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El hormiguero
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘El hormiguero’: Pablo Motos se rinde ante Pérez-Reverte

El escritor ha acudido al programa a presentar la nueva entrega de Alatriste, pero el presentador quería ir por otro lado. Al final, hablando claro, ha estado encogido

Pérez-Reverte y Motos se saludan.
Jimina Sabadú

Pablo Motos (Requena, 60 años) abre el plano de El Hormiguero con un baile juvenil. Los colaboradores salen por detrás, fingiendo que se lo pasan pirata. Hoy viene Pérez Reverte, y mañana Ester Expósito. Serán dos programas radicalmente diferentes en tono, contenido, y trato. Se mantendrá la silla de Motos, elevada con sutileza unos treinta centímetros por encima del invitado.

Pero esta noche tocaba señor intelectual. Pablo Motos enuncia un oxímoron “Hoy ha venido a divertirse al Hormiguero... ¡Arturo Pérez-Reverte!”. ¿Se ha divertido alguna vez este hombre? Me pregunto. ¿Alguna vez le recuerdo sosegado? No lo creo. Pérez-Reverte sale al escenario y se sienta cómodamente en esa silla. Le ponen una taza del programa en color blanco (la de Motos es cromada, sideral, casi merchandising del grupo Spectra) y Motos muestra un ejemplar de la nueva novela de Alatriste, titulada Misión en París. Han pasado quince años entre la anterior (El puente de los asesinos) pero, como dice Reverte, para el protagonista solo ha pasado un año.

La entrevista empieza hablando un poco de literatura, que hay que vender (o intentar vender) la novela, especialmente ahora que las ventas de libros son exiguas. Pérez-Reverte habla de Los tres mosqueteros (creo que no recuerdo una entrevista suya en la que no mencione, antes o después, a Dumas) y dice que él se sentía D’Artagnan. Las hormigas murmuran algo que no entiendo. Espero a que suceda el inevitable momento en el que un menor de cincuenta confunde los nombres de los Mosqueperros con los de los Mosqueteros, pero no sucede.

Pablo Motos y Arturo Pérez-Reverte, en un momento de la entrevista.

Información promocional: ha salido esta novela, trata de esto, aquí la portada, adiós muy buenas. El departamento promocional de Alfaguara ha tenido unos minutos de exposición en prime time, que no es cualquier cosa. Pero el resto de la entrevista ya va a ir por otro lado. Toca, como no podía ser de otro modo, el momento del reporterismo de guerra (ahora tan mal pagado), y Pérez-Reverte cuenta otra vez —y digo otra vez porque se lo oí contar en vivo, en 1995, en un colegio— cuando hizo omisión de ayuda en Bosnia porque había que salir en el telediario. Dice que esos niños se le quedan en la retina y en el recuerdo. Me pregunto si miente (si le da igual) o si es una de esas raras confesiones que caen en las entrevistas.

Pérez-Reverte tiene 74 años, y ya ha conquistado todo lo que podría querer (superventas, académico de la lengua, adaptaciones al cine y supongo que mucho tiempo libre para leer). Motos, catorce años menor, no tiene todo lo que podría querer, y sospecho que no lo tendrá nunca. Pablo intenta seguirle el ritmo a Arturo, pero no puede. Él mismo sabe que no va a ser capaz. Arturo es un entrevistado agradecido, de esos con los que no hace falta tener un extra de seis preguntas más por si se quedan sin fuelle. Motos, que es muy de contar sus anécdotas, solo consigue colocar una. Sabe que es el omega (ni siquiera el beta; eso es con los de Hollywood) y se retira a un discreto segundo plano. Lanza preguntas no muy afiladas. Que a ver qué piensa Reverte de Pablo Iglesias, de Vox, de Rufián. Reverte, que tiene muchos años pero también muchas tablas, se maneja con soltura. No es tajante en ningún momento, y matiza dentro de la propia respuesta. Sabe la que se le puede venir encima. Solo sale de ese papel cuando Pablo Motos le pregunta por el Islam (en ese momento las hormigas deben de estar escuchando al Hombre Linterna en el discman).

Motos sabe que tiene delante a un hombre intelectualmente muy superior a él. Ha pasado más veces, pero es que en esta ocasión lo sabe, lo asume.

Motos, hablando claro, está encogido (pese a lo de la silla). Sabe que tiene delante a un hombre intelectualmente muy superior a él. Ha pasado más veces, pero es que en esta ocasión lo sabe, lo asume. No hay huevos de hacerle un chiste a Pérez-Reverte; a ver quién osa a probar con la diversión. Se cuela otra frase que pasa desapercibida “He dejado muertos en la cuneta... a veces matas sin querer”. Y dale, seguimos con preguntas genéricas “¿Quedan héroes como Alatriste?” Esta misma pregunta se la hubiera podido cascar a Francisco Ibáñez, Jack Kirby, o Chimo Bayo. Hubiera dado lo mismo. “Los españoles son héroes como Alatriste”. Aplausos.

Las preguntas políticas son imparables. Desfila todo el hemiciclo y parte del G7. Pérez-Reverte reparte sin que se note que va con cuidado. Motos pregunta si Europa agoniza. “Europa es una especie de enfermo agonizante que sirve a Trump y teme a Putin. Su momento pasó”. No veo el momento de que llegue algún colaborador a hacer chistes. Pero no pasa. Me doy cuenta de que se va a acabar el programa y allí nadie ha hecho tonterías, ni se han tenido que aplaudir los ¿chistes? de Juan del Val. En sustitución tenemos algunas preguntas sobre Pedro Sánchez, que es el perejil de todas las salsas (y no solo por ser presidente del gobierno). Aplauden mucho cuando Pérez-Reverte ridiculiza a Yolanda Díaz. En líneas generales, Motos quiere que el invitado sea su altavoz, pero no lo consigue. No sé cuál es la orientación política de Motos (aunque me la puedo imaginar), pero sí sé que no se atreve a expresarla muy alto (cosa que, por otro lado, entiendo).

El programa toca a su fin. Ha salido a pasear el Pérez-Reverte polemista, pero también el Pérez-Reverte escritor. Me ha recordado a cuando le leía en prensa y no en Twitter (ahora X). El Pérez-Reverte escritor es más interesante que el Pérez-Reverte tuitero.

Ahora mismo Pablo Motos debe de estar con una toalla al cuello mientras sus asistentes y lisonjeros le dicen que ha estado muy bien, que todo ha ido genial. Y no ha ido mal. Eso de dejar que el invitado hable funciona. Deberían hacerlo más. Y ya, en otra ocasión, dar más de diez minutos a un escritor para que hable de literatura sería todo un avance. Y mañana, Ester Expósito. Que vuelva el sex appeal de Pablo Motos a dar lo mejor de sí.

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Sobre la firma

Jimina Sabadú
Columnista en la sección de Televisión. Ha colaborado en 'El Mundo', 'Letras Libres', 'El Confidencial', en programas radiofónicos y ha sido guionista de ficción y entretenimiento. Licenciada en Comunicación Audiovisual, ha ganado los premios Lengua de Trapo y Ateneo de Novela Joven de Sevilla. Su último libro es 'La conquista de Tinder'.
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