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En colaboración conCAF

Yara Barros, Premio Whitley por la conservación del jaguar: “El miedo viene de la ignorancia”

La activista brasileña recibió el galardón por su labor en Iguazú, en la triple frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay

La activista brasileña, Yara Barros, frente a las cascadas de Iguazú.
Noor Mahtani

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Fueron los ojos del jaguar lo primero que la cautivó. Cuando Yara Barros (Brasil, 59 años) se encontró frente a frente con ellos, pensó que no quería dejar de verlos nunca más. Ni en el día a día de su trabajo, ni mucho menos en los territorios donde su número ha ido decreciendo con los años. Su empeño en el monitoreo y la preservación de la especie en territorios como en Iguazú, la triple frontera con Brasil, Argentina y Paraguay, han sido claves para que le otorgaran el Premio Whitley, uno de los galardones de conservación más relevantes del mundo. “Sólo quisiera que el premio de más visibilidad a la causa”, cuenta la bióloga en una de sus más de cien entrevistas tras el premio. “No me voy a cansar de hablar de ellos”.

Tras una exitosa carrera enfocada en aves, especialmente en el proyecto de la guacamaya Spix, en 2018 decidió centrarse en la protección de jaguares en el Parque Nacional Iguazú y asumir la dificultad de trabajar con tres países a la vez. Desde entonces, lidera el Proyecto Onças do Iguaçu, que busca promover la coexistencia sostenible y armoniosa entre jaguares y comunidades locales. “La primera causa de muerte de los jaguares no es otra cosa que el miedo. Los matan por miedo a que les hagan daño, pero la percepción de miedo es infinitamente más alta que la probabilidad de ataque”, explica en una videollamada.

Esta es una especie emblemática en América, con presencia en 18 países y una población que ronda los 163.000 sólo en América del Sur. Aunque según la Lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el felino tiene la categoría de “casi amenazado”, en varios países ya se le considera en un nivel mayor de riesgo. Es por ello que Barros insiste en el trabajo con las comunidades. “La gente piensa que el jaguar quiere matar y no. El jaguar solo quiere ser jaguar, criar, estar entre los árboles, salir a cazar y that’s it. El miedo a los jaguares viene de la ignorancia”, zanja. El tráfico y la pérdida de hábitat son otras de las amenazas más hondas.

Desde que llegó a trabajar en Iguazú, las dinámicas de las comunidades frente a los jaguares han ido cambiando. ¿Qué pasa si alguno de los ganaderos de la zona encuentra a uno de estos felinos cerca? Barros sonríe con orgullo. “Hemos establecido un protocolo en el que llegamos a la finca a los minutos. Nosotras hacemos 400 visitas anuales. ¿Cómo voy a decirles que estamos ahí si ni nos ven llegar o llegamos tarde?”.

Un jaguar macho tumbado en una playa del río Cuiaba, cerca de Porto Jofre, en el Estado de Mato Grosso, Brasil.

El Premio Whitley es un premio anual que otorga la fundación británica homónima a líderes conservacionistas que hagan aportes esenciales en Asia, África y América Latina. Barros fue una de las cinco personas galardonadas este año por los treinta años dedicados a la salvaguardia de especies en peligro de extinción en diversos biomas brasileños. La brasileña es, de hecho, parte del Conservation Planning Specialist Group de la Lista Roja de Especies Amenazadas (UICN). También ha sido presidenta de la Asociación Brasileña de Zoológicos y Acuarios. “A veces siento que todos los cargos de mi vida me fueron preparando para trabajar con los jaguares. No quisiera estar en ningún otro lugar que no sea este”, añade.

Y aunque muchos de los niños que saben de ella, la conocen como la Indiana Jones de Iguazú, Barros se ríe a carcajadas. Cuenta que su trabajo tiene muy poco de exploradora y de estar en la selva -“mucho menos de lo que quisiera”- pero que el mote no le desagrada porque la acerca mucho a un público que cree casi tan importante como los ganaderos y las comunidades rurales: los niños. “Con ellos combatimos mucho las fake news. Porque llegan de todo tipo, la verdad. Y eso hace que cuando crezcan, vuelvan a tenerles miedo”.

Por ello, junto a su equipo, está trabajando en un proyecto llamado Chega de Medo (Basta de miedo) en el que la educación ambiental se cuela en todos los rincones de la comunidad: las clases, la radio, los barrios… “Hoy en día los ecosistemas están cambiando tanto que los hábitats están cada vez más cerca de los humanos. Eso hace que hablar de coexistencia sea algo imprescindible”.

El trabajo en la triple frontera

Barros suspira al pensar en los retos de trabajar con tres países a la vez. Y automáticamente sonríe y añade: “pero es algo maravilloso”. En esta zona fronteriza, que abarca unas 600.000 hectáreas e incluye el Parque Nacional de Iguazú y sus impactantes cataratas, en los años 90, había sólo del lado brasileño entre 60 y 70 jaguares. En 2009, ese número rondaba entre los 9 y los 11. “Estaba prácticamente extinto localmente”, lamenta. Actualmente (con cifras de 2022), después del trabajo de conservación, la cifra ronda los 25. Y casi 94 al sumar los de Argentina.

Es con este país, de hecho, con el que más sencillo está siendo emprender proyectos de conservación. “Con Argentina es mucha la parcería. Ellos vienen aquí y nosotros para allá, hacemos un censo conjunto... Nosotros decimos que somos dos proyectos divididos por un río y unidos por los jaguares”. Si bien hasta ahora ha sido más “fácil” trabajar con los Gobiernos de Argentina y Brasil, espera que el premio ayude a que Paraguay se sume de manera más activa a las iniciativas de conservación. “Queremos poner en marcha las conversaciones de a tres en junio. Espero que sigamos uniendo esfuerzos por el mismo objetivo. No hay nada más hermoso”.

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