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El mito de tragarse la lengua: los expertos alertan del peligro de entorpecer la reanimación cardiopulmonar

Un análisis desmonta conceptos erróneos de resucitación arraigados en el imaginario colectivo y enfatiza la importancia de las compresiones torácicas inmediatas ante una parada cardíaca

Mito de tragarse la lengua durante la reanimación cardiopulmonar
Jessica Mouzo

Fue en un partido Sevilla-Getafe, en el agosto de 2007. Rondaba el minuto 30 cuando el futbolista Antonio Puerta, de 22 años, se desplomaba en el campo, a pocos metros de la portería. Millones de espectadores presenciaron la escena en directo, desde el estadio o a través de sus televisores. Esos segundos eternos, la confusión y la respuesta inmediata de sus compañeros, que se lanzaron a socorrerlo abriéndole la boca y metiéndole los dedos con la intención, se explicó luego, de que “no se tragase la lengua”. Puerta recuperó la consciencia a los pocos segundos y salió del campo por su propio pie, pero sufrió una parada cardiorrespiratoria en el vestuario y falleció tres días más tarde a consecuencia de las secuelas del fallo cardíaco.

Su caso conmocionó al mundo del fútbol y engrosó esa macabra lista de deportistas que se desvanecen de repente, en medio de un torneo, ante la atónita mirada del mundo. Como el reciente episodio del jugador danés Christian Eriksen, que perdió el conocimiento durante un partido contra Finlandia en la Eurocopa de 2021. Sus compañeros también actuaron “para evitar que se tragara la lengua”, informaron los medios posteriormente, aunque luego también recibió reanimación cardiopulmonar y desfibrilación, y terminó recuperándose.

Su caso, como el de Puerta, se han usado ahora hacer una reflexión científica sobre cómo se actúa ante un paro cardíaco, los conceptos erróneos de la resucitación y su impacto en la opinión pública: una investigación que analiza cerca de medio centenar de desvanecimientos televisados de deportistas revela este miércoles que hay ideas equivocadas, como el miedo a que el afectado se trague la lengua, que pueden entorpecer una reanimación cardiopulmonar adecuada.

“El mito de tragarse la lengua y su percepción como causa de paro cardíaco está muy extendido y a menudo retrasa el inicio de una reanimación cardiopulmonar eficaz [empezar con las compresiones torácicas inmediatamente]“, concluyen los investigadores. Su estudio, publicado en la revista científica Canadian Journal of Cardiology, analizó las intervenciones en 45 casos de atletas que sufrieron colapsos en eventos deportivos y quedaron registrados por las cámaras: en 38 desvanecimientos se ve la primera acción de intento de reanimación y en el 84% de estos casos fue la apertura forzada de la boca para evitar esa idea de la deglución lingual; solo seis personas recibieron la reanimación adecuada con compresiones torácicas como maniobras iniciales de reanimación.

Los autores citan el caso de Puerta y el de Eriksen porque, aunque el resultado vital fue diferente, la primera actuación fue similar. No entran a especular qué hubiese pasado en estos casos concretos si ambos jugadores hubiesen recibido la reanimación cardiopulmonar más adecuada, con masaje cardíaco desde el primer momento, pero sí advierten de una asociación clara en el conjunto de los casos estudiados: “Casi el 70% de los deportistas que recibieron intentos de prevención de la deglución lingual fallecieron o permanecieron en estado vegetativo, mientras que los tres con paro cardíaco que recibieron compresiones torácicas como primera maniobra de reanimación sobrevivieron sin daño cerebral anóxico [por falta de oxígeno] significativo”.

Sevilla's midfielder Antonio Puerta (C) leaves the field assisted by a doctor after collapsing during their Spanish first division soccer match against Getafe at Ramon Sanchez Pizjuan stadium in Seville August 25, 2007

La investigación también destaca el papel de los medios de comunicación en la propagación de mitos, como este de tragarse la lengua. Incluso documentan cómo la prensa acostumbra a elogiar esa respuesta incorrecta. Pasó también tras los colapsos que sufrieron Puerta y Eriksen. Sobre este último, hubo algún medio que describió los intentos de sus compañeros para evitar que se tragase la lengua como una actuación “potencialmente vital en la respuesta”, cuentan los investigadores.

¿De verdad se tragan la lengua?

Pero, ¿qué hay de cierto en ese mito del peligro de tragarse la lengua? Ignacio Fernández Lozano, presidente electo de la Sociedad Española de Cardiología, aclara conceptos: “La lengua es un músculo muy grande, que está anclado a la mandíbula. Cuando uno pierde la consciencia, la lengua se maneja mal, cae por su propio peso y puede obstruir la vía aérea, pero no se traga”. Ahora bien, no es necesario abrir la boca, meter los dedos, sacar la lengua… Basta con hacer “la maniobra frente-mentón”. Esto es, con la víctima tumbada boca arriba, mientras con una mano se le sujeta la frente y la otra se coloca sobre el mentón, se le echa la cabeza hacia atrás y se desplaza la mandíbula hacia arriba para abrir el paso del aire. “Esta maniobra dura un segundo”, señala Fernández Lozano, así que se puede empezar las actuaciones de reanimación efectivas enseguida.

No hay que perder tiempo en intentar sacar la lengua, insiste el cardiólogo. Incluso puede llegar a ser “una maniobra contraproducente”, pues mientras se hace eso, no solo se retrasan las compresiones torácicas, sino que se puede hacer daño a la víctima. Gemma Cuadras, enfermera asistencial del Sistema de Emergencias Médicas de Cataluña (SEM) e instructora de soporte vital, coincide: “No está indicado quitarle la lengua ni ponerle nada en la boca. Puedes hacerle daño, causarle una herida, que sangre, y obstruirle más la vía aérea”.

Denmark's Joakim Maehle reacts as Denmark's Christian Eriksen lies on the pitch after collapsing during the Euro 2020 soccer championship group B match between Denmark and Finland at Parken stadium in Copenhagen, Saturday, June 12, 2021

Los dos expertos concuerdan en que, ante una pérdida de consciencia, lo más urgente es llamar al 112 y comprobar si la persona respira. Si no respira, hay que empezar con la reanimación cardiopulmonar cuanto antes. “No siempre está claro. A veces la respiración es anormal, lenta, trabajosa… Es lo que llamamos una respiración agónica, que se da en algunos casos de parada cardíaca, donde la víctima hace como bocanadas de aire, pero en realidad no respira. Ante la duda, lo mejor es empezar las compresiones”, insiste Cuadras.

Y un apunte sobre el masaje cardíaco: puede servir hacerlo a ritmo de la Macarena. Un estudio del Hospital Clínic constató que seguir mentalmente esta canción aumenta la calidad de las compresiones torácicas. Aunque también vale Stayin’ alive, de los Bee Gees. O la intro de Bob Esponja. Cualquiera de ellas funciona para marcar la frecuencia de las compresiones: 120 por minuto.

En España, recuerda Fernández Lozano, la supervivencia a una parada cardíaca en la calle es del 9%. En Holanda, en cambio, es del 30%. “Nos hemos quedado ahí y no avanzamos. El español no quiere saber nada de la muerte y su educación sanitaria es mala”, lamenta el cardiólogo. Y critica las dificultades en el acceso a desfibriladores automáticos —“hay la décima parte que en Francia”—, así como la complejidad de desmontar los mitos instalados.

El origen del mito

El origen de este mito sobre el peligro de tragarse la lengua no está claro. En un editorial, un grupo de investigadores canadienses sugiere que puede remontarse a los primeros relatos de la epilepsia, “que proponían que la pérdida de consciencia podía causar obstrucción de las vías respiratorias debido al desplazamiento de la lengua, aunque no a la deglución real de la misma”, matizan. Y agregan que esta idea errónea ha podido perpetuarse en la cultura popular gracias a filmes y series como Alguien voló sobre el nido del cuco o Juego de Tronos, donde “se dramatiza la colocación de objetos en la boca para evitar la deglución de la lengua durante las convulsiones”, convienen los autores.

Otra hipótesis que puede alimentar esta idea es también que en muchos casos de parada cardíaca, las víctimas pueden presentar “actividad similar a una convulsión al inicio”. Es un patrón que se observa con frecuencia en paros cardíacos relacionados con el deporte, apuntan. Así que “es comprensible que este mito se haya trasladado a la respuesta pública a los paros cardíacos en deportistas”, aunque no haya indicaciones clínicas para tal maniobra, asumen. Además, signos como la cianosis (coloración azul de la piel) y la respiración agónica pueden confundirse con asfixia, lo que puede llevar a los ciudadanos que se encuentren con un cuadro así “a priorizar la inspección de las vías respiratorias antes de iniciar la reanimación cardiopulmonar”.

10 minutos sin hacer nada, supervivencia cero

El gran problema de todo esto es que esas actuaciones erróneas pueden retrasar intervenciones vitales. “Cada minuto de retraso en la reanimación cardiopulmonar, disminuye la supervivencia entre un 10% y un 12%”, sintetiza Cuadras. Esto significa que, ante un paro cardíaco, si esperamos 10 minutos sin hacer nada, las posibilidades de supervivencia son cero. “En cambio, si se actúa rápidamente, si se hace la desfibrilación en los primeros cinco minutos tras la parada, la probabilidad de supervivencia es del 70%”, abunda.

Falta formación sanitaria en la ciudadanía, coinciden los expertos consultados. Y el mito de tragarse la lengua no es el único instalado alrededor de la reanimación cardiopulmonar. Los investigadores canadienses recuerdan que otro “error común” es creer que “el paro cardíaco repentino se presenta exclusivamente en adultos mayores con enfermedades o anomalías cardiovasculares conocidas, lo que lleva a los espectadores en entornos deportivos a pasar por alto los primeros signos de un paro cardíaco y a subestimar la urgencia de la intervención”. Otra barrera pilota sobre el miedo a causar daños o lesiones, como fracturarle las costillas a alguien durante las compresiones torácicas, dar una descarga inapropiada con un desfibrilador automático o transmitir infecciones a través del boca a boca.

Sobre los temores a hacer daño, Cuadras es contundente: “Es más perjudicial no hacer nada que hacerles daño en una costilla. Si no haces la reanimación, la víctima no tendrá una lesión, pero probablemente tampoco estará aquí para contarlo”.

Curso de primeros auxilios del SAMS (asociación pacientes i familiares con sindromes arrítmicos relacionados con la muerte súbita)

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.
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