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Gustavo Petro
Columna
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Gustavo Petro sueña con ser grande

El presidente colombiano no ha entendido que el mundo no es Twitter ni lanzar arengas en Nueva York ni crear conflictos donde antes no los había, sino que un verdadero líder es aquel que logra construir un sueño en común

Juan Pablo Calvás

Lo que el presidente Gustavo Petro no ha entendido es que un líder mundial no se construye a base de discursos. No es por vestirse con trajes autóctonos, ni lanzando arengas en las calles de Nueva York contra el presidente de los Estados Unidos o a través de protestas altisonantes contra la aplanadora israelí que se logra el reconocimiento internacional. No es con gritos, ni con bravuconadas que un hombre o un país se ganan el respeto de las democracias del planeta.

Lo que el presidente Petro no ha entendido es que el mundo no es Twitter, ni las redes sociales. Que no son kilométricos trinos, ni la espada de Bolívar, ni la bandera de la “guerra a muerte” aquellos que consolidan la imagen de un estadista. No son los “me gusta”, ni el número de seguidores, ni los aplausos de anónimos y a veces inexistentes admiradores en el mundo virtual los que harán que su existencia pase de la irrelevancia a la trascendencia.

Lo que el presidente Petro, tras más de tres años como mandatario, parece no entender es que los líderes no se construyen por golpes de opinión. Así como tampoco se corona como dirigente global aquel que se dedica dentro y fuera de su país a crear conflictos donde antes no los había.

Lo que el presidente Petro no entiende es que ese evidente deseo de ser importante y reconocido a nivel global exige de él mucho más de lo que ha hecho y a la vez mucho menos de eso mismo.

Petro, el muy culto, pareciera no haberse dado cuenta que Pepe Mujica dejó una inmensa huella en América Latina (y tal vez más allá) por su sencillez, pero más allá de eso porque como jefe de Estado no buscó ahogar a los empresarios y emprendedores a pesar de sus raíces en la izquierda radical. Para la historia quedó aquel encuentro con más de mil empresarios uruguayos y extranjeros en el que Mujica dijo que él lo que necesitaba era que llegara la inversión y que para ello garantizaría seguridad jurídica. Mujica los invitó a generar riqueza.

Petro, el revolucionario, pareciera no haberse dado cuenta que Luis Inacio ‘Lula’ da Silva no se dedicó en sus primeros dos gobiernos a dividir a su país, eso lo haría más tarde Jair Bolsonaro. Lula, en cambio, se hizo grande tendiendo puentes y demostrando que a la izquierda democrática no se le debe temer. Cosa que sigue haciendo. De ello el mejor ejemplo es el constante y sostenido rechazo de Lula hacia el espurio gobierno de Nicolás Maduro tras el robo de las elecciones de 2024.

Petro, el que quiere pasar a la historia, copió de un legendario hombre de izquierda, Felipe González, hasta el eslogan de campaña. González invitaba a votar “Por el cambio”, Petro prometió que el suyo iba a ser el “Gobierno del cambio”. Pero no basta con copiar los conceptos y las ideas. Hay que ser pragmático. González logró hacer posible la España de hoy gracias a un gobierno que no quiso ser revolucionario, ni generar una ruptura. Con sagacidad estableció los cimientos para un país desarrollado sin ponerse a pelear con todo el mundo, sin ir de aquí a allá rompiéndolo todo creyendo que con los pedazos se iba crear una nueva España y así su nombre brillaría por siempre. González unió a un país que ya venía roto obligándolo a mirar hacia el futuro y no quedándose en el pasado. En contraste, Petro quiere ser coronado sin haber actuado, sin haber unido, sin haber logrado crear un sueño común. Los líderes inspiran y eso Petro no lo ha entendido.

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