Secretos daneses y legados españoles, dos entretenidas series
Las dos están en Netflix y las dos se caracterizan por mostrar las pasiones bajas de los más privilegiados


Después de ver los seis capítulos de la entretenida serie danesa Los secretos que ocultamos, está claro que, como diría el clásico, ser o no ser rico en Dinamarca marca la diferencia. Los que poseen mucho tienen unas mansiones fantásticas y, además, las rellenan con unos muebles y objetos de diseño excelentes, sobrios y funcionales.
Los que no poseen nada más que su fuerza de trabajo, en la serie que comentamos las numerosas criadas filipinas —si se prefiere ser menos descarnado, las au pair—, no solo no tienen nada sino que son los objetos de deseo de los herederos adolescentes pues, al parecer, los instintos del bajo vientre son constantes al margen del estatus social.
Creada por Ingeborg Topsøe y con unos protagonistas lugareños tan elegantes y altos como sus mansiones, la trama que exhibe Netflix, como suele ser habitual, tiene un punto de folletín: pulsiones sexuales descontroladas, sospechas más o menos fundadas, embarazos no deseados y, naturalmente, un crimen que una tenaz inspectora tratará de resolver.
La pedestre imaginación del que suscribe le inclina de nuevo a citar al clásico: algo huele a podrido en Dinamarca y menos mal que siempre hay alguien que aspira a eliminar la podredumbre. Lo dicho: una serie entretenida que despierta la envidia de todos los que nos sentimos filipinas.

Ya en terrenos más próximos, aunque siempre en el de los que más poseen, cabe mencionar Legado, una serie creada y escrita por Carlos Montero, Pablo Alén y Breixo Corral que también exhibe Netflix. En ella se narran las venturas y desventuras de José Coronado, actor curtido en mil batallas y que todo lo que dice, y como lo dice, parece excesivamente trascendente, que en este caso resulta ser un poderoso empresario de los medios de comunicación, que mantiene unas complejas relaciones con sus cuatro hijos, tan variopintos como la vida misma.
El magnate estuvo retirado un par de años aquejado de una grave enfermedad, tiempo suficiente para que su retoño varón —Diego Martín— se hiciera cargo del influyente diario El Báltico, uno de los pilares de Progresa, su entramado empresarial para disgusto del fundador del grupo. Cuatro hijos como cuatro soles que, faltaría más, no pueden evitar los correspondientes y dispares enfrentamientos con un patriarca hecho a sí mismo y que se niega a que le modifiquen el rumbo de lo que considera su legado.
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