‘El espía inglés’: los agentes secretos antes de Pegasus
La película que protagoniza Benedict Cumberbatch revela la trastienda de la crisis de los misiles. Es terrible que esa tensión nos parezca repetible hoy. Los espías entonces se jugaban el tipo; ahora mandan los ‘hackers’

Cuando no había teléfonos móviles ni se había inventado el programa Pegasus para husmear en ellos, los espías tenían que moverse como en las películas de espías. Por ejemplo, enviando a Moscú a un hombre de negocios para contactar con un agente soviético que iba a pasarle información de los planes nucleares de la URSS.
A lo peor de la Guerra Fría, los primeros años sesenta, nos lleva la interesante película El espía inglés (traducción muy libre de The Courier, el correo o mensajero), de Dominic Cooke, en Amazon Prime Video. Presenciamos la trastienda de la crisis de los misiles, los que instalaba Jruschov en Cuba. Un joven Kennedy se plantó pero supo dar margen a Moscú para la retirada en vez de lanzar el ataque preventivo que le pedían los halcones. Es una pesadilla que este argumento nos suene tan actual, tan susceptible de repetirse hoy.
Benedict Cumberbatch, actor siempre creíble, interpreta bien a Greville Wynne, el empresario con intereses en Europa del Este reclutado por el MI6 en colaboración con la CIA. Al coronel ruso Oleg Penkovsky, el soplón que alerta de los planes de Jruschov, lo encarna Merab Ninidze. No destriparé más la trama, que fue verídica y está en Wikipedia. Aunque, claro, sabemos que al final de aquella crisis, en 1962, se evitó un holocausto nuclear.
Los espías corrían entonces enormes riesgos como algunos aún los corren hoy. Pero ganan peso en esa profesión los hackers. Supimos, por las filtraciones de Snowden, que las potencias espían masivamente y en remoto al amigo y al enemigo, a los líderes mundiales y a mucha gente que no pinta nada.
Sorpresa: fueron espiados los políticos catalanes que desafiaban al Estado, huían de la justicia o incendiaban las calles. Otra sorpresa: el mismo Gobierno español fue espiado, se sospecha que desde el sur. ¿Por qué? Porque se puede. Y sin jugarse el pellejo. Como ya nos espían tantas aplicaciones que llevamos en el teléfono. En cierto modo, todos vivimos en Pegasus.
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