Arde el Gran Cañón: un incendio quema 2.300 hectáreas y destruye estructuras históricas del parque
Un fuego causado por un rayo el 4 de julio se ha ido expandiendo hasta consumir cabañas y hoteles del célebre Parque Nacional. La gobernadora de Arizona exigirá responsabilidades políticas

Los Parques Nacionales son el gran pegamento de Estados Unidos, una institución que une a los habitantes de todos los Estados y de todos los colores, ya sean de piel o políticos, y que estos últimos meses están sufriendo recortes y problemas medioambientales. Entre ellos, el Gran Cañón, el segundo más visitado del país, es de los más queridos, por su sobrecogedora inmensidad. Sin embargo, ahora está en peligro a causa de un incendio que asola su zona norte, que ya ha quemado más de 2.300 hectáreas y destruido medio centenar de sus construcciones más importantes, entre ellas su hotel más antiguo y de los más célebres, el Grand Canyon Lodge.
Este incendio, llamado Dragon Bravo Fire, arrancó el pasado 4 de julio, hace ya 10 días, al parecer a causa de un rayo. Inicialmente, el fuego era bastante manejable y los bomberos usaron una estrategia de contención. Pero los fuertes vientos que empezaron a azotar la zona el viernes hicieron que se evacuara entonces a residentes y visitantes; fue a partir del sábado cuando se salió de control. Esa noche del 12 de julio se fue expandiendo sin freno a causa de fuertes vientos de hasta los 65 kilómetros por hora.
Pese a los esfuerzos de las patrullas de bomberos por frenarlo, lanzando agua desde el aire, quemó 200 hectáreas en esa primera noche, aunque ahora la magnitud se ha multiplicado por más de 10. Tal y como confirman desde el propio sistema de Parques Nacionales, el fuego ha provocado “la pérdida del Grand Canyon Lodge y de numerosas cabañas históricas”, entre 50 y 80, explican. Todo ello ha hecho que el parque haya decidido cerrar su North Rim, su desfiladero norte, el menos transitado, durante el resto de la temporada.

Desde el South Rim —la franja más popular y que recibe el 90% de los cinco millones de visitantes del parque— se pueden ver las columnas de humo que asolan la zona norte. En ella son menos habituales los turistas, y apenas recibe medio millón de visitantes al año. Allí se ubicaba el grandioso el Grand Canyon Lodge, una construcción del arquitecto Gilbert Stanley Underwood en 1927 (aunque una parte se quemó en 1932 y tuvo que rehacerse en 1937) que acababa de ser restaurada a lo largo de este año, con unas impresionantes vistas sobre el parque. El hotel y sus 120 cabañas, solo operativos en temporada, iban a permanecer abiertos desde el 15 de mayo al 15 de octubre. En el fuego se han destruido buena parte de dichas cabañas, así como zonas de alojamiento para empleados y una planta de tratamiento de aguas residuales del parque; de hecho, una fuga de cloro gaseoso de esta planta complicó la situación y obligó a los bomberos a suspender temporalmente la operación. Se ha evacuado a los alojados, trabajadores y a excursionistas de la zona, pero sin lamentarse heridos.
Inicialmente, las autoridades decidieron usar una estrategia de, explicaron, “confinar y controlar” para el incendio, pero el paso de los días y las condiciones adversas (temperaturas altas, humedad baja, fuertes vientos) hicieron que todo empeorara sin remedio. De ahí que ahora algunas voces críticas se cuestionen por qué los bomberos han sido tan conservadores a la hora de controlar el fuego, tanto como para permitir que se haya expandido hasta tomar tal magnitud. La gobernadora del Estado en el que se enmarca buena parte del Gran Cañón, y especialmente sus entradas turísticas, Arizona, ha pedido una investigación para conocer a fondo cómo se ha manejado el asunto. “Estoy terriblemente apenada por la destrucción del histórico Grand Canyon Lodge, y mi corazón está con todos los afectados por el incendio Dragon Bravo cerca del desfiladero norte del Gran Cañón. Gracias a cada bombero que ha ayudado a combatir las llamas”, ha escrito Katie Hobbs en su cuenta oficial de X.

“Un incidente de esta magnitud exige una supervisión y un escrutinio rigurosos acerca de la respuesta de emergencia dada por el gobierno federal. Primero, deben tomar medidas enérgicas para extinguir el incendio forestal y evitar daños mayores. Pero el pueblo de Arizona merece respuestas sobre cómo se permitió que este incendio destruyera el Parque Nacional del Gran Cañón”, ha afirmado la gobernadora, demócrata. “Aunque las llamas se iniciaron por la caída de un rayo, el gobierno federal optó por gestionar ese incendio como una quema controlada en la época más seca y calurosa del verano de Arizona. Pido al gobierno federal una investigación exhaustiva e independiente sobre la gestión del incendio y un informe que detalle las decisiones que condujeron a este resultado devastador”.
Además del Dragon Bravo, hay otro incendio más al norte, el llamado White Sage Fire, que todavía no se ha podido controlar y que ya arrasa nada menos que 20.000 hectáreas. El Gran Cañón es un parque de enorme extensión, con casi 500 kilómetros de longitud y 30 de ancho, protegido por la Unesco, y de los más visitados de los famosos Parques Nacionales de Estados Unidos. En 2024, fue superado por el Parque Nacional de las Grandes Montañas Humeantes, entre Tennessee y Carolina del Norte, con más de 12 millones de visitantes; y por muy poco por Zion, en Utah, que obtuvo 4.947.000 visitas, frente a los 4.919.000 del célebre Gran Cañón sobre el río Colorado.

Con la llegada de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos, los Parques Nacionales están sufriendo. Es habitual encontrar a los rangers, los agentes de los parques, protestando por la pérdida de la calidad de sus queridos parques. El sistema se encarga de 433 lugares a lo largo de 35 millones de hectáreas, pero según un informe de la Asociación por la Conservación de los Parques Nacionales de principios del mes de julio, ha perdido a una cuarta parte de su plantilla; además, en temporada de verano, la más alta, la administración había prometido cubrir 8.000 plazas de manera temporal, pero apenas lo están la mitad, unas 4.500. Eso, según la asociación, pone en riesgo la seguridad de los visitantes, así como la calidad de sus visitas, y sobrecarga de trabajo a los rangers. Las instalaciones abren menos horas o están peor cuidadas, afirman. Su presidenta ha hecho una llamada al Congreso para ayudarles a superar “una crisis que ha sido elegida por esta administración, pero que todavía pueden deshacer”: “Es hora de que los legisladores que juraron proteger nuestros parques nacionales actúen ahora, antes de que el daño a nuestros parques y al legado de nuestra nación sea irreversible”.
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