El gran privilegio de las ‘uñas perfectas’: todo lo que las manicuras dicen sobre quien las lleva
Diferentes ensayos y artículos analizan cómo se perciben las manicuras dependiendo de la clase, la raza y el privilegio general de quien las luce


El cuidado de las uñas, asegura en Nails: The Story of the Modern Manicure (Prestel, 2014) Suzanne E. Shapiro, resulta una maravillosa inversión comparada con la que suponen otros cuidados estéticos. “El esmalte de uñas añade un barniz enjoyado a las manos sin exigir ni una inversión excesiva ni demasiado tiempo. A diferencia de otros cosméticos que prometen rejuvenecer y aumentar el atractivo, los resultados de la manicura profesional o casera son casi siempre fiables: tus manos lucirán notablemente mejor o más llamativas”, asegura la autora.
Once años después, los medios se han hecho eco de las fortunas que muchas celebridades invierten en sus manicuras. En su escrito, Shapiro asegura que las uñas perfectas son “universales, independientemente del tipo de cuerpo, la etnia o la edad”, así como “la forma más fácil de apropiarse del estilo de las famosas”. Sin embargo, un post publicado recientemente en el perfil de Instagram de la revista Allure ha demostrado que, en realidad, la idea de “uñas perfectas” no solo no es universal, sino que está repleta de matices y grietas por las que se infiltran las desigualdades y los prejuicios.

Se trata de un vídeo que se ha viralizado en el que la responsable de la cuenta @vintage_dusties, especializada en dar una nueva vida a esmaltes antiguos para pintar sus uñas con ellos, recibió la furia de las redes a causa de la silueta de su manicura. Sus uñas cortas de silueta stiletto dibujan un triángulo afilado que incomodó a muchos y dejó claro que ante el furor del lujo silencioso, hay siluetas de uñas que no son aplaudidas en la actualidad… A no ser que quien las luzca ostente ciertos privilegios, por supuesto.
Como explica a Refinery29 Kimberley Nkosi, que en el pasado se encargó de la manicura de varias mujeres de la casa real británica, ahora están de moda las uñas que responden a las mismas reglas estilísticas de la realeza del Reino Unido. “Son uñas cortas en las que los tonos son casi imperceptibles. No se trata de tener un estilo propio. Es un código visual, una discreta señal de moderación, tradición y feminidad dentro de su estructura de clase. Existe una expectativa tácita: un estándar heredado de lo que se considera refinado y propio de una dama”, señala.

Precisamente las uñas cortas y en tonalidades nude color eran populares a principios del siglo XX y las elegidas por las mujeres de clase media para presumir de un estilo de vida ocioso. “Estas uñas limpias y discretas eran un símbolo de privilegio y riqueza. No fue hasta la década de 1990 que las uñas acrílicas empezaron a invadir los salones de belleza del Reino Unido, con puntas blancas y gruesas y piercings. Curiosamente, también las usaban las mujeres consideradas ociosas... En el sentido más peyorativo del adjetivo”, indica Suzanne E. Shapiro en su libro.
La periodista especializada en moda y belleza Brenda Otero confirma el regreso de las manicuras clásicas caracterizadas por uñas cortas y en tonos discretos. “El ejemplo más claro es la tendencia de las ‘uñas enjabonadas’ (soap nails), una manicura en colores como el blanco leche, y el rosa suave con un acabado especialmente brillante. Esta idea de las uñas ‘limpias’ forma parte de la estética clean girl que se hizo viral hace ya algún tiempo y que consiste en invertir una gran cantidad de tiempo y dinero en cuidados y productos cosméticos para lograr un efecto de belleza natural. Es una estética que denota privilegio de clase, y que tiene que ver con una vuelta de los valores conservadores, que también afecta a la moda y el estilo”, explica a S Moda.
Se trata del nail privilege (privilegio de uñas) al que aludió una usuaria en TikTok. “Quizás pienses que nadie se fija en tus uñas, pero en realidad creo que juegan un papel importante en el privilegio de la estética. La gente me trata diferente cuando tengo las uñas arregladas que cuando no. Siento que me toman un poco más en serio cuando tengo las uñas perfectas”, asegura.

Noelia Jiménez, estilista y propietaria del Salón Noelia Jiménez, ve un sesgo cuando son mujeres caucásicas las que se atreven con diseños de uñas más atrevidos. “Lo que antes se tachaba de vulgar o exagerado ahora, en, según qué cuerpos y pieles, se convierte en moderno o atrevido. Hay un doble rasero... Las uñas XL con pedrería o colores llamativos siempre han estado en comunidades racializadas, pero hasta que no lo llevan influencers blancas, no se les da ese valor”, dice.
Ines Cavem, responsable de marketing de los estudios de uñas Arpías, también subraya la existencia de una llamativa -y preocupante- diferencia en cómo se perciben las uñas decoradas, especialmente el nail art más llamativo, según quién las lleve. “Este estilo tiene una raíz muy fuerte en la cultura afroamericana y latina, donde fue una forma de empoderamiento y expresión personal en los años ochenta y noventa. Hoy está presente en todo tipo de contextos, pero a menudo se olvida o desconoce su origen. Por eso creemos que es importante reconocer y valorar esa influencia cultural”, asegura.
Basta con recordar los pasados Juegos Olímpicos para ver cómo las uñas de Sha’Carri Richardson empujaron a muchos comentaristas a tildar su manicura de “ghetto”, algo que ya ocurrió con la medallista olímpica Florence Griffith Joyner, que cambió la forma de lucir las uñas en el deporte de los años ochenta. Como escribió Miliann Kang en The Managed Hand: Race, Gender, and the Body in Beauty Service Work (University of California Press, 2010), la estética de las uñas de las mujeres “refleja la construcción social de la belleza, que no se basa en rasgos naturales o biológicos, sino en gustos socialmente condicionados y profundamente arraigados en las diferencias de género, raza y clase”. Y como apostilló al leer estas palabras Lindsay Pieper en un ensayo llamado Star-Spangled Fingernails: Florence Griffith-Joyner and the Mediation of Black Femininity (Uñas estrelladas: Florence Griffith-Joyner y la mediación de la feminidad negra), “las manicuras francesas y los colores pastel son una señal de belleza blanca, de clase media y de heteronormatividad. Las uñas largas, esculpidas y retocadas, en cambio, son indicadores de negritud, desviación sexual y feminidad marginada”.

Por eso, cuando celebridades como Rosalía o Billie Eilish presumen de sus interminables uñas, como asegura Natalie Meade en The New Yorker, las mujeres negras a menudo quedan excluidas de una tendencia que ellas mismas iniciaron. Y mientras las uñas con un nail art más extravagante son consideradas “barriobajeras” o “ghetto” en mujeres racializadas, cuando las lucen figuras como Dua Lipa, son “vanguardistas”.

En definitiva, la silueta de las uñas es un reflejo del estatus y recalca la existencia de un sesgo del que hay que alertar. Porque cuando lo que se considera elegante en alguien se ve de forma radicalmente opuesta en otra persona, dependiendo de su clase o raza, entran en juego los prejuicios. “La silueta de las uñas puede parecer un detalle insignificante, pero lleva consigo el peso de quien puede ocupar espacio, expresarse y seguir siendo considerado apropiado”, reflexiona Laura Pearson en Refinery29. Tal vez sea el momento de debatir acerca de cómo esas uñas de gel a las que rinde homenaje C.Tangana en Mala mujer son mucho más que una pincelada estética para resultar un arañazo clasista y racista.
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