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Del auto ‘volador’ de Beyoncé a los 30 conciertos de Bad Bunny en Puerto Rico: ¿estamos llevando el espectáculo demasiado lejos?

Las giras internacionales y los macroconciertos han entrado en una espiral de crecimiento que parece haber convertido cada espectáculo en una auténtica carrera por la grandiosidad

Bad Bunny en Puerto Rico el 11 de julio de 2025.
Ana Rojas

Columnas de fuego, escenografía imponente, hinchables kilométricos y un ejército de bailarines son características que han dejado de entenderse como algo excepcional en los shows de artistas internacionales; ahora forman parte natural de ellos. Especialmente en el caso de las divas del pop, su talento vocal representa ya solo una de las muchas capas que componen sus espectáculos, combinadas con un arsenal de looks customizados, coreografías, acrobacias, discursos… Todo estructurado con un timing milimétrico. Cuando vas a un concierto de Beyoncé, Jennifer Lopez o Lady Gaga ya no asistes únicamente a un concierto: es una experiencia inmersiva, una dinámica de ambición artística que parece aspirar siempre al próximo nivel. Sin embargo, a veces da la impresión de que la burbuja de la especulación creativa está a punto de explotar.

Los incidentes escénicos que vivieron Queen B y Katy Perry son una prueba fehaciente de ello. A finales del mes pasado, Beyoncé tuvo que pausar un concierto después de que un auto volador que utilizaba como utilería mostrara fallas mientras estaba en el aire. Es cierto que los contratiempos pueden ocurrir en cualquier show, pero, ¿realmente es necesario poner a una artista sobre un Cadillac volador por encima de las cabezas de decenas de miles de fans?

La inflación del espectáculo en las giras globales

En los últimos años, las giras internacionales y los macroconciertos han entrado en una espiral de crecimiento que parece haber convertido cada espectáculo en una auténtica carrera por la grandiosidad. Una tendencia que parece haberse disparado en el mundo pospandémico, ante la necesidad de saciar a un público que vive inmerso en lo digital, absorbido por las redes sociales y que demanda estímulos rápidos: más singles, más vídeos, más trends y más novedad.

Este aumento de producción se observa también en la intensificación de los lanzamientos musicales: hay artistas que publican una o varias canciones cada mes. Pero este ritmo también se ha trasladado al directo. Al principio, de forma más sutil —elementos interactivos con el público, visuales optimizados, gadgets tecnológicos—, pero que en ocasiones da la sensación de una carrera por ver quién presenta la puesta en escena más espectacular.

Una dinámica maximalista que parece aplicarse también a la carga de trabajo de los artistas y a las expectativas del público sobre la magnitud de sus giras. Por ejemplo, sin ir más lejos, Taylor Swift estuvo de gira con The Eras Tour durante casi dos años, visitando 51 ciudades en cinco continentes. Cada espectáculo ofrecía una representación escénica y temática de tres horas y media dedicada a la decena de “eras” artísticas de la cantante. Una serie de funciones de tal envergadura que parecieron abrumar incluso al propio Bad Bunny cuando anunció su gira Debí Tirar Más Fotos World Tour.

“Primero que todo, yo no soy Taylor Swift”, explicó el intérprete al adelantar información sobre su gira a Variety. “Será más bien un tour para Debí (Debí Tirar Más Fotos, nombre de su último álbum), pero con algunas canciones antiguas añadidas”, indicaba.

Sin embargo, la cantidad de fechas de su gira mundial no se queda lejos de las de Taylor. Ante la demanda de sus seguidores, el artista tuvo que aumentar la oferta hasta 50 conciertos. Su residencia en Puerto Rico incluye 30 funciones en apenas dos meses, entre mediados de julio y mediados de septiembre. Es decir, durante la mitad de los días de ese período, el artista estará trabajando y actuando. Una agenda exigente que se suma a su próxima residencia en Europa, donde ofrecerá 10 fechas casi consecutivas en el Wanda Metropolitano de Madrid.

Una intensidad y una presión —con todo lo que ello implica— a la que algunas artistas, como Miley Cyrus, han decidido no someterse. “La fisicalidad de lo que hago, el atletismo, los químicos que se producen en tu cuerpo cuando estás a ese nivel de... otra vez, hablamos del estrés, no es algo malo, pero sí existe un nivel de estrés alto (...) Así que parte de eso es mantenerme bien mental, física, espiritual y emocionalmente, y quiero enfatizar lo físico por lo agotador que es un desempeño en vivo a nivel físico”, ha expresado la intérprete en una entrevista reciente.

Sin duda, estos acontecimientos presentes en los espectáculos a gran escala invitan a reflexionar sobre las dinámicas actuales del mundo del entretenimiento.

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Sobre la firma

Ana Rojas
Es periodista y cubre temas de música, cultura y sociedad. Forma parte del equipo de LOS40 y coordina LOS40 USA, el proyecto en Estados Unidos de la emisora. Ha participado en investigaciones internacionales con entidades como la Fundación Por Causa y Lighthouse Reports. Ha trabajado también con The New York Times y The Guardian.
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