Los silencios de Víctor Manuel no caben en la tele
No importa lo que se esfuercen en ‘Salvados’ en afinar el retrato. Al final, solo saldrá ruido, porque el cantautor habla como los paisanos de Mieres


No he visto el Salvados dedicado a Víctor Manuel que emite La Sexta esta noche, así que esto no es una reseña ni un juicio de valor, ni tan siquiera una recomendación. Como mucho, es una sospecha, una inquietud. En tiempos de memes y reels, del programa de Gonzo se va a coger el rábano por las hojas. No importa lo que se esfuercen en afinar el retrato. Al final, solo saldrá ruido, porque Víctor habla como los paisanos de Mieres. Como buen poeta, desconoce el eufemismo y la perífrasis. Ya han cebado el programa con frases sobre Pedro Sánchez y algunos personajes de la política. Por ejemplo, compara a Abascal con Blas Piñar, en una analogía no demasiado sorprendente, pero que ha producido unos cuantos clics y peleítas en las redes.
“Abascal y Blas Piñar me parecen igual de patéticos. Un cascarón vacío”. Este domingo (21.35h), Víctor Manuel en estado puro. pic.twitter.com/zPBg8pzVaT
— Salvados (@salvadostv) November 7, 2025
Es una pena que el ruido apague los silencios de Víctor. Si sus palabras suenan categóricas es porque cultiva unos silencios que la televisión no puede permitirse. Víctor Manuel es inenarrable en la tele: para mostrar su manera de estar en el mundo haría falta una película al estilo de Bergman, larga y con planos muy estáticos y minimalistas. El horror vacui anfetamínico de la televisión y las redes sociales de hoy le hace poca justicia a su sonrisa irónica, a su humor socarronísimo y subterráneo y a su inagotable capacidad de escucha. Cuando Víctor habla con alguien, le atiende con todo el cuerpo. El interlocutor siente que no hay nada más importante que lo que dice. Mientras escucha, el cantante elabora una réplica que es oportuna porque responde a lo que el otro ha dicho. Nunca trae las frases pensadas de casa, como los tertulianos. En un mundo de monólogos, él conversa, pero en Instagram solo hay sitio para los predicadores. Tras la emisión de Salvados flotarán por las pantallas de los teléfonos retales de una especie de sermón. Y de cura, Víctor solo tiene la pose, con su camisa negra y su forma de apropiarse del escenario.
Si alguien recogiera las modulaciones del silencio de Víctor Manuel, en lugar de entrecomillar sus palabras, podríamos ensayar un cambio de tono que nos haría mucho bien. Sería hermoso que el debate político se pareciera más a una sobremesa larga con él, y menos a un peloteo de zascas entre diputados. A falta de silencios, ojalá resuene con más fuerza una de las divisas que enarbola desde siempre: aquí cabemos todos o no cabe ni Dios. Con eso bastaría.
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