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Operación Triunfo
Crónica
Texto informativo con interpretación

Gala 9 de ‘Operación Triunfo’: el jurado se pone “en modo madre”

Es difícil descifrar si el aparente desinterés del programa por sorprender a los espectadores lo provoca que ya den la edición por perdida o que va tan bien que creen que no merece la pena esforzarse más

Eva Güimil

Que el ascensor social estará escacharrado, pero el que lleva de la baja a la alta cultura funciona a pleno rendimiento; lo corroboró OT abriendo su novena gala con Potra salvaje, el himno camp que se popularizó el pasado año gracias a eventos deportivos. Anda que no era gracioso ver a los testosterónicos jugadores de la selección entonando eso de “Como una potra salvaje que en el oleaje no pierde el sentido, no quiero riendas ni herrajes y en los homenajes me pongo un vestido”. A ver quién se tomó en serio a Isabel Aaiún cuando empezó el fenómeno, y ahí está ahora llenando salas y compartiendo actuación grupal con los concursantes de Operación Triunfo.

A Aaiún, la gloria le llegó vía fiestas populares. Antes que en las listas de éxitos, reinó en las playlists de las orquestas, ese ecosistema con su propio star system, en el que conviven desde las hiperprofesionales agrupaciones con vestuarios a lo Broadway y cachés millonarios, a dúos que siempre reciben nombres como Esplendor o Reflejos y suelen ser dos primos hermanos con un acordeón y un Casio PT1. No puede haber arte más puro y genuino. Que no se pierdan nunca las verbenas, las romerías, las fiestas de prao. Potra salvaje estuvo hasta en la sopa, fue un Despacito, un Aserejé, una Macarena, un Pajaritos por aquí, pajaritos por allá. Aunque ahora escandalice la omnipresencia de las canciones de Rosalía, lo normal siempre ha sido que cada cierto tiempo un artista se cuele machaconamente por los diales y los patios de vecinos. Esta semana, la catalana le ha contado a Jimmy Fallon que los 13 idiomas que utiliza en Lux son obra y gracia de Duolingo, las lenguas de fuego de Pentecostés hechas app. Al final, el pajarito era Bjork, pero también el implacable búho de Duolingo. Hoy me ha despertado un mensaje suyo diciendo que me echa de menos: “Solo quería ver si estabas ahí”, me escribió. A veces una app te hace más caso que tu situationship, el amor en la vida moderna.

La simpar y verdosa ave nocturna podría haberme escrito también “Yo no sé si te olvidaste ya de mí, probablemente”, que cantaba Rocío Dúrcal en Fue tan poco tu cariño, el tema que interpretó anoche Lucía como sabiendo que ya no iba a cantar más como concursante. Sonó a despedida y no demasiado triunfal. Resultó imposible no recordar la épica La gata bajo la lluvia que se marcó Naiara en la pasada edición. Y ahora hago un impás para recordar que su compositor Rafael Pérez Botija no tendrá un Nobel como Dylan ni dieciséis nominaciones al Oscar como Diane Warren, pero escribió “si alguna vez nos vemos por ahí, invítame a un café y hazme el amor”. Gloria eterna para él. Y pido otro impás para preguntarme dónde está Naiara y reflexionar sobre lo poco que importa realmente el orden de salida de la Academia.

Guille Toledano se peleó con los falsetes de Mick Hucknall, el pelirrojo de Simple Red, en Stars, un lance complicado que solventó, aunque dada su popularidad fuera de la Academia y el hecho de que fuese la enésima nominación de Lucía, hacía bastante predecible la expulsión. Cuando finalmente se desvelaron los porcentajes, ella no pareció muy afectada por la decisión; al menos pudo vivir la experiencia de la firma de discos en la que los concursantes han plasmado su rúbrica en un cojín y varias tetas, pero es que quién va por ahí ya con boli y papel. Hubo un manchón en el feliz acontecimiento. Una asistente se acercó a Guillo Rist y le culpó de la nominación de Lucía.

Siempre me sorprenden los que van a los sitios para increpar al personal, como esa gente que un día se levanta y decide que va a ir a gritarle improperios a Isabel Pantoja o a Shakira o a Zaplana a la entrada de un juzgado. Pedir un día de asuntos propios para ir a faltar; ya hay que tener la vida vacía. Cuando es mucho más práctico componerles una canción, como hizo Sabrina Carpenter en Manchild, un ajuste de cuentas de la cantante con su ex, el actor Barry Keoghan, que interpretaron Olivia y Cristina. Chenoa aprovechó el pisuerguismo para meter una cuña sobre la madurez de los hombres, como si fuese muy maduro dirimir los asuntos íntimos en la MTV. Yo no sé cómo la gente sigue teniendo relaciones con escritores de canciones cuando saben que a la mínima te van a poner a bajar de un burro y además con nombre y apellidos. Una cosa de ahora, que llevamos más de cincuenta años preguntándonos quiénes son los “so vain” a los que cantaba Carly Simon.

Guillo Rist salió bastante airoso del desplante de la persona ociosa que acudió a vituperarlo y también de la interpretación de Peregrino de Carlos Ares, durante la que lució voz y acting. Al menos para el vulgo, el jurado consideró que debía ser nominado, a pesar de que recalcaron que era el concursante que más se dejaba la piel. Parece que, como el Shylock de El mercader de Venecia, además de piel, quieren una libra de carne. Más indulgentes fueron con Crespo, que sigue adelante una semana más con el Hold My Hand de Jess Glynne, otra de esas canciones que se popularizaron gracias a TikTok. Empiezo a pensar que Crespo le ha hecho un amarre al jurado. No lo descarten, la cosa mágica está de lo más accesible. Esta semana me encontré en el buzón la publicidad de un chamán de Málaga; que no se diga que la hechicería no tiene movilidad geográfica, que me ofrecía vudú Candomblé de siete nudos y santería yoruba para garantizarme el amor, la salud o el dinero; como me vienen bien las tres cosas, he apuntado el número en un cojín.

No fueron tan misericordes con Téyou, que lidió con Super vacío de Vic Mirallas, compositor y profesor en la Academia. Chenoa, con hombreras de malvada de culebrón ochentero que por la mañana lanza una OPA hostil y por la tarde seduce a un galán de sienes plateadas, sintió vibras de club de jazz y yo de cara B de Presuntos Implicados, y eso no es necesariamente algo positivo. A Téyou la acusaron de no dar un golpe sobre la mesa, pero con ese material no se habría lucido ni Barbra Streisand. Esta semana la han propuesto para la nominación porque creen “que va a ser bueno”. Les faltó soltarle un “quien bien te quiere, te hará llorar” o “no eres tú, soy yo”. Tampoco se libró de la nominación Claudia Arenas, que interpretó Latin Girl de Emilia Menes, y cada vez se cree más a sí misma, aunque el jurado no la acompañe en el sentimiento.

Cristina salió elegida favorita. “El proyecto más claro”, según Abraham Mateo. O sea, la más vendible, porque nunca hay suficientes postadolescentes cantándole al desamor. Que no fuese nominable la salvó a pesar de pasarse de frenada más de una vez. No tuvo la misma suerte su compañera Olivia. También se libró Tinho, que bordó la complicada Beautiful Things, porque miren que es difícil competir en pulmones y entusiasmo con Benson Boone. Leire Martínez, que como todo el jurado vive poseída por el síndrome del poli bueno, afirmó que le hablaba en “modo madre” y Tinho le replicó que una madre “que está muy bien para su edad”. Una de esas frases con trampa, como el “qué guapa estás, no pareces tú”. Halagos que te arruinan el día.

Guillo, Téyou, Olivia y Claudia fueron los cuatro nominados y podrían haber sido perfectamente los cuatro finalistas. Los profesores salvaron a Olivia y los compañeros, a Claudia, lo que deja a merced de los espectadores a Téyou y Guillo, dos nombres que figuraban en todas las quinielas como vencedores finales y dos buenos amigos dentro del programa. Quizás por eso no parecieron demasiado afectados, o porque no parece que la vida en la Academia rezume emoción, o porque piensan que la salida no es el final, solo el principio, ¿de qué?, es la cuestión. Tal vez de una carrera como la de Ana Mena, que esta semana volvió como estrella invitada de un show demasiado encandilado consigo mismo. Repite artistas invitados, recurre semana tras semana a visitas de antiguos concursantes y ahora hasta a canciones de sus profesores. Es difícil descifrar si el aparente desinterés del programa por sorprender a los espectadores lo provoca que ya den la edición por perdida o que va tan bien que creen que no merece la pena esforzarse más.

Desde luego, no parece que los comentarios negativos en las redes les influyan, al contrario que TVE, a la que el “proceso de escucha” que ofrecen las redes le ha servido para darse cuenta de que Hasta el fin del mundo, su nuevo concurso de famosos haciendo cosas, no podía prolongarse hasta las dos de la madrugada porque la gente tiene que descansar, hasta los ociosos que salen de la cama solo para increpar a Isabel Pantoja.

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Sobre la firma

Eva Güimil
Eva Güimil (Mieres, 1972) ha sido directora y guionista de diversos formatos de la televisión autonómica asturiana. Escribe sobre televisión en EL PAÍS y ha colaborado con las ediciones digitales de Icon y 'Vanity Fair'. Ha publicado la biografía de Mecano 'En tu fiesta me colé'.
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