Calarcá Córdoba, el disidente enfrentado a Mordisco con el que Petro insiste en negociar
Los diálogos se reactivan con el Estado Mayor de los Bloques y Frente (EMBF), la disidencia responsable de asesinar a 13 policías al derribar un helicóptero en Antioquia

Las distintas disidencias de la extinta guerrilla de las FARC han demostrado una alarmante capacidad de fuego que desafía al Estado colombiano. Dos facciones enfrentadas entre sí perpetraron atentados casi simultáneos la semana pasada. Mientras que las estructuras lideradas por Iván Mordisco atentaron contra una base militar en la ciudad de Cali con cilindros bomba, las encabezadas por su rival Calarcá Córdoba asesinaron a 13 policías al derribar un helicóptero antinarcóticos en Amalfi, en el departamento de Antioquia. Ese ha sido el peor golpe contra la Fuerza Pública en el periodo de Gustavo Petro. Y provino de uno de los pocos señores de la guerra que sigue sentado en una mesa de negociaciones con el Gobierno en el marco de la paz total.
El ataque del jueves en Amalfi –según las primeras versiones, cometido con drones que llevaban explosivos– fue responsabilidad del Frente 36, que pertenece al rebautizado Estado Mayor de los Bloques y Frente (EMBF), la facción de Calarcá. La mesa de diálogos con ese grupo armado se reactivó hace un mes, y sigue en marcha. El viernes, un día después de derribar el helicóptero, se realizó una reunión previamente programada en Los Llanos del Yarí, al sur del país, entre la delegación del Gobierno y el propio Calarcá. El líder disidente le ha dicho al periódico El Espectador que no fue un ataque planeado, sino un efecto de los combates en la zona entre sus hombres y el Clan del Golfo, la mayor banda del narcotráfico.
Después de aquel jueves sangriento, el presidente Petro ha enfilado baterías contra Mordisco en particular y ha endurecido el tono contra los mismos grupos armados con los que antes estuvo dispuesto a entablar negociaciones de paz. Incluso llegó a declarar que el Estado Mayor Central de Mordisco, la Segunda Marquetalia de Iván Márquez y el Clan del Golfo “serán consideradas organizaciones terroristas, perseguibles en cualquier lugar del mundo”. Pero no se ha referido a Calarcá, que hasta el año pasado era considerado un subordinado de Mordisco.
Alexander Díaz Mendoza, el verdadero nombre de Calarcá Córdoba, ingresó a finales de los 90, con apenas 16 años, a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Allí integró en distintos momentos tanto el Frente 40, en el departamento del Meta, como el Bloque Oriental, bajo el mando del Mono Jojoy. Cuando la guerrilla se alistaba para entregar las armas, después de haber firmado el acuerdo de paz a finales de 2016, desertó para unirse a las filas de Gentil Duarte, uno de los primeros disidentes. Gerson Arias, investigador de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), lo define como “un mando medio de la última generación de las FARC”, más vinculada al narcotráfico, con muy poca relevancia en la guerra. Después se convirtió en una pieza clave para la expansión de las disidencias de Mordisco, explica, y ahora es visto como una “figura emergente”.

Es muy difícil definir con nitidez a las disidencias, en plural, pues más de una facción se apartó en distintos momentos de la negociación de paz –o del acuerdo ya firmado–. Para rastrear el origen del EMBF hay que remontarse al surgimiento de estos grupos. El fenómeno nació con Mordisco en la recta final de los diálogos de La Habana, a mediados de 2016. Una de las estructuras más representativas de la guerrilla, el Frente Primero, que operaba en el sureste del país bajo su mando, publicó un comunicado en el que se apartaba del proceso, al que tildaba de “traición”. Ese anunció provocó que la cúpula expulsara a cinco mandos que desafiaron la verticalidad de la insurgencia, entre ellos Gentil Duarte, al que antes habían enviado a la zona para intentar poner orden. En lugar de convencer a Mordisco, Mordisco lo convenció a él.
Nunca hubo una desbandada de firmantes de paz, como se temió en un primer momento, pero sí un goteo de disidentes que han alimentado su poder de fuego con nuevas dinámicas de reclutamiento. Inicialmente las facciones de Mordisco y la Segunda Marquetalia de Iván Márquez se consolidaron como las más notorias, una suerte de grandes sombrillas. Ambas fueron designadas organizaciones terroristas por Estados Unidos cuando retiró de esa lista a las extintas FARC, y entablaron una guerra a muerte, en la que fueron cayendo varios de sus comandantes, la mayoría de las veces del otro lado de la frontera con Venezuela. Gentil Duarte parecía emerger como el gran ganador, hasta que también cayó asesinado en mayo del 2022.
Mordisco se las arregló entonces para amasar el liderazgo. El mayor grupo de disidentes, el autodenominado Estado Mayor Central, bajo su mando, se sentó a negociar con el Gobierno en 2023, en lo que constituía la segunda mesa nacional de la paz total, pero acabó por fragmentarse en 2024. Ese proceso entró en su enésima crisis después de una serie de acciones ofensivas del EMC que incluyeron atentados contra militares y comunidades indígenas. El Gobierno dejó de negociar con Mordisco, contra el que lanzó una “ofensiva total” en el departamento del Cauca, pero mantuvo un proceso con los hombres de Calarcá, bloques que operan en otras regiones, como el Catatumbo y el Magdalena Medio, y en departamentos como Meta, Caquetá y Putumayo. Fue entonces cuando esa escisión pasó a llamarse Estado Mayor de los Bloques y Frente (EMBF). Con unos 2.500 hombres en armas, está presente en al menos 10 departamentos, una tercera parte del país, apunta Arias, el experto de la FIP.

Mordisco y Calarcá se declararon la guerra luego de la división. Los enfrentamientos amenazan desde entonces cualquier avance con los que siguen sentados en la mesa. Es un diálogo que ha atravesado varios momentos críticos, que incluyen el desplazamiento de firmantes de paz de Miravalle, en Caquetá; el asesinato de siete militares en Guaviare, o la renuncia de Camilo González Posso como jefe negociador del Gobierno, relevado por Gloria Quinceno. Es la única mesa nacional que le queda a la paz total. El propio Calarcá ha advertido que el tiempo se agota. “Yo lo he dicho siempre, que firmemos un acuerdo es imposible, pero que dejemos algo bien adelantado en materia de transformación, de reformas. Si hay voluntad lo podemos hacer, puede quedar algo adelantado para continuar con el próximo gobierno si quiere diálogo”, advertía en una extensa entrevista con El Espectador desde finales del año pasado.
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