, la contracara de la imagen de niño rico de Noboa. “Qué va a entender de la ausencia de medicinas, si jamás ha pisado un hospital público como ustedes y yo. Yo sí siento la urgencia y el dolor de mi pueblo porque pertenezco a ese mismo pueblo”, dijo sobre el escenario en su último mitin. Pero, a juzgar por los resultados, no logró convencer a la mayoría de ecuatorianos de que ella era la mejor candidata.
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