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En colaboración conCAF
Cambio climatico
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Ambientalismo o supervivencia? Mentalidades que transforman territorios urbanos vulnerables

Para los más de 1,1 mil millones de personas que habitan asentamientos informales en América Latina, el discurso sobre cambio climático y sostenibilidad tardó en llegar, y aún hoy se enfrenta a esta pregunta central

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“Yo el cambio climático lo entiendo con cloacas y agua potable, no lo entiendo con arbolitos.” La frase de un vecino de Villa 20, un asentamiento informal en proceso de reurbanización en Buenos Aires, condensa un dilema central de la acción climática en asentamientos urbanos informales y de bajos de ingresos, como las villas en Argentina y las favelas en Brasil: ¿cómo hablar de sostenibilidad en contextos donde lo básico sigue faltando?

Durante mucho tiempo, hablar de sostenibilidad urbana fue una conversación lejana para quienes habitan los márgenes de la ciudad. Discursos sobre cambio climático, infraestructura verde y reciclaje parecían reservados para expertos, académicos o vecinos del norte urbano con aire acondicionado y tiempo libre. En los pasillos de los barrios populares, en cambio, la agenda giraba en torno a urgencias inmediatas: falta de casas, falta de cloaca, falta de agua...

Sin embargo, cada vez más comunidades en asentamientos informales y periferias urbanas empiezan a conectar lo ambiental con sus luchas cotidianas. Lo que emerge ahí es una transformación profunda: un cambio de mentalidad.

Del lujo a la supervivencia

Lo que antes era visto como lujo, hoy empieza a percibirse como parte de la supervivencia en contextos de calor extremo y precariedad urbana. El árbol ya no es sólo ornamento, sino sombra, frescura y lugar de encuentro. Y la basura en la esquina ya no es sólo un problema de higiene, sino parte de una cadena de impactos que agrava inundaciones y enfermedades.

Este proceso no ocurre por decreto ni por planes técnicos escritos en oficinas municipales. Nace en espacios de intercambio y aprendizaje colectivo, como los laboratorios urbanos organizados como parte del proyecto de Coaliciones Urbanas Transformadoras, donde comunidades y científicos dialogan y ponen en práctica soluciones. La apropiación es la clave: cuando lo ambiental deja de ser “una sugerencia de expertos” para convertirse en “un derecho denegado”, también cambia el rol del Estado. Ya no es la autoridad imponiendo lo verde, son los vecinos y vecinas exigiéndolo.

Mindset shifts: la palanca invisible

Investigaciones de la Universidad de las Naciones Unidas hablan de mindset shifts: cambios de percepción que sostienen transformaciones urbanas profundas. En barrios de Buenos Aires, León (México) y Teresina (Brasil), hemos visto cómo los vecinos pasan de resistir a iniciativas de acción climática, por ejemplo, los espacios verdes, a impulsarlos ellos mismos como estrategia de resiliencia, cohesión social y salud. “Nos dimos cuenta demasiado tarde de que habíamos rechazado las terrazas verdes. Hoy decimos: ¡qué boludos!”, reconoce una vecina porteña.

Vecinos relatan cómo su relación con el medioambiente cambió cuando entendieron que “hacer un pasaje verde” no era sólo estética o una excentricidad costosa, sino una forma de resistir el avance del cemento, bajar la temperatura del barrio y mejorar su vida cotidiana. Cuando eso se comprende, no sólo se escucha, sino se vive, aparece la verdadera apropiación.

Cambiar las percepciones sobre lo ambiental, del lujo a la necesidad, de lo ajeno a lo propio, va de la mano con el diseño y la implementación colaborativa de soluciones basadas en la naturaleza, como los árboles, las huertas y los pasajes permeables. La acción climática cobra sentido cuando se conecta con las preocupaciones diarias y se incorpora a la voz y el trabajo de líderes locales y alianzas público-comunitarias. La experiencia demuestra que construir confianza entre vecinos y otros actores y vincular los cambios ecológicos a las realidades del día a día del barrio altera más que las costumbres: teje nuevas formas de liderazgo y agencia, y con ellas, una ciudad que se transforma desde dentro.

Personas, perfiles y cambios

Según dichos estudios, existen “personajes urbanos” frecuentes que configuran las distintas formas en que las personas perciben y actúan frente a la crisis climática. Entre ellos están el/la activista escéptico/a, que actúa desde la base comunitaria con compromiso social profundo; el/la tecnócrata optimista, que confía en la innovación, la tecnología y la acción del Estado; y el/la espectador/a ambivalente, que reconoce la crisis climática, pero la percibe como un problema distante o ajeno a su contexto.

Estos perfiles no son categorías rígidas, sino que se transforman mediante experiencias colectivas y procesos de aprendizaje, como coaliciones urbanas transformadoras. ¿Y de qué nos sirve reconocer e identificar estos perfiles? Por ejemplo, involucrar a activistas escépticos en espacios reales de participación con autoridades les permite ampliar su visión; apoyar a tecnócratas con proyectos tangibles en terreno, facilita que reconozcan las dimensiones sociales; y despertar a los espectadores con capacitación práctica y espacios de empoderamiento puede convertir la indiferencia en acción.

Lo común en todos los casos es que estos cambios de mentalidad no ocurren automáticamente ni permanecen sin condiciones mínimas. Se necesita tiempo para el aprendizaje reflexivo, una escucha activa y respetuosa entre expertos y comunidades, y un compromiso político auténtico para sostener la continuidad de estos procesos.

Justicia climática desde abajo

Los testimonios del barrio y la evidencia académica coinciden: pensar la sostenibilidad sin abordar las urgencias de estos territorios ni incluir sus voces es un error. La verdadera transformación urbana solo es posible cuando se comprende que la acción climática es inseparable de la justicia social y del derecho a la ciudad para todos. No habrá ciudad resiliente si el árbol y la cloaca se siguen viendo como opuestos.

Pero esas transformaciones mentales ya están ocurriendo. Desde abajo, desde el pasaje intervenido, la huerta que crece a pulso, el vecino que empieza a entender que el árbol no es adorno, sino parte de la necesidad. La ciudad del futuro se empieza a construir en lo cotidiano. Ahí, donde lo urgente y lo posible se encuentran. Lo que empieza como una huerta comunitaria o un pasaje verdeado puede convertirse en insumo para rediseñar políticas de vivienda y planificación urbana a escala ciudad. Lo que falta ahora es escucharlos, aprender de esas experiencias y tejer coaliciones urbanas que multipliquen esos mindset shifts.

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