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David Verdaguer: “La mayoría de la gente es buena, pero la mala hace más ruido”

El actor estrena ‘El mal invisible’, una serie sobre el asesino de personas sin hogar en Barcelona durante el confinamiento de 2020

El actor David Verdaguer, en un hotel de Madrid.
Ángeles Caballero

David Verdaguer (Malgrat de Mar, Barcelona, 41 años) aparece en un hotel de Madrid la tarde de San Isidro. Viene directo de un vuelo desde Canarias y nada más saludar advierte: “Estoy bien, muy cansado, pero ya verás cómo me animo”. Cinco minutos después se pedirá una cerveza tostada sin alcohol; como si la cebada hiciese efecto, sacará al ‘chanante’ que lleva dentro. El actor estrena hoy El mal invisible, una serie producida por The Mediapro Studio y 3Cat basada en un caso real, el del asesino de personas sin hogar en Barcelona durante el confinamiento de 2020. “Soy muy listo, pero nada inteligente. Y tengo mucho sentido del humor”, dice de sí mismo. Y eso que hasta hace nada, añade, le ofrecían siempre papeles de “catalán triste”. La serie se estrena en Disney +.

Pregunta. Como fan confesa de todo lo que rodea al true crime, y viendo lo que promociona, ¿cuál diría que es su relación con el mal?

Respuesta. Llegué a la serie sin conocer para nada el caso, porque hice como todos en la pandemia, quedarme en casa y mirarme el ombligo. Mi relación con el true crime no es muy buena como espectador, me pasa como con las pelis de miedo. Puedo verlas con gente, mi pareja, pero a solas… yo no sé cómo podéis dormir escuchando un podcast que habla de despedazar gente.

P. Hombre, dormir no, pero durante el resto del día…

R. Hay algo amarillista también ahí, ¿no?

P. Totalmente.

R. Es que el amarillo chilla mucho para mí, pero como esto está ficcionado… En fin, que no me gusta mucho el tema oscurito.

P. En El mal invisible hace de policía. ¿Es de los que se documenta, se adentra en la profesión que interpreta?

R. En este caso hicimos algunos ensayos físicos, querían que me pusiera fuerte y como puedes comprobar no llegué. Pero no soy un actor de método, simplemente tiro de la imaginación. Una de las cosas que me atrajo de esta serie es que estaba harto de hacer de catalán triste. Aquí me ofrecían hacer de catalán cabrón, machista, maltratador, un tío muy poco trabajado, digamos, poco sensible y muy heterobásico. Me apetecía mucho hacerlo y creo que lo he hecho bien. En fin, que no tengo abuelas y te gustará más o menos la serie, pero este personaje cuela, es un pobre imbécil con la sensibilidad de un neumático. Da bastante pena.

P. Habla de catalán triste, pero si tuviera que definirlo según lo último que he visto, diría que es “ese que me cayó tan mal en la película de Mario Casas”.

R. ¡Qué maravilla! Es verdad que me han llegado ese tipo de cosas después de que estrenáramos Muy lejos, porque ahí hago de un tipo de catalán que tiene carisma, es rápido y al principio cae bien, pero luego se revela como un imbécil. Ahora que lo pienso, Marcel Barrena también me dio el papel de un imbécil para El 47. ¿Cuántos papeles de catalán imbécil me van a tocar a partir de ahora?

P. Aproveche y pida qué tipo de personaje le apetece que le propongan.

R. Me encantaría hacer de malo, de gran villano.

P. En muchas de sus entrevistas repite la palabra “miedo”.

R. Sí, todo el rato.

El actor David Verdaguer, en un hotel de Madrid.

P. ¿A qué?

R. Tengo mucho miedo y cada año tengo más. Hace tiempo me dijo un actor: “Cuando tengas niños ya verás que el oficio pasa a segundo plano porque lo importante en la vida es otra cosa y serás mejor actor”. Bueno, pues me ha pasado al revés. Quiero hacerlo bien y pasármelo bien, soy un privilegiado, pero lo paso mal. Es valiente decir que tienes miedo y es bonito aceptarlo y salir al escenario. Hasta que no me gane pienso seguir haciéndolo.

P. ¿Tiene algo de síndrome del impostor?

R. Creo que sí, pero es delicado decirlo. Creo que hago cosas muy bien hechas y otras no, pero creo que esto lo tienen todos los oficios. Cuanto más tiempo llevas más te cuestionas, porque al principio te podía la ilusión, pero creo que nuestro trabajo es mentir y que no te pillen haciéndolo.

Es valiente decir que tienes miedo y es bonito aceptarlo y salir al escenario

P. ¿Cómo se lleva con la fama?

R. En Cataluña soy un poco más conocido y la gente que se acerca a saludarme es muy amable. Creo que en el oficio me quieren porque yo quiero mucho a la gente, pero puedo ir por la calle sin problema, no soy Dani Rovira o Mario Casas. Mi yaya decía que desconfiara, pero creo que la mayoría de la gente es buena, lo que pasa es que la mala hace más ruido.

P. ¿Muchos amigos actores?

R. Sí, y también otros que no lo son. De todos modos cada vez estoy menos sociable, así que leo mucho. Esto queda un poco mal, ¿no? En plan: yo leo mucho. Estoy un poco más pa’ dentro que antes. Stoner, de John Williams, me flipó, y La puerta, de Madga Szabó, es increíble.

P. ¿Lo suyo con el oficio es vocacional?

R. Sí, desde que era pequeño. No era muy habilidoso en deportes, de psicomotricidad iba justito, y me libré del bullyng y la risa fácil por lo patoso que era gracias al que tengo mucho sentido del humor.

P. Su primer papel fue el de “chico de la barra”.

R. En audiovisual sí. Fue para una serie diaria en TV3 que se llamaba El cor de la ciutat, hice tres papeles distintos porque duró tanto la serie que la gente no sabía ni quién era. Recuerdo que llegué a una sala y lo primero que me dijo la maquilladora fue: “¿Pero este personaje no tenía que ser guapo?”. Hice una broma, evidentemente, y es que además tenía razón. Monté una compañía de teatro que se llama El Nacional No Ens Vol y actuábamos en el Llantiol, un sitio muy pequeñito donde empezaron Tricicle, Eugenio… Era muy feliz, porque nos veían siete u ocho personas, pero el boca oreja hizo que viniera más gente. Y justo cuando se llenó lo dejamos, qué imbéciles éramos. Unos años más tarde estaba en el Llantiol haciendo de Eugenio y dirigido por David Trueba. Qué bonito que la vida a veces te devuelve lo que das. En medio he tenido otros trabajos, claro. Me echaron de teleoperador porque hacía voces.

P. ¿Perdón?

R. Me llamaban y les decía: “Ahora le paso”, pero les dejaba en espera y me hacía pasar por otras personas. Un día la encargada me preguntó: “Oye, David, ¿tú te haces pasar por argentino?”. Le respondí: “Y más cosas, Pilar, porque me aburro mucho”. Me dijo: “Vale, pues vete a tu casa”. He hecho muchas más cosas. Con un amigo pianista he hecho bolos en bares, he repartido flyers de un bar de flamenco en Barcelona, he sido payaso en comuniones, mago en discotecas… esto último era muy agradecido porque como estaban todos borrachos colaba cualquier truco de cartas.

P. Porque el público infantil no es tan agradecido.

R. A veces le hago bromas a mi hija y no se ríe nada. Y le digo: “Oye, que no eres Marcos Ordóñez o Boyero, que eres mi hija, ríete, cabrona”.

P. ¿Qué proyectos tiene entre manos?

R. Acabo de rodar mi primera película en inglés y estoy muy contento, se titula The End of It, producida por The Mediapro Studio y BBC, y la protagonista es Rebecca Hall. Creo que será la primera y la última a la vez. A Rebecca le pregunté: “Do you understand my English?”, y como me dijo que sí, pensé: “Pues qué bien, p’adelante”. No quería ser buen actor, solo que me entendiera. Estoy también en una serie con Ernesto Sevilla y Ojete Calor que se llama Rafaela y su loco mundo. Todo lo que me proponga Ernesto me parece bien.

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Sobre la firma

Ángeles Caballero
Nació en Madrid porque en Getafe, de donde se considera, no había hospital en 1976. Estudió Periodismo por vocación y ahí sigue, a pesar de todo. Ha pasado por ABC, Actualidad Económica, Qué!, El Economista, Onda Cero, Vanity Fair y El Confidencial. Fundó Ctxt. Ahora colabora en la SER, La Sexta y en EL PAÍS hace entrevistas, crónicas y columnas.
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