La elegancia de Xabi Alonso es la que conviene al Real Madrid. Que cale en los despachos
El guipuzcoano se mostraba humilde en ‘Universo Valdano’ cuando ya se intuía que acabaría en el banquillo de los blancos. No solo ha sido refinado con el balón en los pies, ni posando como modelo


Cuando Sergio Ramos marcó en el tiempo añadido de la final de Lisboa, donde el Real Madrid ganó su décima Copa de Europa en 2014, Xabi Alonso estaba sentado en la grada, sancionado. Tras el cabezazo del sevillano, Xabi saltó al campo, vestido de traje negro con chaleco y corbata, y corrió toda la banda para sumarse a la piña de jugadores. Aquel año Alonso, un medio centro impecable que hacía jugar mejor a los demás, fue clave en un título muy ansiado desde hacía 12 años y que abrió otra racha formidable, pero no pudo ser alineado en la final por acumulación de tarjetas. En vez de vestir de corto, tenía la misma estampa que en los anuncios que había rodado esa primavera para El Corte Inglés. Después del desahogo y de la euforia tras la prórroga, se le vio acercarse a consolar a jugadores del desolado Atlético. Porque el futbolista tolosarra no solo ha sido elegante con el balón en los pies o posando con un Emidio Tucci.
No fue su primer título gordo, porque también ganó una Champions para el Liverpool y, con España, el Mundial y dos Eurocopas. Como entrenador ha conquistado la Bundesliga, ese torneo que casi siempre se lleva el Bayern (en el que también militó), al frente de un club mucho más modesto, el Bayer sin n, el de Leverkusen. Todavía no se había asegurado ese trofeo pero lo lideraba en 2023, cuando conversó con Jorge Valdano, otro tipo refinado, para el programa Universo Valdano (en Movistar+). En la charla Xabi se mostraba humilde, porque consideraba que como técnico aún no había demostrado nada. Había querido empezar desde abajo, en los infantiles del Madrid y luego en el filial de la Real Sociedad. Explicaba su ideario futbolístico: orden en dos tercios del campo, libertad en el último tercio. Y presumía del trabajo psicológico tanto como del táctico, porque quiere a los jugadores motivados y con confianza.
Valdano le preguntó si tenía alguna cláusula que le permitiera liberarse, se supone que para fichar por el Madrid, y el guipuzcoano no lo negó: “Eso son temas de contratos. Por ahora estamos bien”. La tenía, y se sentará en el banquillo del equipo blanco a partir de junio.
Al club de la Castellana le han funcionado los entrenadores de perfil ganador pero discreto, que no generan crispación para calentar el ambiente ni empiezan a repartir patadas desde la sala de prensa. Han sido de ese estilo Del Bosque, Zidane y Ancelotti, quien se despide ahora con un saco de títulos y su templanza intacta; antes lo fueron Heynckes, Miguel Muñoz, Molowny, Beenhakker o Di Stéfano. La excepción fue José Mourinho, cuya competitividad salvaje desmentía el señorío del que presume el club, y que por sus tendencias pirómanas ya no es deseado por los más grandes. El Barça ahora campeón también halló a su técnico ideal en un Hansi Flick tan ambicioso como conciliador, que no culpa a los árbitros, al calendario, al césped o al viento de los fracasos como hacía su predecesor.
La elegancia también importa en los despachos. La prensa internacional ha afeado al Madrid el deterioro de su prestigio por los conflictos con las instituciones, las pataletas contra los árbitros, las campañas contra ellos en su canal de televisión y el boicot al Balón de Oro si no lo gana uno de los suyos. The Guardian ha sido el más duro: “Florentino Pérez marca el tono con sus actos destructivos y mezquinos, arrastrando a un club antes noble”. La serenidad de Xabi Alonso, comparable a la de muchos de sus antecesores, señala el camino del que no debía salirse el club.
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