Serge Lutens, perfumista: “El aumento constante de novedades demuestra que hemos perdido el rumbo”
El creador siempre ha sabido adelantarse con una mirada que no se detiene en lo evidente, sino que va más allá


A sus 83 años, el perfumista Serge Lutens (Lille, Francia) no ha perdido su determinación para seguir creando belleza. “Mis primeros deseos fueron dirigidos a la alta costura, pero eran los años sesenta y el mundo estaba cambiando”, relata. De aquella época le queda “un recuerdo que es como un maremoto, un abismo, un vértigo”. Y por supuesto toda esa belleza que le continúa obsesionando hoy: “Es y sigue siendo mi único objetivo. La protejo haciéndola inaccesible y fabulosa. Es mi religión, la que me conecta con el mundo. No tengo interés en nada más”.
Ha sido ilustrador, fotógrafo o maquillador y ha trabajado con nombres como Irving Penn, Richard Avedon o Guy Bourdin. Dior le encargó crear su primera línea de maquillaje y desde 1980 trabaja en la japonesa Shiseido, primero como director creativo y desde el 2000 con su propia firma de fragancias. Una marca homónima que fue pionera al colocar el nombre del creador en sus frascos. En ella lanza ahora Le perce-vent, un aroma almizclado pero luminoso; un nuevo ejercicio de estética sensorial cambiante, como los vientos huracanados que lo inspiran.
Le perce-vent habla de contradicciones, una constante en su trabajo. ¿Diría que la clave de una buena fragancia está en hallar el punto medio?
Todos estamos sujetos a contradicciones, a elecciones. Encontrar un acuerdo dentro de nosotros es difícil. Le daré un ejemplo personal, yo siempre me he sentido como un error que necesitaba reparación mediante la búsqueda de la perfección. Pero también, paradójicamente, como un agravante. A veces me he preguntado si no empeoraba las cosas deliberadamente para avanzar hacia el arreglo. Estas dos nociones coexisten en mí, me son necesarias. A partir de ahí, las potenciales formas de expresión son muchas: perfumes, maquillaje, imágenes, hogar…
Escribía en la nota del lanzamiento del perfume que ‘infunde esperanza y paz en quien lo lleva’. ¿Dónde encuentra sosiego en este mundo cada vez más turbulento?
Siempre he considerado la desestabilización algo creativo. Lo estable es cómodo, pero me canso rápido. Los temblores actuales son terribles, pero seguramente mucho más creativos que cualquier cosa que hayamos experimentado en los últimos años. Ante este imprevisto surge un nuevo escenario que sacará algo a la luz. La certeza para mí es impensable.
Especialmente tras el coronavirus, se habla mucho de las fragancias como herramienta para sentirse bien. ¿De qué manera una fragancia puede reconfortar?
Sentirse bien tiene un significado distinto para cada uno. Puede sentirse así tras un encuentro, una venganza, una conversación… Yo adoro envolverme con algo y eso es el perfume para mí. Le perce-vent es un poco eso, estar en el corazón de un ciclón, que es donde estás protegido de tu propia amenaza. Y ese es también el deber del artista, exponerse a su peligro y no encerrarse en un museo. A menos que esté muerto.

Usted se adelantó al colocar su nombre en los frascos de los perfumes, algo que hoy es muy común, especialmente en el nicho. ¿Ha seguido la evolución del segmento?
Lo de ‘segmento’ ya lo dice todo. Ahora se empieza a hablar incluso de ‘nicho de masas’, es bastante angustioso. Desde el principio de los tiempos todos buscamos la belleza, pero no es estable porque su principio es sorprendernos y saltar a nuestras gargantas. Pero esa perra cambia de forma y se abalanza sobre nosotros, nos perturba y, paradójicamente, la esperamos y la amamos.
Y el lujo, ¿cree que ha perdido brillo?
Su clave es el sueño, lo inaccesible. Hoy todo se ha democratizado excesivamente. El lujo muere. Tiene que haber diferencias. Hablar de igual a igual es patético. Es el deseo el que debe hablar. El lujo tiene que vivir en lo imposible.
Si las fragancias hablan de la sociedad de cada momento. ¿Qué dicen de nosotros hoy?
El aumento constante al que asistimos en cuanto al número de nuevos perfumes demuestra que hemos perdido el rumbo. El perfume hoy debería estar fuera del catálogo, fuera del circuito, adherido al alba de los tiempos, a la bóveda celeste.
¿Qué tiene Shiseido para haberle cautivado estos 45 años?
Hay una abnegación en la sociedad japonesa que apunta a alcanzar una forma de perfección, una forma de muerte definitiva que me fascina. Esto es Japón para mí, es vital. Te lo dice el amante de la muerte. Mire los templos de Nara y sus construcciones hechas sin clavos. ¡Qué visión, qué obstinación hay que tener para llevar hasta el final esa locura sublime!
Siempre ha buscado la belleza. ¿Recuerda cuándo supo que quería transformarla en perfumes?
El olor me llegó a través de las palabras. Fue en Marruecos. Descubrí el olor a cedro al pasar por unas carpinterías. Esta madera es animal, suntuosa, quema, un sol que habita en un árbol. Guardé este aroma, diciéndome “haré un perfume con ella”. Lo decidí, como un niño que decide a los siete años conducir un tren.

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