Tamara Grosso: “Ser una estúpida que espera es algo que todas fuimos o somos en algún momento”
La autora de ‘Viudas jóvenes’ destripa en la novela mucho del imaginario social colectivo sobre el amor contando qué ocurre tras la muerte de uno de los tres miembros de una relación abierta


Es ficción “porque en la vida real nadie murió”, pero hay otras cuestiones que no lo son o no lo son del todo en Viudas Jóvenes, el libro en el que Tamara Grosso cuenta qué ocurre con dos mujeres que salen con el mismo hombre cuando ese hombre muere y muere de repente. En la novela, publicada este mayo por Yegua de Troya, Grosso ―argentina, de Ciudadela, 34 años, bisexual, también poeta― le coloca esta frase a una de las dos protagonistas, a Amelia: “Sí, sí, estoy saliendo con la novia de mi novio muerto”. Cómo y por qué comenzó eso a ser así es una de las partes más breves pero más trazadoras de la novela; aunque Grosso también escribe, y piensa, que en realidad todos los comienzos son falsos porque nunca se puede decir exactamente en qué momento empezó algo porque cuando lo está haciendo no se sabe que lo está haciendo, “los inicios son solo la historia posterior que nos contamos”.
Ella coge el teléfono desde un pueblito catalán donde está haciendo una residencia literaria después de pasar por la Feria del Libro de Madrid junto Gabriela Wiener, su editora ―y escritora y candidata al Booker Prize con su libro Huaco retrato el pasado año―, y otras tres yeguas de Troya ―Pino Luna, Luciana di Mello y Yolanda Arroyo Pizarro―. Le pareció “loco” ese momento de estar todas en Madrid, quizás por el hecho de que la literatura latinoamericana, o más bien la literatura de autoras latinoamericanas, no hace tanto que empezó a estar presente en España, a contar desde cuerpos, ojos, manos y vidas que no son las hegemónicas.
Y dice Grosso que si a ella le puede gustar y disfrutar algo tan hegemónico como una comedia romántica, monógama y cisheterosexual al uso, quiere pensar que a cualquiera pueda gustarle el drama tierno pero a ratos cómico pero a ratos clarificador de Viudas Jóvenes, donde se recolocan muchas “absurdas ideas” sobre el amor a través de todas “esas absurdas preguntas” que hace la gente sobre las relaciones abiertas o poliamorosas y que “jamás, nunca” harían sobre una convencional.
Pregunta. ¿Como cuál?
Respuesta. ¿Alguien te va a decir alguna vez, ‘ah, pero te casaste con el mismo con el que salías el año pasado?’. No, pero sí te van a preguntar, por ejemplo, cómo duermes si andas en una relación de a tres.
P. ¿Le han hecho alguna vez esas preguntas?
R. Sí, sí. Eso de “cómo duermen” es común. Yo tuve relaciones abiertas casi desde que empecé a relacionarme, y cómo las vives, respecto a los demás, ha ido cambiando a lo largo de los años. Vas haciéndolo más consciente y ya no es un tabú entre las amigas, en público o en la familia. Y también llega un momento que sabes que, si lo quieres visibilizar, hay que estar dispuesta a responder preguntas que en otro caso no te harían. Cuando sales con dos personas el resto se siente habilitado, legitimado, para preguntar, y hay que estar preparada para contestar.
P. ¿Y cuál es la respuesta?
R. A veces lo que quiero en realidad es preguntar yo: ‘oye, ¿por qué no eres capaz de imaginar mi relación igual que sí imaginas o presupones como son otras, las más habituales, las monógmas’? No sé, es como si en general no se fuera capaz de mirar más allá del propio ombligo.
P. ¿Es algo generacional o tiene que ver con otras cuestiones?
R. Creo que tiene que ver más con los ámbitos: políticos, culturales, por dónde y con quién te mueves, cómo ves la vida en estas cosas.
P. ¿Y cómo la ve usted?
R. Veo que no hay que cuestionar el modo de vincularse de nadie. A mí me interesa luchar porque cada cual pueda tener lo que considere y ni una ni otra forma es mejor o peor. Por eso mi idea era narrar personajes atravesados por el poliamor y las relaciones abiertas pero no con el foco puesto en los celos o tantas otras cosas de las que hablamos todo el tiempo cuando hablamos de estos vínculos, sino en qué pasa cuando pasa algo más. Y naturalizarlo como elección de vida, válida como cualquier otra.
P. ¿Y son iguales o más difíciles unas que otras? ¿Hay que estar más armada, emocionalmente, para las relaciones menos convencionales?
R. [Piensa] Creo que no. Cualquier tipo de relación es difícil y para cualquiera hace falta estar armada emocionalmente, bien armada, cualquiera puede ir igual de mal también [ríe].
P. En el libro desde luego: arranca con una muerte.
R. Cuando la escribí [entre 2021 y 2022] tenía una relación abierta y era jugar a hacerme la pregunta de qué sería lo peor que podría pasar en una relación así. Y no es el abandono o los celos, sino la muerte. Y dije: bueno, es como conjurar ese miedo. Es algo muy poderoso de la literatura: poner los miedos sobre el papel, escribirlos, hace que parezca improbable que pasen.

P. Hay muchos miedos en la novela, de esos habituales en cualquier relación. ¿Le puedo poner algunos ejemplos, con frases del libro?
R. Sí, sí, dale.
P. Amelia habla sobre ser “una de esas estúpidas que esperan”: a que el otro llegue, a que el otro conteste, a que el otro quiera.
R. Ser una estúpida que espera es un miedo y algo que todas fuimos o somos en algún momento. Y es uno de los miedos grandes que a mí me aparecían alrededor de una relación abierta: ¿pasará esto también en este tipo de relación? ¿Acabaré no sabiendo dónde estoy? Es algo que hay que plantearse cuando buscas otro tipo de vínculo, si no se va hasta el fondo y se trata de desarmar todo lo que se nos armó sin que nos diésemos ni cuenta, cosas que están internalizadas por la educación sexo afectiva, ocurrirá exactamente lo mismo que en cualquier otra relación.
P. ¿Y la frase “te hacés la película” que le decía el novio (antes de morir) a Amelia cada vez que ella le planteaba algún escenario como para restarle probabilidad?
R. Justamente en fragmentos como ese buscaba materializar la idea de que lo que nos pasa no es por una relación abierta o poliamorosa o monógama, sino simplemente porque puede pasar. En este caso el “te hacés la película” tiene que ver también con la personalidad de la prota.
P. ¿La parte obsesiva?
R. Sí, sí, ese lado neurótico: todo el rato haciendo cuentas, contando días desde que hizo una u otra cosa o pasó o no pasó algo. Esa parte obsesiva salió un poco de mí, lo exageré en la novela, pero alguna vez fui así, con eso de intentar controlar por demás, o como si se pudiera medir cuánto se quiere alguien llevando la cuenta de cosas.
P. A alguien que por cierto, de repente, se convierte en un desconocido. “Pienso que cada día que pasa muerto lo conozco menos”, dice Amelia.
R. Cuando alguien se muere puedes conocer más, a veces, porque revuelves en los objetos o ves las cosas que no te daría permiso a ver si estuviese vivo. Esto de que ella siente que lo conoce cada vez menos al encontrarse con esa parte desconocida de él, hace que la parte conocida no le parezca tan conocida. Y es así, porque en realidad nunca conocemos a nadie del todo.
P. Está también esa idea en la parte en la que escribe que “es algo que todos hacemos, representar un papel en cada relación que establecemos o al menos en cada ambiente que habitamos”.
R. Absolutamente. Porque somos distinto con cada persona. En el poliamor, por ejemplo, es más fácil explorar cómo coexistes con varias personas a la vez. Porque estás en la intimidad pero es una intimidad de a más de una persona.
P. Amelia también dice: “En determinado momento, se me metió en la cabeza la idea de que necesitaba saber cómo se habían conocido Mora [la otra protagonista] y Juan [el novio muerto]”. ¿Es ese gustito masoca por saber algo de lo que se es perfectamente consciente que hará daño?
R. Oh, eso da para muy largo. Antes lo tenía más arraigado y fui dándome cuenta que hay una parte incluso de eso que puede estar bien y otra muy masoquista que tiene que ver con intentar controlarlo todo y tenerlo todo medido que hay que soltar.
P. ¿No sabemos soltar?
R. Yo lo fui aprendiendo. Pero viene como muy impuesto en la educación sentimental que recibimos: tratar de quedarse, todo lo que tiene que ver con la posesión, no quedarte sola, ver como un fracaso el terminar una relación o alejarse de alguien. Creo que todas esas ideas que se siguen reproduciendo, ese montón de historias que nos contamos, hacen que a veces todo sea tan difícil.
P. ¿Y cómo se maneja con la incertidumbre? A Amelia, el personaje, le cabrean las indefiniciones, por eso no le gusta el tarot, porque una carta puede significar varias cosas.
R. Me lo pregunto mucho, eso. En general creo que me manejo bien con la incertidumbre. Tengo claramente una parte más controladora pero siento que una parte de mí está bien en la ambigüedad porque de hecho me pongo en situaciones de incertidumbre, como en ciertas relaciones o en viajes.
P. ¿Qué cree que hubiese pasado si el novio, Juan, no hubiese muerto?
R. Alguna de las dos lo hubiera dejado a él, justamente porque las ponía en la posición de la estúpida que espera.
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