“Somos trans con vidas felices y queríamos contarlo”: relatos en positivo ante los estereotipos
En el marco del Octubre Trans, mes que conmemora la despatologización de la transexualidad, voces del colectivo reivindican otros enfoques sobre su realidad


Este texto es una entrega de la Queerletter, la newsletter LGTBIQ+ de EL PAÍS, coordinada por Pablo León. Apúntate aquí para recibirla.
Pocas veces, o quizás nunca, la bandera trans ha ondeado tan alto en el cielo. Hace unas semanas, los alpinistas Bruno León y Patrick Gilmartin se propusieron clavar la insignia rosa, azul y blanca ―que simboliza mundialmente la existencia y dignidad de las personas trans― en las cinco cimas más altas de España (Teide, Mulhacén, Aneto, Posets y Veleta) realizando varios ascensos a más de 3.000 metros por encima del nivel del mar en tan solo siete días. Una tormenta eléctrica y una estricta normativa del Parque Nacional del Teide redujeron la gesta a tres cimas en cuatro días. “Esta aventura ya tenía desde el principio un final feliz”, cuenta Bruno León, y relata la motivación de esta hazaña deportiva: “Patrick y yo somos muy diferentes, pero tenemos una cosa en común, somos dos pibes trans con vidas felices, y queríamos contarlo. El colectivo trans necesita más historias en positivo”.
Desde el año 2009, el tercer sábado de octubre se conmemora el Día de acción por la despatologización de las personas trans, aunque en realidad todo el mes está dedicado a la T del colectivo LGTBIQ+. En esta fecha de reivindicación, conocida como Octubre Trans, se celebran movilizaciones, charlas y otras actividades en distintas partes de España. En Madrid, tendrá lugar una marcha el sábado 18 de octubre bajo el lema “Desobediencia trans contra la asimilación médica y social”.
Dejando atrás la despatologización ―que sacó la transexualidad de la lista de enfermedades mentales en 2018― y aprobada la ley 4/2023 para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI (conocida como Ley Trans), uno de los retos actuales del colectivo es adquirir agencia propia para narrar sus historias. “Por supuesto, debemos denunciar los ataques que recibimos, pero estar desmintiendo continuos bulos nos quita tiempo y espacio para crear narrativas propias”, alerta Javi Vaquero, miembro de Proyecto Hortensia, un grupo de investigación que trabaja con entidades de toda España para proporcionar un cambio narrativo sobre la comunidad trans y no binaria.
Cambiar la forma de narrarse
Según varios informes publicados por la Federación Estatal LGTBI+ (Felgtbi+), las personas trans ―que representan el 6,8% del colectivo― son a las que más les afecta el desempleo (el 15,31% de todas las siglas), las que más lgtbifobia recibe en forma de acoso (29,63%) y de agresiones físicas o verbales (27,68%), y las que más abandonan su lugar de residencia por motivos de identidad (22%). Aun así, la comunidad trans está compuesta de diferentes existencias de las que es necesario hablar para romper con los estereotipos construidos únicamente desde experiencias negativas.
“Hay que tener en cuenta todos estos datos para que se proteja institucionalmente a las personas trans, pero en lo que tiene que ver con la forma de comunicarnos es necesario salir de esas formas de narrarse que nos cosifican y nos victimizan sistemáticamente”, apunta Vaquero.
La familia tiene un papel fundamental en los relatos de las personas trans. Ante las historias de abandono y rechazo que también existen, surgen muchas de aceptación y cariño. “Es necesario hablar también de las familias como ese lugar del que las personas trans no huyen, sino que se refugian cuando las cosas fuera están complicadas”, apunta Saida García, vicepresidenta de Euforia. Familias trans-aliadas. “Desde nuestra asociación, siempre hemos tenido una obsesión por contar experiencias positivas sobre la realidad trans, creemos firmemente en el poder que tienen las narrativas para la transformación social”, añade.
Tras años de activismo, organizaciones como Euforia han conseguido reivindicar las infancias trans. “Empezamos con otra organización en 2013 y por aquel entonces parecía que no existían las infancias trans, pero pusimos de manifiesto que sí y, además, empezamos a trabajar desde una perspectiva despatologizante”, explica su presidenta, Natalia Aventín. Ella misma se embarcó en una batalla judicial de seis años [previa a la aprobación de la Ley Trans] para que a su hijo Patrick Gilmartin, menor de edad entonces, se le permitiera un cambio registral de nombre y sexo que en primera instancia le fue denegado. El Tribunal Constitucional terminó dándoles la razón en 2020, reconociendo el derecho de los menores “con suficiente madurez y en situación estable de transexualidad” a pedir el cambio de género en el Registro Civil. La actual Ley Trans establece mecanismos para el reconocimiento legal del género de los menores trans y las pertinentes modificaciones registrales a partir de los 12 años.
Trabajar la pedagogía y la empatía
Para Marta Alonso, secretaria de la Felgtbi+, “es crucial no transmitir siempre una negatividad absoluta sobre el colectivo” y para ello hay que desmontar ciertas creencias como, por ejemplo, “la idea de que las existencias trans o LGTBIQ+ solo pueden ser urbanas”. Un reciente estudio publicado por la federación estatal sobre el sexilio ―abandono forzado del hogar por motivos de orientación sexual y/o identidad― revelaba que el 43,3% de las personas encuestadas abandonó una gran ciudad, mientras que el 16,3% se había marchado de una ciudad pequeña y el 13,5% de un entorno rural. “Las personas LGTBIQ+ siempre hemos estado en ciudades pequeñas, pueblos, aldeas pequeñas...”, reivindica Alonso, residente en Vigo y vicepresidenta de la asociación gallega rural y transfeminista Nós Mesmas. “Es necesario mostrar más referentes que demuestren modelos de vidas en positivo más allá de las grandes ciudades”, añade.

Asesoradas por Proyecto Hortensia, las integrantes de Euforia se han enfocado en trascender la comunidad trans con sus mensajes. “Hemos trabajado el lenguaje y la narrativa para llegar a públicos diferentes”, explica la presidenta de Euforia, refiriéndose a una reciente entrevista que concedieron a la sección Padres de la revista HOLA!, y en la que se abordaba el acompañamiento de la infancia trans. “En casos así, hay que saber ajustar la comunicación, buscar un equilibrio entre pedagogía y empatía”, relata Aventín.
“Hablar de las diferentes existencias trans sirve para mostrarse al mundo de una manera natural”, argumenta Emilio Papamija, investigador audiovisual y consultor de Proyecto Hortensia. Un estudio llevado a cabo en Estados Unidos por el Pew Research Center reveló que solo el 20% de las personas cis (aquellas que se siente conformes con el sexo y género asignados al nacer) conocían personalmente a alguna persona trans. “Eso quiere decir que el 80% conoce la realidad trans a través de lo que ve en series, películas y medios de comunicación. Imagínate lo importante que es lo que se cuente ahí”, advierte Papamija.
Según el último informe del Observatorio de Diversidad en los Medios Audiovisuales (ODA), los personajes LGTBIQA+ en producciones españolas representaron el 10,11 % del total en el cine y las series. 189 personajes (de un total de 1870), de los cuales 21 eran trans y/o no binaries. Como explica Salvatore Tabone, coordinadore de investigación de ODA, para valorar la representación de estos personajes de ficción se les aplica el test de Vitto Russo “con el que deben cumplir dos criterios: uno, que sea LGTBIQA+ de manera visible y, dos, que su trama vaya más allá de eso”. Solo el 35% de los 189 personajes del colectivo lo pasaron. “Faltan dimensiones de profundidad para los personajes LGTBIQA+ y apoyar producciones que apuesten por ello”, resume Tabone.
Las personas no binarias están aún más invisibilizadas, según demuestran recientes investigaciones de Proyecto Hortensia. “Hay mucho más desconocimiento entre la sociedad y eso se refleja en burlas y descalificaciones”, señala Javi Vaquero, y añade que la organización se centra ahora en cómo comunicar desde las realidades no binarias.
El altavoz del cine y las redes
La representación de las realidades trans y/o no binarias ayuda a reflejar necesidades que se siguen pasando por alto. “Por ejemplo, la de que los hombres trans también necesitamos asistencia ginecológica”, reivindica Emilio Papamija.
El cine y las redes sociales son un altavoz de historias trans en positivo. El director y guionista Afioco Gnecco estrenará su ópera prima Este cuerpo mío, codirigida junto a Carolina Yuste y producida por Carlo D´Ursi para Potenza, en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci, del 24 de octubre al 1 de noviembre), un documental sobre su transición. “En ella se cuenta cómo su entorno también transita con él”, destaca Papamija, amigo de Gnecco.

El documental del desafío alpinista de Bruno León y Patrick Gilmartin no tiene fecha de estreno aún. “Es difícil encontrar apoyos económicos para producir historias así”, lamenta León. Mientras tanto, él sigue haciendo activismo desde sus cuentas de Instagram y TikTok (en las que acumula 240.000 seguidores). “En realidad, me desahogo sobre mis cosas, y, de rebote, hago pedagogía visibilizando mi existencia”, apunta.
En las últimas semanas, León está relatando el proceso de reproducción asistida al que se está sometiendo para gestar un bebé y convertirse en padre. “Lo estoy haciendo por la pública, en el hospital Sant Pau, de Barcelona, donde se están portando como ángeles conmigo. También quiero poner en valor que la peña LGTBIQ+ podemos embarazarnos sin necesidad de hipotecarnos de por vida”, añade.
“Sé que a mucha gente le puede estar volando la cabeza ver a un señor con bigote que dice que se va a quedar embarazado, pero te sorprendería ver la gente cis que ve y comenta mis vídeos en positivo, les estoy acercando una realidad que antes desconocían y eso es también gracias a comunicar las cosas de otra forma”, concluye León.
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