Ir al contenido
_
_
_
_

El lastre emocional de ligar por el móvil: mentiras, fantasmas y migajas de atención

Comportamientos tóxicos, como el ‘ghosting’ o el flirteo intermitente para mantener el interés del otro, dañan la autoestima, elevan la sensación de soledad y alimentan el hartazgo con las aplicaciones de citas

Salud mental aplicaciones ligar por el móvil
Jessica Mouzo

Cupido ya no se llama Cupido. Ahora se llama Tinder, Bumble, Grindr, Badoo, Hinge. Las aplicaciones de citas han sacudido la forma en la que se establecen los vínculos afectivos y románticos en todo el globo, y también las dinámicas que acompañan a esas nuevas maneras de relacionarse. Junto a los match, los bloqueos, los fueguitos y los superlikes, aparecen nuevas palabras que describen —mediante anglicismos— comportamientos muy particulares: así surge el ghosting, cuando algún ligue desaparece de repente y para siempre; el breadcrumbing, cuando alguien muestra señales intermitentes de interés, pero sin compromiso ni responsabilidad afectiva; o el zombieing, cuando el fantasma vuelve a retomar el contacto como si nada hubiera pasado. Aunque no son fenómenos exclusivos del mundo virtual, sí parece que se dan ahí con más frecuencia, según los expertos consultados.

Todos esos conceptos —con nombres más o menos ingeniosos— reflejan actitudes y comportamientos que pueden tener un impacto en la salud mental y sexual, tanto en la de la persona que los practica como en la de quien lo sufre. Un estudio alerta, por ejemplo, de que el breadcrumbing provoca en quien lo sufre más insatisfacción vital, soledad y puede hipotecar sus relaciones afectivas futuras. También hay investigaciones que señalan el efecto nocivo del ghosting en la autoestima y se ha reportado que alrededor del 7% de la información que se comparte en esas plataformas es falsa, sobre todo, con el fin de resultar más interesante. Pero esas mentiras pueden erosionar la confianza y alterar la forma de relacionarse.

La evidencia científica sobre la cara más amarga de las relaciones en las aplicaciones de citas todavía llega a cuentagotas, pero ha coincidido con la aparición de ciertos trazos de hartazgo entre los consumidores de este tipo de plataformas. Después de una década de rotundo éxito —un estudio calcula que el 40% de los españoles han usado aplicaciones para conocer a otras personas—, los cupidos virtuales han perdido miles de usuarios de pago y sus empresas matrices han sufrido retrocesos en Bolsa.

También lo ve en su consulta Francisca Molero, directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y sexóloga clínica en la Clínica Máxima de Barcelona. “Hay hartazgo, no quieren entrar en esa vorágine de conocer personas cada semana, tener que tener sexo en la primera cita y que todo el mundo vaya a lo mismo. La gente se está cansando”, cuenta.

El sexólogo Ignasi Puig Rodas considera que la sensación de rapidez, la capacidad de superar las barreras del cortejo en el cara a cara y la percepción de abundancia que caracterizan a estas aplicaciones —hay muchos perfiles para elegir—, están abocando a “relaciones más superficiales y a tener cierta crueldad” en el trato con las personas. “Una de las quejas de la gente es que quiere autenticidad y solo tiene cosas superficiales”, explica este experto, que es miembro de la Sociedad Catalana de Sexología de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña.

Interfaz de aplicaciones de citas, como Grindr y Tinder.

Estos negocios del romance online han estado navegando en un mar de ambivalencias: por un lado, han facilitado las relaciones sexoafectivas, pero también han revelado comportamientos y actitudes que pueden hacer mella en la salud. La facilidad para construir narrativas poco realistas de uno mismo y la pérdida de espontaneidad, especialmente con la llegada de chatbots que hacen de asistentes virtuales del amor y ayudan a montar las mejores respuestas para ligar, han retorcido todavía más las dinámicas en esas aplicaciones de citas y ya nadie está seguro de qué es cierto y qué no.

Y con razón: una encuesta de Forbes recoge que uno de cada cinco miente sobre su edad, el 14% lo hace sobre sus ingresos o sus aficiones y el 13%, sobre trabajo, su historial amoroso o su estado civil. “Hay una idea de que siempre se miente y ya vas con cierta barrera, por lo que es difícil establecer relaciones duraderas”, plantea Molero.

La huella emocional del ‘ghosting’

La ciencia y la calle también han puesto nombre y atención a otras dinámicas comportamentales que, más allá de la mentira, pueden distorsionar las relaciones. Sobre el ghosting, por ejemplo, Molero explica que “la gente lo vive mal” porque no entiende qué ha pasado. “Uno se pregunta incluso qué ha hecho mal. Es terrorífico no entender qué pasa. Te crea una sensación de caos e incertidumbre que te puede afectar a relaciones futuras”, incide. Incluso hay quien tiene que pasar una especie de duelo, expone.

Esas desapariciones sin dejar rastro son relativamente frecuentes. Investigaciones en Estados Unidos estiman que hasta uno de cada cinco encuestados lo han sufrido y entre el 10% y el 30% ha ejecutado ese comportamiento. La horquilla es amplia. En España, una encuesta a más de 600 personas determinó que el 20% había sufrido o iniciado ghosting; y alrededor de un tercio informó haber sufrido breadcrumbing, o haberlo practicado, en el último año. Ese estudio reveló que el uso de aplicaciones de citas espolea ambos comportamientos, y los investigadores también encontraron que eran más frecuentes entre el colectivo LGTBIQ+.

Sobre las motivaciones detrás de esas desapariciones repentinas, Raúl Navarro, profesor de Psicología Social en la Universidad de Castilla-La Mancha y autor principal de esa investigación, asegura que hay diferencias por género. Las mujeres, por ejemplo, recurren más a esta práctica “cuando las interacciones adquieren tintes más agresivos o ven un riesgo de que ocurra una situación desagradable”, explica. Pero también hay quien toma esa decisión unilateral, quizás como “un mecanismo de justificación”, al pensar que la otra persona no va a estar bien con uno y quiere evitarle lo que vendrá después. “Todas ellas son formas de evitar la confrontación directa”, argumenta Navarro.

Estrategias de manipulación emocional

De esa otra actitud de ir dando migajas de interés, con un me gusta o un comentario esporádico, para mantener la atención de alguien, el experto dice que tiene “tintes de estrategia de manipulación emocional” y asegura que las consecuencias suelen ser más graves. “Es una estrategia de: ‘Quiero que estés pendiente de mí, quiero que me adules’. Se ha visto también que está relacionada con el narcisismo”, explica Navarro. Y señala que también se ha vinculado con un apego inseguro: “Son personas que tienen necesidad de establecer vínculos y, a veces, quieren superatención, pero luego no están bien con esa cercanía y se alejan. En este caso no es con el ánimo de hacer daño, y ese apego evitativo le puede funcionar a la persona que lo practica por esa incapacidad de establecer relaciones sanas”.

Captura del proceso para abrirse un perfil en Tinder, donde preguntan al usuario qué tipo de relación está buscando. Por ejemplo, un vínculo afectivo serio, un romance corto y divertido o simplemente hacer amigos

La peor parte, eso sí, se la lleva quien lo sufre: puede llegar a pensar que en sus relaciones futuras le puede ocurrir lo mismo. “Y también se relaciona con soledad emocional y la incapacidad de establecer vínculos sociales fuertes”, agrega el científico. En la misma línea, Molero califica el breadcrumbing como “lo más tóxico que hay y lo que más engancha”. Y se explica: “Es la ambivalencia: darte migajas para que no pierdas el interés, pero eso te acaba creando mucha incertidumbre y ansiedad. Es muy angustiante”.

Batalla por la atención

Álex García Alamán, psicólogo especialista en terapia sexual y de pareja y profesor de psicología en la Universitat Oberta de Catalunya, conviene que detrás de muchas de esas dinámicas, juega un papel clave también el funcionamiento de la propia aplicación. El experto, que ha desarrollado una tesis doctoral relacionada con la construcción de los perfiles de Tinder, enfatiza que estas aplicaciones, que se venden como un método rápido de ligar con una oferta casi inagotable de perfiles, “se han convertido en una especie de trabajo de filtrado” y la gente no es consciente de cuánto tiempo tendrá que invertir detrás de cada match. “Detrás de un ghosting, uno puede creer que está siendo maltratado y lo están rechazando, pero lo que puede estar pasando es que no le están prestando atención. No porque alguien quiera maltratarlo, sino porque no quiere invertir tiempo [en esa persona]. Y es más económico no decir nada”.

Y lo mismo sucede con el breadcrumbing, apunta: “Lo que puede haber detrás es una persona que no ha decidido dónde va a poner su atención”.

En cualquier caso, toda esa “lluvia de microdecepciones” que sufre la gente al no encontrar lo que busca, acaba pasando factura a la autoestima hasta pensar mal de uno mismo. También magnifica la sensación de soledad y alienta la despersonalización, hasta instalarse en el cinismo y en la idea de que todo el mundo miente ahí dentro, cuenta García Alamán: “Y esas son las tres dimensiones del burnout. Si no conoces a alguien o no te lo tomas como un juego, todo el mundo acaba quemado a largo plazo”.

Con todo, y a pesar de sus males o del hartazgo que están ocasionando en los usuarios, los cupidos virtuales no parece que vayan a morir a corto plazo, opina el psicólogo: “Son el mal menor. La gente preferiría salir a la calle, tener aficiones e interactuar allí, pero no tiene tiempo. Las aplicaciones de citas son una respuesta a la falta de tiempo libre y la gente acabará volviendo porque no le queda otra”. Aunque vuelvan inundados de desgana, cinismo y desesperanza, asume: “Será como entrar a una discoteca y que el 90% de la gente esté de mal humor”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_