Del “terror a Naomi Campbell” a “terminar fatal” con Steven Meisel: las supermodelos españolas cuentan su historia
El libro ‘Supermodelos’ recoge las vivencias, luces y sombras de las carreras de las modelos más grandes de la historia de España

Judit Mascó, Verónica Blume, Nieves Álvarez, Laura Ponte, Martina Klein y Laura Sánchez. Nombres indisociables de la moda española e internacional, pero también personas con nutridas historias y vivencias más allá de las portadas y las pasarelas. El libro Supermodelos: el lado humano de las leyendas que dominaron la moda (Plaza y Janés) cuenta sus vivencias. Luis Sala (Mutxamel, Alicante, 2002) comenzó a fraguar la idea del libro cuando le llegó la oportunidad de presentarse a la modelo Laura Ponte durante un desfile. Sala le propuso contar su historia. Ahí surgió la idea inicial de escribir unas memorias. Paulatinamente, fueron sumándose las demás. “El mundo de la moda es muy opaco, no hay relación de percepción entre el afuera y el adentro. Hubiera sido un libro bastante diferente si no se hubieran involucrado de primera mano”, reconoce el autor.
Supermodelos se configura mediante lo orgánico de su lectura, primando la sensación de cercanía, sin renunciar al humor. Las entrevistas se desarrollan en torno a la variedad de sus bagajes, desde el origen fortuito y accidental de sus carreras, como el caso de [Laura] Ponte, “durante una fiesta de una amiga de su tía” en la que conoció al fotógrafo Jorge Johnson, hasta la vocación surgida y trabajada, como el de [Judit] Mascó, en sus palabras, “picando piedra y empezando desde abajo”. En todas existe la igualdad en los testimonios sobre las dificultades de los inicios. París, especialmente, es el envés tenebroso de los castings en las agencias. “En aquel momento se ve que París era un hoyo”, dice Sala, y todas coinciden en el trato deshumanizado y las esperas infinitas que recibieron y soportaron.

Nueva York, por el contrario, fue el estímulo y el lugar de asentamiento para sus carreras, pese a la lejanía de sus realidades geográficas, las aspiraciones y las edades a las que se mudaron. La falta de empatía o caracteres distantes de algunos fotógrafos —”con Steven Meisel yo terminé fatal”, dice [Judit] Mascó— se alternan con el recuerdo de la calidad laboral y humana de otros nombres como Marino Parisotto, Mario Testino, Vallhonrat, todos en la carrera de fondo por conseguir a la modelo mejor pagada.
En el libro aparecen problemáticas que siempre han rodeado a la industria: la conciliación de los ámbitos laboral y familiar, las alusiones de acoso dentro del sector, los abusos de poder, los trastornos alimenticios. En los capítulos, dependiendo de la modelo, la mención es más o menos velada, y es probable que el lector eche en falta un atrevimiento mayor a la hora de abordar tales cuestiones. Ninguna los sufrió directamente, solo en su círculo cercano profesional. “Jamás me he visto en situaciones incómodas. [...] Más de tristeza por mala educación”, dice Nieves Álvarez.

Los capítulos de Verónica Blume y el suyo son los únicos que contienen referencias concretas a trastornos alimenticios, pero en los demás planea la importancia del peso, la dictadura de la toma diaria de medidas, el no encajar en los estándares de belleza, como los casos de Martina Klein y Laura Sánchez, y la pérdida de estatus y oportunidades laborales al quedarse embarazadas.

Otro rasgo compartido de continuo es la buena sintonía con Claudia Schiffer y el respeto-temor a Naomi Campbell. Comenta Verónica Blume: “He de decir que nunca me atrevía a mirarla. Me daba miedo. Una noche […] me encontré a Naomi de cara. Estaba sentada en un taburete. Solo llevaba unas bragas, ni la peluca. […]Era como si se hubiera quitado la máscara de la fiera y debajo hubiese una niña, como yo, sola en mitad de la noche fumando en bragas en la cocina”.
La particularidad de sus carreras, la estela que han dejado, lleva al lector a preguntarse si podría resurgir un movimiento parecido al que protagonizaron hace más de treinta años. La cultura de aquellos años, los aplausos que copaban las pasarelas, han sido sustituidos por los flashes de los móviles. Sin embargo, pese a que el glamur y la vida de una supermodelo están determinados por su caducidad, “ellas han demostrado lo contrario, han ido formándose en diferentes ambientes, como diseñar joyas, escribir, actuar”, añade Sala, consciente, como ellas, de que para la industria de la moda lo único importante es que se haga dinero y que el producto sea rentable.


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