Recuperar África
El viaje de Obama tiene como preocupaciones claras la declinante seguridad continental y la lucha contra el extremismo islamista
La primera visita de Barack Obama al país de sus raíces desde que ocupa la jefatura de EE UU ha sido adornada con todo tipo de connotaciones psicológicas, identitarias o sentimentales. Más ajustado a la realidad es el hecho de que el primer presidente afroamericano, celebrado en Kenia como un hijo de África llegado a la cima del poder terrenal, intenta reparar el escaso interés de su Administración por un continente de más de 1.000 millones de almas, llamado a tener mucha más importancia que la actual.
Obama pretende impulsar la influencia estadounidense en África en un momento histórico en que los estragos de populismos atroces y fanatismos religiosos enrarecen aún más las relaciones con la superpotencia distante e imperial. Una coyuntura aprovechada a fondo por China, convertida ya en el más importante socio comercial del continente.
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Ninguna de las paradas presidenciales, ni Kenia ni Etiopía, donde Obama hablará ante la Unión Africana pueden considerarse modelos regionales. El encuentro de Obama con Uhuru Keniatta no habría sido posible hace un año, cuando el presidente de Kenia todavía estaba bajo la lupa de la Corte Penal Internacional por los asesinatos masivos que siguieron hace siete años a una disputada elección presidencial. Que Keniatta haya conseguido zafarse oscuramente de los cargos, no le hace más recomendable. Ayer mostraba su absoluta indiferencia ante el mensaje de Obama pidiendo respeto para la homosexualidad.
Objetivos claros del viaje son la declinante seguridad continental y la lucha contra el extremismo islamista. Kenia, relativo oasis durante años, es ahora blanco repetido del terrorismo de Al Shabab, que también se ceba en la vecina Somalia. Como lo es Nigeria, donde la vesania de Boko Haram se extiende a Chad y Camerún. El espanto yihadista, con réplicas en otra docena de naciones subsaharianas, exige a Obama mucha más implicación.
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