Ir al contenido
_
_
_
_

Cine contra el centralismo: la periferia colombiana encuentra su voz en la gran pantalla

Con películas hechas desde regiones apartadas del poder, los artistas democratizan el lenguaje audiovisual. Cada año celebran varios festivales que van de Montes de María a Ciudad Bolívar

Grabación durante el Festival Audiovisual de los Montes de María, en octubre.
Andrés Ortiz

“¿Cómo hacemos para decirle al mundo que los Montes de María no son solo una mancha roja de sangre?”, pregunta Soraya Bayuelo, fundadora de la Corporación Colectiva de Comunicaciones de Montes de María Línea 21 y directora del Festival Audiovisual de los Montes de María (FAMMA), que cumple ya más de una década. “¿Para mostrar que somos semilla de vida, de cultura, artes y saberes; de gente chévere y resiliente?”, insiste desde El Carmen de Bolívar —uno de los 15 municipios que conforman la subregión al norte de Colombia, donde nació y que fue profundamente afectada por el conflicto armado entre los años 1990 y los 2000—. “No podemos seguir cargando con un estigma que nos quita nuestra identidad como montemarianos y como seres humanos”, asegura y agrega: “Para eso creamos el FAMMA, para mostrar la otra fama de los Montes de María. Para vivir y disfrutar”.

Allí, como en otras zonas alejadas de los centros de poder de la capital bogotana, el cine comunitario se ha vuelto una herramienta para narrarse con voz propia. No como territorios violentos, pobres o meramente víctimas, fuera del tono que muchas veces ha usado Hollywood o Netflix para contar a Colombia, sino que los artistas de estos lugares se han volcado a la producción audiovisual para contar sus historias con guión propio. Solo entre agosto y diciembre habrá al menos siete festivales comunitarios en el país: el FAMMA, Encuentro de Cine del Putumayo; Belén en Pantalla, en Belén de los Andaquíes en Caquetá; Ojo al Sancocho en Ciudad Bolívar; el Festival Internacional de Cine de Moravia, en la comuna cuatro de Medellín; el Encuentro Nacional de Cine Comunitario en Cali y el Festival de Cine de Arauca.

Antes de ser festival, el FAMMA fue un cineclub. Dos días después de un atentado del frente 37 de las Farc, Bayuelo, que desde hacía una década realizaba actividades culturales en su pueblo, instaló un mantel y un videobeam frente a la casa de su tía, y proyectó la película Estación Central de Brasil. “Unas 200 personas acudieron”, asegura. “Vimos que el cine servía para recuperar el espacio público que los violentos nos habían quitado”. Lo replicaron en otros lugares como en la cancha de fútbol de El Salado, otro municipio montemariano donde paramilitares asesinaron a 60 personas en seis días en febrero de 2000. “Cuando la guerra llegó, entró duro”, explica Bayuelo. “Los titulares eran desgarradores y era de lo único que se hablaba en los noticieros”. Por eso, dice, el cine se convirtió en “acción transformadora: es reivindicativo y sanador; reírse o llorar en la oscuridad es liberador”, enfatiza.

Tras 14 años, el FAMMA —cuya versión más reciente se celebró entre el 29 de octubre y el 3 de noviembre— ha trascendido los Montes de María y vincula a 35 asociaciones comunitarias de decenas de municipios de Bolívar, Sucre, Córdoba y Atlántico. Ha proyectado cientos de cortos y largometrajes de ficción y no ficción, buscando siempre la “promoción del pensamiento campesino y su movimiento” y abarcando también películas con enfoque étnico, de género, sobre derechos humanos y medioambiente. Para Bayuelo, el festival existe “para narrar lo que nos ha pasado, lo que no queremos que nos pase otra vez, y para seguir soñando que la vida se transforme para bien”.

Cientos de kilómetros más al sur, en la comuna cuatro de Medellín, Arbey González explica que el Festival de Cine del barrio Moravia nació inspirado en experiencias como el FAMMA. Autoconstruido por migrantes del campo a la ciudad, Moravia pasó de ser el basurero municipal a una de las zonas más densamente pobladas de Medellín, explica González, uno de los fundadores del festival. Fue un barrio con presencia de guerrillas, grupos paramilitares y organizaciones narcotraficantes y fue “uno de los barrios más violentos de una de las ciudades más violentas”, explica González, cuya familia tuvo que huir de la violencia desde el municipio de Segovia, al norte del departamento.

Ese contexto impulsó liderazgos sociales que encontraron en la cultura una forma de resistir y “cambiar la mirada”, dice. “Con el festival buscamos promover y fortalecer el tejido comunitario, apropiar a las personas y defender el territorio”. En su segunda versión, que se realizará del 2 al 7 de diciembre bajo el lema “el cuidado de lo nuestro”, proyectarán desde material de archivo sobre los inicios del barrio hasta cortometrajes sobre su diversidad cultural y documentales ambientales, varios creados por habitantes del territorio.

“Queremos que la narrativa la construyan las mismas voces del territorio”, afirma Gonzalez. Para él, eso genera preguntas y reflexiones que no aparecen en el cine tradicional, cuestiona políticas y narrativas dominantes y democratiza el lenguaje audiovisual: “No tengo que estudiar en una universidad costosa para contar una historia que impacte a mi comunidad”, asegura.

Para Daniel Bejarano, cofundador del Festival Ojo al Sancocho, que se celebra desde el 2008 en el barrio Potosí de Ciudad Bolívar de Bogotá, la clave es “representar la historia local, propia” del territorio. Hacer cine participativo no solo permite hablar de diversidad, sino hablar desde ella, generando nuevas formas de narrar: “otros sonidos, otros colores, otros personajes”. Dice que son relatos más propios, genuinos y transparentes que hablan de una realidad difícil, pero plagada de esperanza. “Una narrativa que construye país más allá de la violencia y que reconoce y dignifica a una ciudadanía en permanente resiliencia y resistencia”.

Ojo al Sancocho—que este año celebró su edición 17 entre el 4 y el 11 de octubre— involucra a los habitantes de la localidad en todas las etapas: comité directivo, producción, logística y comunicaciones. Algo similar ocurre en el Encuentro de Cine Comunitario del Putumayo. Comenzó en 2018 en el municipio de Sibundoy y es itinerante: ha pasado por Mocoa; Puerto Asís; Puerto Guzmán y, este año, San Miguel. Sebastián Galvez, uno de sus fundadores, explica que lo que busca, fundamentalmente, es promover el cine putumayense y conectar a sus numerosos realizadores, que Galvez asegura son muchísimos, “pero están regados por el departamento y no se conocen”.

En su sexta versión —del 5 y el 9 de noviembre— el encuentro reunió a personas y producciones de casi todos los 13 municipios del departamento, así como de otros departamentos como Cauca, Antioquia y Norte de Santander e incluso de países como México y Ecuador. “Solemos mostrar películas que hablen de paz, del territorio, la conservación ambiental, la biodiversidad, pero también sobre los problemas específicos que aquejan a nuestra región, como los conflictos alrededor de la extracción y la minería”, explica Galvez. Al final, lo que buscan, dice él, es “hablar de lo que realmente son las comunidades”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Andrés Ortiz
Colombiano. Escribe en Última Hora y colabora con otras secciones. Estuvo en Colombia Visible, proyecto de Caracol Radio enfocado en periodismo de soluciones, y en La Silla Vacía. Estudió Ciencia Política y Lenguas y Cultura en la Universidad de Los Andes en Bogotá. Cursa el máster en Periodismo UAM–EL PAÍS.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_