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Miami, el ‘Hollywood de las telenovelas’ que marcó una época y hoy busca su reinvención

La ciudad construyó durante años una de las industrias de ficción en español más sólidas del continente, creando un ecosistema que dio trabajo y visibilidad a miles de actores y creadores

Vista del hotel Art Decó, Ocean Drive, en los años 80´s.

A Adriana Barraza le gusta recordar aquel Miami de finales de los ochenta como quien evoca un viejo amor: con gratitud, asombro y nostalgia. La actriz mexicana, hoy reconocida en Hollywood, atravesaba los pasillos de los primeros estudios hispanos de la ciudad cuando la industria comenzaba a tomar forma. Lo recuerda con una claridad sorprendente, como si todavía pudiera escuchar el eco de los primeros ensayos, el ritmo frenético de las grabaciones y esa mezcla de acentos que convertía a Miami en un punto de partida para algo más grande.

“Todos sabemos que en 1988 comenzaron las telenovelas en Miami”, dice con la precisión de quien ha sido testigo directo de una época fundacional. Algo nuevo estaba naciendo. Un punto de encuentro —las telenovelas— donde las historias latinas podían ser contadas desde Estados Unidos, al alcance de una audiencia que crecía de forma acelerada.

Barraza, de 69 años, no solo ha actuado. En aquel entonces también fue formadora y directora de actores. Y detectó un problema que nadie había previsto: los acentos. “Había que unificar el acento para el oído del espectador”, recuerda. Terminó por normalizar el acento neutro, un recurso que acabaría influyendo en toda la televisión hispana. Ese “idioma común” sirvió para que una telenovela grabada en Miami pudiera ser vendida en Caracas, Ciudad de México o Buenos Aires.

“Si el espectador encendía la televisión y decía ‘¿de dónde es este?’, ya lo perdías”, recuerda la nominada al premio Óscar por la película Babel en 2006.

La meca del melodrama latino

Aquel Miami era una ciudad en transformación. El crecimiento migratorio traía nuevas voces, nuevos talentos y nuevas oportunidades laborales. La industria audiovisual se desarrollaba entre estudios levantados al lado de carreteras en expansión y barrios donde la comunidad latina comenzaba a definir el paisaje social y económico.

En ese contexto surgieron tres productoras que marcaron una era: Venevisión International, Fonovideo y Telemundo Studios. Entre las tres llegaron a producir entre 7 y 10 telenovelas anuales, un volumen que convertía a Miami en el principal centro de producción de ficción en español en Estados Unidos. Ningún otro lugar en EE UU tenía algo parecido.

Aquello generó un mercado laboral para actores, directores, técnicos, maquillistas, estilistas, guionistas, proveedores de catering… todos encontraban hueco.

“Había dinero fresco, muy fresco”, recuerda el director venezolano Luis Manzo, que llegó a Miami para plantar cara al gigante mexicano que dominaba la industria de las telenovelas. “La aspiración era hacer un producto competitivo desde Estados Unidos”, recalca el realizador de producciones como Perro Amor o Silvana sin lana.

Su colega mexicano, Fez Noriega, pone la mirada en otro rasgo estructural: la diversidad. “Miami tenía la ventaja enorme de tener actores de toda Latinoamérica”, cuenta. Era una mezcla que enriquecía las historias y facilitaba la distribución internacional. Un argentino interpretaba al villano, un colombiano al galán, una mexicana a la protagonista… y el público lo asumía con naturalidad porque la ciudad funcionaba como un cruce de identidades.

Las producciones se encadenaban una tras otra. Los estudios de la ciudad trabajaban casi sin descanso. Miami era un plató constante: zonas residenciales convertidas en mansiones ficticias, playas que simulaban otras playas, oficinas reconvertidas en sets...

Para los actores, Miami representaba un salto profesional, “como jugar en primera división”. Pablo Azar, que llegó en 2005 para grabar El cuerpo del deseo, lo resume así: “Si hacías una novela buena, ganabas un público muy grande”.

En aquella época, el mercado hispano tenía dos grandes ventanas: Telemundo y Univision, las dos cadenas de televisión en español que hoy en día aún siguen dominando el mercado. “No había redes sociales. No había plataformas”, recuerda Azar, que luchó para que los actores de telenovelas tuvieran el amparo del sindicato SAG-AFTRA y así lograr mejores condiciones laborales. “La gente veía lo que ponían. Y si estabas en un buen proyecto, te veía medio continente”, recuerda.

El atractivo era doble: exposición y estabilidad. “Muchos actores querían irse a Miami porque ganabas en dólares, y podías vivir bien”. El coste de vida era moderado, los alquileres muy accesibles y la continuidad de proyectos audiovisuales permitía imaginar una vida completa en la ciudad.

Eso suponía meses de trabajo sostenido, sueldos razonables y un movimiento económico que beneficiaba a una urbe que estaba en pleno crecimiento. La ciudad se convirtió, durante más de dos décadas, en la mayor fábrica de ficción en habla no inglesa de Estados Unidos. Algunos lo llamaban el “Hollywood de las telenovelas”.

El giro del mercado

Durante años, Miami creyó que esa maquinaria era inagotable. Pero tres factores alteraron la ecuación en los últimos tiempos: el streaming, el aumento del coste de vida y la eliminación de los incentivos fiscales en Florida.

El streaming fragmentó el consumo y pulverizó los viejos hábitos de fidelidad diaria. Las telenovelas de 120 episodios dejaron paso a series más cortas y sofisticadas, con menos tiempo de rodaje y presupuestos distribuidos de otra manera.

Al mismo tiempo, Miami se ha ido consolidando como uno de los mercados inmobiliarios más caros del país. “Los costos ya no son tan apetecibles como antes”, admite Manzo.

Y, finalmente, llegó la decisión más determinante: el Estado de Florida retiró los incentivos fiscales que habían permitido competir con México o Colombia. Para la industria, fue una puñalada.

“Fue culpa de los incentivos, 100%”, afirma sin matices Azar. “Con ellos se fueron los rodajes. Y con los rodajes, muchos de los empleos en telenovelas”. México ofrecía programas de devolución del 30%. Colombia llegó al 40%. Florida, cero. El resultado fue inmediato: Venevisión dejó de producir aquí, Fonovideo desapareció, y Telemundo Studios continuó apostando por el sur de Florida —y lo sigue haciendo— aunque externalizando algunas producciones hacia esos destinos.

Desde el centro neurálgico de Telemundo, que inauguró sus estudios de última generación en 2018, la perspectiva es más matizada. Javier Pons, director de Telemundo Studios y máximo responsable de contenidos de la cadena de televisión, evita la visión fatalista. “No creo que la telenovela haya perdido fuerza”, asegura. “Lo que pasa es que se ha diversificado. No me gusta poner etiquetas: nos hemos adaptado”, agrega.

Según él, Telemundo Studios resistió. Transformó su modelo. Y no solo sobrevivió: creció. “Antes hacíamos solo novelas largas. Ahora hacemos series largas, series cortas para streaming, películas… hemos multiplicado nuestra producción”, explica. Está convencido de que la compañía, que actualmente produce entre tres y cuatro proyectos al año, no solo ha sabido dejar atrás la etapa en la que todo giraba en torno al melodrama, sino que ha logrado adaptarse a los nuevos tiempos con formatos que responden mejor al consumo actual de la audiencia.

La compañía, cuyo principal accionista es Comcast a través de su filial NBCUniversal, sigue siendo la mayor compañía de producción de ficción en español en Estados Unidos, con 22 estudios.

Aunque Pons no oculta que producir en Estados Unidos es hoy más costoso que hace una década, sostiene que el lugar natural de Telemundo es este. Su apuesta continúa firmemente anclada en el país donde nació la cadena.

“Nuestro compromiso es producir aquí, en Estados Unidos”, explica. “Nuestra audiencia está aquí y es a ella a quien nos debemos”. Ese vínculo con el público hispano —“un mercado enorme y extremadamente fiel”— es, asegura, el motor que guía las decisiones creativas y estratégicas del estudio.

Además, el directivo recuerda que la producción audiovisual genera un impacto económico importante para la región: “Cuando uno invierte en estas producciones, la cantidad de dinero que entra y la cantidad de trabajos que se generan es enorme”.

El desafío de los incentivos

Pero incluso Telemundo reconoce que sin incentivos es difícil recuperar la producción masiva que alguna vez caracterizó a Miami. En eso coinciden figuras muy distintas. La representante Alejandra Palomera lo dice sin rodeos: “Los incentivos son importantísimos. Miami necesita incentivos, y mucho”.

Y el comisionado René García, que está a cargo de la oficina pública que coordina, facilita y —cuando existen— gestiona los incentivos para producciones audiovisuales en el condado de Miami-Dade, lo confirma desde el lado institucional. “Estoy tratando de traer mejores condiciones para las producciones de cine y televisión, pero esos incentivos tienen que venir de Florida. La filosofía estatal no los comparte y eso hace muy difícil competir”, lamenta.

García, cuando era senador estatal hace más de una década, impulsó un fondo local de 10 millones de dólares para atraer producciones, pero reconoce que no basta. El incentivo estatal —el que realmente mueve proyectos grandes— sigue sin existir.

A pesar del declive de la producción en Miami, la telenovela ha encontrado nuevas vidas. Las plataformas han revalorizado el género, lo han exportado a nuevas audiencias y lo han convertido en contenido transversal.

En Estados Unidos, los hispanos ya superan los 62 millones, un mercado gigantesco para cualquier cadena. Las telenovelas, rebautizadas con muchos otros nombres como Super Series o series premium, siguen funcionando. Siguen siendo parte del ADN cultural hispano. Lo que ha cambiado es dónde se producen, no qué representan.

Cuando se pregunta a quienes vivieron aquella época si creen que Miami podría recuperar su brillo, las respuestas oscilan entre la prudencia y la esperanza.

“Es necesario revalorar la telenovela”, dice Barraza que estuvo al principio de todo. “Claro que hay esperanza”, comenta Azar, aunque aclara que “siempre y cuando los incentivos regresen”. Palomera lo ve posible si existen políticas públicas adecuadas. Y García insiste: “Miami sigue siendo el lugar perfecto para grabar… pero necesitamos apoyo”.

Miami ya no es la capital absoluta del melodrama latino, pero todavía conserva la chispa. Solo necesita que alguien vuelva a soplarla. Y quizá —como en toda telenovela latina— ese giro inesperado aún esté por escribirse.

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