‘Sin piedad para nadie’ o la hipnótica atracción de la violencia
Si hablamos de violencia filmada, esta serie de Netflix deja a Tarantino a la altura de un ejercicio infantil de fiesta de fin de curso


Corea del Sur ha demostrado hace tiempo que es una notable potencia en la producción de largometrajes y series de televisión. Aún son recientes la multipremiada Parásitos o el indiscutible éxito de El juego del calamar, una aceptación popular que está unida a la difusión internacional que ofrecen plataformas como Netflix para una selección de las, por ejemplo, 120 producciones dramáticas para la televisión que se realizaron en 2022. Ahora llega Sin piedad para nadie, siete capítulos de una inagotable venganza de un antiguo miembro de una banda de criminales decidido a matar a todos los que intervinieron en la muerte de su hermano.
El protagonista llevaba 11 años alejado del mundo criminal, pero el asesinato de su hermano desencadenó una furia incontenible en la que el deseo de hacer justicia, su justicia, se entremezcla con un ajuste de cuentas con su pasado. Es pública la admiración que realizadores como Quentin Tarantino sienten por las ficciones surcoreanas, algo justificado si pensamos que Sin piedad para nadie, la serie creada por Choi Sung-eun y Yoo Ki-seong, deja a Reservoir Dogs, si hablamos de violencia filmada, a la altura de un ejercicio infantil de fiesta de fin de curso.
El desarrollo dramático o el perfil de los personajes es otra cuestión. La serie asiática deja de lado lo que sus responsables deben considerar prescindible, es decir, los matices de la historia y de sus protagonistas. Además de las numerosas comidas que ofrece su realizador a lo largo de la serie, y la impecable limpieza de los lujosos vehículos que se muestran, lo que prima es la violencia, las decenas o centenares de peleas de todo tipo que inundan con constancia la pantalla y que, suponemos, contienen un componente hipnótico en quienes las contemplan.
Una atracción que comparten y demuestran los directores de los informativos de las cadenas generalistas al priorizar las atrocidades del Ejército israelí en Gaza, la violencia machista o la burda ferocidad del Partido Popular, incapaz de argumentar racional y políticamente sus legítimas discrepancias con el Gobierno socialista, acogiéndose únicamente al insulto, un partido presidido por Alberto Nuñez Feijóo y dirigido por la compañera sentimental de un defraudador fiscal confeso que se ampara en la inmunidad que le garantiza un importante sector de la judicatura. Y aquí cabe reconocer la lucidez del autoritario Manuel Fraga Iribarne cuando lanzó al mundo el eslogan publicitario de que “España es diferente”. Es verdad.
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