Mina Serrano, artista trans: “¡Yo no domino nada! Se llama supervivencia”
La actriz y artista Mina Serrano sueña con crear belleza en lugares donde apenas se aprecia mediante la escultura y la actuación


“Lo mío siento que es contar historias y crear belleza de lo inesperado. Eso trasciende cualquier disciplina que haga, ya sea actuar, la escultura, la fotografía o el cabaret. Lo esencial es contar una historia, una emoción; la forma que tome es secundaria”, dice Mina Serrano desde México, “un lugar vibrante” que asegura que le inspira y sorprende constantemente. “Aquí estoy inevitablemente en otro contexto. Sin ir más lejos, el otro día de repente estuve en el norte de México en una congregación de cowboys homosexuales”, comenta. Nacida en Granada, con 17 años se trasladó a Madrid para estudiar Arte Dramático en un viaje en el que ejercía de +1, pues acompañó a un novio a hacer las pruebas de acceso de la Resad (Real Escuela Superior de Arte Dramático). En uno de esos giros que tanto gustan a la cultura pop, decidió presentarse también y terminó por ser la elegida. En la interpretación encontró no solo una manera de expresarse, sino una auténtica terapia. “Lo mío con la actuación empezó porque era extremadamente tímida de pequeña, hasta el punto de que dejé de hablar. Les recomendaron a mis padres que hiciese teatro. Hasta ese momento me refugiaba en mis dibujos y en mis cómics y el contacto con el teatro me hizo descubrir que podía contar con mi voz y con mi cuerpo todas esas historias que creaba”, asegura.

Supo de la vedette trans argentina Cris Miró gracias a Las malas, la novela de Camila Sosa Villada, y se sumergió en su universo para preparar el personaje al que da vida en la serie Cris Miró (Ella). “Su mensaje me atravesaba, así que cuando me enteré de que se iba a producir una serie sobre ella, escribí un mail a la productora diciendo que quería formar parte del proyecto como fuese; era una historia que quería contar”, explica. “Me empapé de su mundo: Buenos Aires en los años noventa, la revista porteña, las vedettes argentinas, la situación del colectivo en esos años, la crisis del VIH… También hice una preparación física, entrené con una vedette que me enseñó todos los trucos que te puedas imaginar… Y, por supuesto, trabajé el acento con una coach a distancia desde París hasta que volé a Buenos Aires, donde simplemente, apliqué el acento a mi día a día hasta integrarlo”, comenta la artista, que me corrige cuando comento que “domina” todas las facetas artísticas. “¡Yo no domino nada! Se llama supervivencia. Es lo que pasa cuando no te han ofrecido cosas. Todo ha sido buscado, provocado, perseguido o incluso inventado por mí. A veces no te llegan todas las oportunidades que necesitas y yo no me puedo dedicar solo a una cosa. Al ser complicado que lleguen historias interesantes contar, opto por generarlas yo misma. Ante tal escasez de oportunidades, desarrollé desde muy joven esa idea de expandirme, para compensar”, dice.

¿No es cansado tener que luchar siempre?
Es agotador. Tengo la sensación de que todo el día estoy convenciendo a alguien para que apoye mi universo y mi lengua, de que soy válida… No paro de meter a gente en el barco y es cansadísimo incluso a nivel geográfico. La falta de oportunidades es real y para llevar el tipo de vida que quiero y hacer las cosas que deseo he de estar en muchos sitios. No tengo ninguna vocación de ser una mujer del Renacimiento ni de internacionalizarme. No es una cuestión de egos, sino curiosidad cultural. He comprendido que para desarrollarme en el mundo tengo que estar presente en muchos lugares.
Teme que la vida no pase por usted, pero no se preocupe: ya ha vivido decenas de vidas.
He vivido mucho porque he tomado decisiones muy genuinas. He intentado ser muy fiel y no apostar necesariamente por el camino fácil. Pero no me gusta cuando me hablan de valentía porque para mí no lo es. Juro que es la única forma de hacer las cosas que conozco. Tengo una gran curiosidad por el mundo y por la gente. Siempre estoy conociendo, buscando historias nuevas y escuchando perspectivas y vivencias de los demás.

En esta sesión de fotos luce piezas de alta joyería. Usted tiene una relación muy especial con el mundo de las joyas, ¿de dónde viene eso?
Para mí las joyas y en concreto las de hoy, de una casa como Bvlgari, histórica, son una forma de sublimar tu propia belleza. Siento que la ropa o el maquillaje pueden potenciar o modificar la belleza, mientras que la joya ensalza lo que tú ya eres. Empecé a hacer joyas precisamente por eso. Represento cuerpos que tradicionalmente no se considerarían bellos y al transformarlos en joyas, los sublimo.
¿Qué diría usted que convierte a alguien en un icono?
La individualidad extrema. Siento que cuanto más dentro de ti miras y más genuina eres, más icónica te vuelves, porque empiezas a trascender la tendencia, el tiempo, el contexto y de pronto, todo se vuelve universal. Se trata de encontrar lo más genuino dentro de ti.

Usted misma se ha convertido para muchos en un referente, un icono…
Trato de no pensar en eso. Yo no puedo considerarme un referente: estoy muy ocupada creando. El único momento en el que ser un referente se hace tangible y de verdad me importa es cuando alguien me dice que algo de lo que he hecho le ha cambiado.
Comparte con la marca su capacidad de reinvención. Usted es camaleónica, una Madonna 3.0
Madonna y Grace Jones fueron mujeres que me dieron muchas claves. La primera vez que entendí mi sexualidad fue viendo a Madonna en el Blonde Ambition World Tour o a Jones, con esos cuerpos andróginos y musculados, con una feminidad que no esperaba ser validada. Ellas no esperaban a que las sedujeran: ellas devoraban. Comprendí también el placer de transformarse y descubrirse. Siento que es bonita la búsqueda, que es un lindo ejercicio que todo el mundo podría hacer. Creo que en realidad no he terminado de encontrarme nunca y pienso que eso es lo más bonito que te puede pasar. El otro día mi madre me decía que debería ser más común que la gente, a determinada edad, tuviera la posibilidad de elegir su propio nombre, que te ponen tus padres siendo una criatura que no conocen y que carece de una personalidad forjada. En mi caso tuve la gran suerte de poder elegir el mío y de tomar decisiones sobre quién quiero ser.

Jones y Madonna, como Cris Miró, visibilizaron diferentes feminidades.
Precisamente lo que me enamoró de Miró fue que con ella por primera vez vi una feminidad que me hablaba. Cuando hablamos de mujeres trans y sobre todo en los noventa, hay un empeño por conquistar cierto tipo de feminidad. Pero ella fue vedette cuando incluso las mujeres cis de ese mundillo modificaban su cuerpo para hiperfeminizarse. Ella ni tenía pecho y no se había hecho ni una sola cirugía. Y así descubrí que cada persona tiene un tipo de feminidad. Lo rico de la feminidad muchas veces es ponerla en contraste con otras cosas, como pasa con las joyas: una piedra destaca sobre un metal distinto. La feminidad destaca cuando hay elementos también masculinos y ambiguos. Las personas que me han movido siempre han sido las que tenían esa riqueza, como Frida Kahlo o Nina Simone, con una voz casi masculina. Considero que la ambigüedad siempre ha sido poética porque es única. Cada una ha de encontrar su propio equilibrio, su propia mezcla.
Sin duda usted valora a las mujeres que son sexys sin abogar por la evidencia.
No me gusta esa forma de ser sexy de manera pasiva, como si alguien solo pudiera serlo si lo valida un hombre. Es algo que a mí no me funciona. Hubo un tiempo que traté de pasar por ese aro, pero ya no. No voy a esperar a que me escriban, a que me saquen, a que me inviten. Si por eso soy menos mujer, me parece perfecto.
¿Fue su paso por Berlín su época más transgresora?
Sin duda, y menos mal que en la mayoría de los lugares donde actuaba con cabarets y performances no se podían hacer fotos. Pero la transgresión, después de haber vivido en Berlín y haber visto y hecho todo lo que te puedas imaginar, se me quedó vacua. Como a día de hoy lo hemos visto todo, me parece que es mucho más transgresor mostrar tu vulnerabilidad y tu sensibilidad que buscar la provocación.
¿Puede el cuerpo ser un territorio político?
No me gusta observarme así, porque para mí el cuerpo tiene algo de misterio. Muchas veces me siento como un discurso y el discurso anula toda metáfora. Para mí el arte es ambigüedad y nunca es explícito. Un activista se comunica desde lo político. Yo, desde el arte. Aunque en mi caso tiene un gesto político, no me puedo centrar en eso.
La escultura supone un trabajo en el que se implican las emociones e incluso el cuerpo de una manera muy presente. ¿Cómo consigue que las suyas tengan alma?
Las siento como extensiones de mí misma. Comencé ese proceso porque sentí el deseo de crear algo que trascendiera mi cuerpo, un objeto que se quedara en el espacio. La performance o la actuación me resultaban efímeras y limitantes, necesitaba un testigo eterno: así comencé a esculpir. Sin embargo, mi aproximación a esto sigue siendo emocional y dinámica, como en la performance.
Como experta en contar historias, ¿qué quiere transmitir con sus joyas?
A efectos prácticos se diría que tengo una marca. De hecho llevamos varias semanas levantando la web, el catálogo, trabajando los puntos de venta y tengo muchísimos Excel. Estoy como una oficinista, pero para mí no es una marca. La firmo como Mina Serrano porque es como firmaría una película o una escultura. Es una parte más de lo que hago y no quiero separarlo. Las primeras que hice fueron una forma de recordarme la fuerza y el poder que sentía en el cabaret. Son una exploración sobre lo erótico, sobre el misterio, sobre la ambigüedad. Son cuerpos muy eróticos que se salen de lo normal. Para mí es una manera de sublimarlos al retratarlos en materiales muy nobles, como la porcelana y la plata.

Créditos:
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
