El periodismo en Bolivia también habla bésiro y guaraní
La Escuela de Periodismo Indígena fue creada en Santa Cruz durante la pandemia. Presenta una versión del mundo de las tierras bajas que, históricamente, ha sido opacada por Los Andes

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Primero, el sueño.
Padre e hijo deben internarse en el bosque porque el primero ha “presentido” que alguien quiere dañar a los guanacos.
Segundo, la crítica: el hijo, un joven guaraní que estudia en la ciudad y se comunica solo en castellano, no demora en mostrar su suspicacia.
—Hijo —interviene la madre en guaraní—, debemos proteger el bosque. Ahí está la fuente de sabiduría y conocimiento.
La incursión, entonces, se transforma en un retorno a la raíz: cada metro avanzado dentro la floresta es para el hijo una repatriación a una identidad –la guaraní–, en la que la cultura y la naturaleza convergen con lo mágico.
Las escenas pertenecen al corto Guajukaka: hogar del guanaco y mucho más, realizado por los estudiantes de la Escuela de Periodismo Indígena (EPI), ubicada en la localidad de Charagua, en el departamento de Santa Cruz, Bolivia. Sus imágenes sintetizan los principales desafíos que hoy encara la nación guaraní y los pueblos de las tierras bajas del país, como su relación con la naturaleza, el bilingüismo y los dilemas intergeneracionales.
La EPI fue constituida en 2020, en plena pandemia, cuando el virus recluía a las personas en sus casas, y el mundo, en palabras de Martín Caparrós, se volvía plano gracias a las pantallas. Es paradójico: mientras para muchos el viaje del cuarto a la sala constituía el gran trayecto del día, para otros, como los jóvenes guaranís y chiquitanos, el mundo se abría de forma insólita gracias a los drones que los facilitadores utilizaban para hacer tomas panorámicas durante los proyectos documentales de la escuela.

Dependiente de la ONG Oré, empezaron con un taller de fotografía. Los buenos resultados y la inyección de financiamiento hicieron que el proyecto creciera. Los participantes son escogidos de acuerdo a las normas y costumbres de cada organización perteneciente a los guaranís y chiquitanos. A la fecha, el número de egresados sobrepasa la centena.
Según el sociólogo y escritor guaraní Elías Caurey, de 47 años, y quien ejerce como coordinador del proyecto, el objetivo de la EPI es claro: formar comunicadores indígenas de tierras bajas a partir de dos líneas: la técnica y la política. “El criterio es que su formación política y cultural los haga informar desde adentro de la comunidad. Buscamos que apunten a fortalecer el proceso de la autonomía indígena en Charagua. Queremos que fortalezcan la lengua y la cultura”, dice.
Sobre el proceso de crear cortos como el de Guajukaka, también recuerda que el elemento mágico es algo neurálgico en su cosmovisión personal y en la de su pueblo. Lo extraordinario atraviesa su lenguaje, no importa si habla de la naturaleza o del mundo digital: “Lo audiovisual tiene otra magia, sus propios métodos. Tuve que leer mucho, ver muchos tutoriales. Era una autoformación”.
La Constitución Política de Bolivia contempla un nivel subnacional de Gobierno llamado autonomía indígena originaria campesina, que permite que las naciones y pueblos gerencien sus territorios de acuerdo a sus propias normas y costumbres. En ese marco, la autonomía indígena originaria Charagua Iyambae, ubicada en el departamento de Santa Cruz, es la primera entidad territorial reconocida legalmente. Por eso, la EPI busca crear un periodismo que consolide la autonomía del territorio, rico en llanuras boscosas y gas natural, y culturalmente marcado por la presencia de la nación guaraní.
Su campo de acción abarca todo el territorio de la autonomía guaraní, que involucra a la provincia Cordillera del departamento de Santa Cruz y algunos territorios de Tarija y Chuquisaca, además de algunas zonas chiquitanas de la urbe cruceña. Estas localidades, que a ojos del extranjero pueden parecer indistintas, son clave para entender la magnitud del trabajo de la escuela: las culturas chiquitana y guaraní se desarrollaron lejos de La Paz, centro político del país. Un periodismo en guaraní y bésiro (la lengua de los chiquitanos), implica una versión del mundo a partir de las tierras bajas de Bolivia, zona históricamente opacada por la hegemonía de Los Andes.

A Elena Rivera, estudiante de 17 años y parte de la EPI, lo que más le gusta del proyecto es haber aprendido técnicas en comunicación audiovisual y redacción. En especial, haber conectado con sus orígenes, sobre todo en un contexto en el que sentían que estaban “siendo olvidados”, según dice. Por su parte, Nelson Zeballos, de 22 años, señala que le gustaría informar sobre los desastres climáticos. “Nosotros, como seres humanos, no tomamos en cuenta el daño que le hacemos a la naturaleza”, afirma.
La gran riqueza de recursos naturales hace que la región guaraní tenga “demasiados enemigos”, dice Caurey. En primer lugar, están los hacendados, para quienes la tierra es apenas un asunto lucrativo. Por otro lado, están los avasalladores (invasores de tierras), los incendios y el narcotráfico. “La región de Charagua es grande: cuenta con 74.000 kilómetros cuadrados, extensión que supera incluso a la del departamento de Tarija”, agrega el sociólogo. “Hay demasiados recursos naturales”, insiste. “Y a la gente que históricamente gobernaba la región no le gusta que el poder baje a las bases”.
Aunque hay instituciones que realizan labores de protección y concientización, Caurey asegura que lo hacen en un estilo demasiado técnico, casi numérico. La labor de la EPI, en cambio, apela a la identidad a partir del lenguaje y a una cosmovisión en la que lo espiritual dice más que cualquier presentación de PowerPoint. “Para cualquier trabajo, nosotros pedimos permiso a los espíritus”.

La página de Facebook Paso a paso con autonomías. Charagua Iyambae, administrada por miembros de la EPI, cuenta con más de diez mil seguidores y es la ventana principal para conocer el trabajo periodístico que se produce en la región. Fotos, reportajes, transmisiones deportivas, entrevistas... Los contenidos son bilingües, algo inevitable en un contexto en el que lo ancestral y lo moderno conviven en constante tensión. El canal de YouTube de la escuela, además, alberga cortometrajes con temas medioambientales.
El sueño es un elemento ordenador para la cultura guaraní. En las películas de la EPI, como ocurre con Guajukaka, los protagonistas siempre piden permiso a los espíritus tutelares antes de adentrarse en el bosque. Esta concepción de medio ambiente difiere de la propagada por las instituciones. El método de la EPI se nutre del ver, el estar y el sentir. Primero, como siempre, está el sueño, lo espiritual. “Todo tiene espíritu”, dice Caurey, “las piedras, el río, las cosas. Si no entiendes la magia del territorio, entonces no vas a poder defenderlo. La información simple pasa, pero si lo sientes, queda”.
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