Sergio Díaz-Granados: “Hay que encontrar la ruta que nos aleje del conflicto y nos acerque a las soluciones”
Frente a la inestabilidad geopolítica, el recién reelecto presidente de CAF insiste en promover canales de integración regional y en poner “mucha atención en la discusión pública a la desesperanza de los jóvenes”


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El presidente ejecutivo de CAF-banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, Sergio Díaz Granados (Santa Marta, 57 años), celebrará la Navidad con la tranquilidad de saber que tiene el respaldo de los suyos: esta semana, el directorio del organismo multilateral —reunido en Ciudad de Panamá— dio un voto de confianza a su gestión por cinco años más, para el periodo 2026-2031. En esa reunión, el colombiano ratificó a los países miembros del organismo su compromiso de continuar siendo el “banco verde y azul” de la región. “Creemos que ahí tiene la región una oportunidad enorme para apalancar más crecimiento a partir de la adaptación y la resiliencia, de manera que queremos continuar ese compromiso”, dice en entrevista por videollamada con América Futura, días después de su reelección.
En ese sentido, alude el compromiso adoptado en la cumbre del clima de Belém por el organismo multilateral de invertir 40.000 millones de dólares en los próximos cinco años para impulsar el crecimiento verde, ratificado en el directorio de Panamá. Y dice aspirar a continuar en esa senda de crecimiento. “Esperamos aprobaciones por cerca de 100.000 millones de dólares en los próximos cinco años, que un 40% de esto sea para el propósito de banco verde y azul, y adicionalmente doblar la cartera del banco, es decir que logremos pasar la barrera de los 70.000 millones de dólares en proyectos que efectivamente están en ejecución”.
Pero, en una región cuya economía sigue lastrada por la desigualdad, más allá de los números, Díaz-Granados reconoce que entre las prioridades de su nuevo mandato hay otros temas urgentes, como el fortalecimiento del trabajo con las ciudades y el sector privado, así como la apuesta por el Banco Futuro, para promover mejoras en la educación por la que, junto con Unicef, CAF movilizará 5.000 millones de dólares en cinco años para el desarrollo de 50 millones de niños y niñas en América Latina y el Caribe.
Pregunta. ¿Cuál puede ser la clave para que las nuevas generaciones puedan contribuir a reducir la desigualdad y la pobreza en la región?
Respuesta. Tenemos una masa de casi 18 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan. Todos los países están contribuyendo de una u otra forma con esta crisis de la juventud en América Latina, que no estudian, no trabajan, que son presas fáciles de la de la delincuencia, de los grupos organizados, criminales, y además contribuyen de una manera muy relevante a la desesperanza que afecta y corroe las bases del sistema democrático latinoamericano. Yo creo que ahí tenemos un gran desafío y esto está asociado a encontrar la pertinencia de la educación para ellos y, por supuesto, la caja de herramientas que necesitan para emprender, para construir su sueño, para empezar su primer empleo o su primer negocio.
Tenemos que ponerle mucha atención y mucha seriedad en la discusión pública a la desesperanza de los jóvenes y a encontrar las herramientas pertinentes para ellos. Esto no es excepción de un país. Toda América Latina: desde las islas hasta los países continentales más grandes, todos tienen unos desafíos en materia de consolidación de oportunidades para la gente joven.
P. CAF celebrará en enero en Panamá su Foro Económico, con el objetivo de posicionar a la región en el escenario global, que se escuche la voz de América Latina y el Caribe. Pero si uno mira la situación geopolítica actual —con ataques en el Pacífico y el Caribe e interferencias electorales—, la situación puede resultar desesperanzadora. ¿Qué puede hacer la región para mantener su voz en este contexto?
R. Yo creo que sí estamos atravesando un momento de mucho cambio y de mucha zozobra, de mucha incertidumbre. Es indiscutible. Tenemos que, a partir del diálogo, del encuentro, de la conversación, encontrar dónde están los canales que nos permitan integrar más la región y hacerla mucho más resiliente. Ahí está la labor que tenemos que promover en general los bancos de desarrollo, y en particular CAF. Es tratar de encontrar nuestro camino, nuestra ruta que nos aleje del conflicto, que nos acerque a las soluciones, que nos muestre que podemos trabajar juntos en iniciativas que derivan en la mejora de la población en general.
Por eso, cuando incubamos esta idea del Foro Económico para América Latina en Panamá como una actividad regular que pueda reunir a los gobiernos, al sector privado, al sector financiero, a emprendedores, a la academia, pero también a los partidos políticos, a los magistrados de las cortes, y poder fomentar este diálogo y entender dónde están las oportunidades, creemos que es la manera de poder ayudar a tener un sendero más predecible y más iluminado que lo que vamos viendo día a día, que se vuelve cada vez más complejo más de sobresaltos. Yo creo que es la labor que nosotros podemos acometer. Estamos utilizando las herramientas y las capacidades que tenemos para hacer lo que sabemos hacer mejor, que es crear espacio para el diálogo y fomentar con rigor y con herramientas la posibilidad de generar esos consensos.
P. En un sector donde América Latina y el Caribe se está posicionando como líder es en el de la transición energética, como se demostró la COP de Belém. Sin embargo, en el texto final de la cumbre no se pudo llegar a un acuerdo en cuanto a dejar atrás los combustibles fósiles. ¿Qué tan lista está la región para esa conversación?
R. La región tiene un punto que es valioso en la conversación global. Es la región que menos contamina y, al mismo tiempo, la que más está expuesta al cambio climático. Y obviamente algunos de nuestros países necesitan hacer la transición y tienen que costearla a partir de sus activos, a partir de las capacidades que tienen. Yo he hablado de esto con muchos líderes de la región, con varios presidentes: desde Brasil hasta El Salvador para entender este tema. Es muy difícil pedirles que de un día para otro suspendan o dejen de utilizar sus recursos naturales para acometer los déficits fiscales o atender las deudas que quedaron de la pandemia o las expectativas muy justas de su población. Al mismo tiempo, tenemos que prepararnos para que la región cumpla una función de regulador climático a nivel global. Encontrar ese balance creo que es un proceso que todavía tiene que continuar. Nosotros hemos tratado desde el banco de ayudar justamente en esa conversación.
Yo resalto de la COP 30 la aparición de los temas de adaptación y de resiliencia como parte de la solución a cambio climático, que son los que van a terminar acercando a las partes para poder llegar a un mejor acuerdo. Y creo que la industria que más contamina es la que tiene que contribuir más en el balance climático, pero va a ser muy difícil pedirle a los países de América Latina que tienen una base energética basada en petróleo o en gas que suspendan de un día para otro las exploraciones o las actividades, porque no va a haber manera de compensar eso sin generar un deterioro mayor. Lo que tenemos que hacer es lograr trabajar en soluciones que sean más rentables y socialmente más viables y económicamente más justas para poder terminar esa transición a una región de transmisiones netas cero, y creo que vamos en esa dirección y ahí es donde yo siento que el rol nuestro como banco de desarrollo va a ser ayudar a encontrar los productos financieros que acompañen ese esfuerzo.
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