Capitán Denim, la familiar marca de vaqueros que conquista el mundo fabricando en un pequeño pueblo de La Mancha
Más de cinco décadas después de que sus padres abrieran un pequeño taller en Madrigueras, Juan González y sus hermanos transforman el legado familiar en una de las pocas firmas de vaqueros que se fabrican en España. Calidad, diseño y producción local son las claves de su éxito. ¿Su último logro? Abrir tienda en la capital


En Madrigueras, un pueblo manchego de poco más de 4.500 habitantes, una pareja de recién casados encendió en los años setenta una máquina de tricotar sin imaginar que medio siglo después su empeño acabaría dando lugar a una marca de pantalones vaqueros cuya calidad alaban en Nueva York y que acaba de abrir una tienda en pleno centro de Madrid. Capitán Denim no nació de un plan de negocio, sino de la ilusión de Paz y José María, que cambiaron el punto por el tejido vaquero y se esforzaron por conocer y controlar todo el proceso de producción de un par de jeans, desde el inicio hasta el lavado. Hoy, sus hijos, Juan, Oto y Chema, recogen ese legado y lo empujan hacia el futuro.
“Mis padres estaban recién casados y vieron que había una oportunidad de ganarse la vida con el textil. Se hicieron con una máquina de tricotar y empezaron a confeccionar ropa de punto, sobre todo, de bebé y también jerséis. Mi madre la hacía y mi padre llevaba las prendas para acá y para allá”, recuerda en una charla con S Moda Juan González, miembro de la segunda generación de la familia fundadora de Capitán Denim, uno de los pocos fabricantes de vaqueros que quedan en España. Con la llegada del boom por los pantalones de este tejido, sus padres decidieron especializarse en esta prenda y cambiaron el punto por el algodón. Al principio se dedicaban a ensamblar las piezas que ya les llegaban cortadas pero, obsesionados con controlar el proceso de principio a fin, llegaron a aprender incluso acerca del lavado del tejido. Fue así como se convirtieron en fabricantes de vaqueros para otras marcas, cosechando gran éxito en los noventa y los dosmil, hasta que la deslocalización y la crisis económica de 2008 casi les empuja a bajar la persiana. No solo no lo hicieron, sino que convirtieron un momento de flaqueza en una oportunidad para ser más ambiciosos y crecer. Así fue como en 2013 nace la marca Capitán Denim, impulsada por sus tres hijos.

“Empezamos con una tienda online pensando que no íbamos a vender ni medio pantalón, pero poco a poco vimos que sí, que desde un pueblecito manchego se puede abrir una ventana al mundo”, reconoce González. Abrieron un par de tiendas, una en la propia fábrica y otra en Albacete, y ahora acaban de aterrizar en el madrileño barrio de Chueca. “Decidimos desembarcar en Madrid porque es donde más vendemos online, pero también queríamos llegar a esos clientes a los que les gusta mucho la marca, pero a los que les cuesta comprar por internet. Y también buscamos más canales en los que ofrecer el producto”, apunta.
Desde Chueca, además, se acercan a un perfil de consumidor que valora tocar el producto, escuchar la historia detrás de cada prenda y poner cara a la familia, literal y figurada, que se encarga de confeccionar estos vaqueros que compiten en el mercado por su cuidado diseño y su gran calidad. La tienda es también un espacio de pedagogía y de storytelling: en sus paredes cuelgan las fotografías de las 50 personas que trabajan en Capitán Denim —“parecemos un clan escocés porque aquí trabajan primos, tíos, amigos y vecinos”— y hasta las sillas del taller primigenio inaugurado en los setenta. “El otro día nos visitó una chica de Nueva York y nos dijo que el producto era una pasada y que teníamos que abrir tienda allí. Que te diga eso alguien del país donde se inventaron los vaqueros… Y no descartamos abrir allí, aunque vamos poco a poco”, añade.

En un mundo en el que cualquier marca de ropa vende vaqueros, la clave del éxito de Capitán Denim está en mantener buen diseño, excelente calidad y producción local. “Nuestro valor diferencial es la transparencia: producimos con criterios de proximidad, utilizamos proveedores cercanos e incluso algodón español, que es muy escaso”, explica. La sostenibilidad, cuenta, no fue una estrategia de marketing, sino una cuestión de logística rural: hace dos décadas sustituyeron el gasóleo por biomasa —hueso de melocotón, cáscara de almendra, de pistacho— para generar energía. “Si puedo usar los residuos de mi vecino agricultor, ¿por qué no?”. No es fácil hacerse un hueco en una industria en la que es posible hacerse con vaqueros al precio de un par de cañas, pero cada vez más los consumidores valoran las prendas bien hechas, en forma y fondo. “Cuando les contamos nuestra historia, nunca les parece caro. Al contrario: les parece baratísimo”. ¿Un plus? La marca bebe también de referencias culturales: los modelos están bautizados en honor a músicos como Janis Joplin o Booker T. Jones.
Si bien el tejido que da nombre a la firma —que, por cierto, tiene un origen curioso: su tío registró hace años varias marcas, pero jamás usó la de ‘Capitán’— es el centro del negocio, también han ampliado la oferta con camisería, polos y jerséis producidos en pequeños talleres de Castilla-La Mancha —como el de Campillo de Altobuey, un pueblo de 600 habitantes— u otro ubicado en una pequeña localidad de Burgos donde hacen los calcetines, siempre con la misma filosofía de cercanía. A pesar de que su forma de entender la moda y los productos que hacen los convierten en “una anomalía” en un sector en el que más del 80% de las empresas que se dedicaban a la confección textil en nuestro país han echado el cierre y en el que existe escaso relevo generacional, González reconoce que el plan de futuro pasa por continuar consolidando la etiqueta y abrir más tiendas. “Nos gustaría quizá abrir en Barcelona o repetir con otra en Madrid y también pensar en la internacionalización, pero vamos poco a poco. Siempre nos ha gustado ir por el carril lento, porque eso te permite dar pasos pequeñitos, pero más afianzados”, concede.
Capitán Denim es el sueño de los tres hermanos que la regentan, pero, por encima de todo, es el sueño de sus padres, Paz y José María. Ellos siempre fantasearon con dejar de fabricar para terceros y crear su propia enseña y ahora observan satisfechos cómo décadas después lo han logrado sus hijos. “Ya están felizmente jubilados, pero para ellos es un orgullo tremendo que podamos llevar lo que ellos empezaron al siguiente nivel”. Con ese propósito, Capitán Denim continúa su empeño en que dentro de otras tantas décadas alguien pueda seguir contando esta historia –la de una fábrica familiar en un pequeño pueblo– con la misma satisfacción con la que Juan habla hoy de sus padres… Y de aquella primera máquina de tricotar.
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