¿Son eficaces las vacunas empleadas para tratar las enfermedades alérgicas?
Diversos estudios clínicos han demostrado que las vacunas de alérgenos son eficaces al producir una mejoría significativa de la calidad de vida

Dado que la alergia es una reacción exagerada del sistema inmunitario a sustancias normalmente inofensivas (desde los ácaros a los pólenes, pasando por los epitelios de animales, el látex o el veneno de las abejas y las avispas), la inmunoterapia o vacunas de alérgenos se basan en la administración de dosis repetidas de un extracto que contiene el alérgeno o los alérgenos al que el paciente se encuentra sensibilizado con el objetivo de restablecer el equilibrio inmunitario y desarrollar tolerancia, presente en personas sensibilizadas que no presentan sintomatología con la exposición a la fuente alergénica.
Numerosos estudios clínicos han demostrado que las vacunas de alérgenos son eficaces: producen una disminución de los síntomas y del uso de medicación, así como una mejoría significativa de la calidad de vida. Se ha demostrado también que son capaces de disminuir las posibilidades de desarrollar asma si se aplican precozmente. En el caso de los venenos de los himenópteros, curan a más del 95 % de los tratados con veneno de avispa y a cerca del 90 % de los alérgicos a la abeja.
Quiénes se pueden vacunar y quiénes no
La inmunoterapia puede ser beneficiosa para los pacientes con síntomas de rinitis o asma alérgicas, o anafilaxia por venenos de himenópteros, y sensibilización demostrada (mediante pruebas cutáneas y/o analítica), especialmente cuando los síntomas afecten de forma importante a su calidad de vida, y no mejoren con fármacos. Es también fundamental que la enfermedad esté controlada (primordial en el caso del asma) y que pueda revertirse con este tratamiento, esto es, que no se encuentre en un grado tan avanzado que el daño pulmonar producido sea irreversible. Por este motivo, resulta esencial plantear el diagnóstico y tratamiento de estas enfermedades en sus fases iniciales.
El tratamiento con vacunas de alérgenos no está indicado en aquellas personas con pruebas alérgicas positivas, pero que no han desarrollado síntomas. Tampoco lo está si, aunque presenten síntomas compatibles o sugerentes de alergia, no existen resultados positivos en las pruebas alérgicas. Quienes no sean capaces de completar el tratamiento íntegro de varios años tampoco deberían recibirlo. En el caso de la alergia al veneno de himenópteros (abeja y avispas), la gravedad de la reacción es clave: si la picadura produce de forma repetida síntomas respiratorios o cardiovasculares estará siempre indicada; si son leves (afectación exclusivamente de la piel) y el riesgo de nuevas picaduras (por ocupación o aficiones) es bajo, la indicación del tratamiento puede depender más de las circunstancias personales del paciente.
La vacuna se puede administrar a cualquier edad, aunque no se recomienda en niños menores de 5 años (salvo en caso de riesgo vital), pacientes con enfermedad irreversible o que presenten contraindicaciones para la administración de adrenalina. No debe iniciarse durante el embarazo, pero si una mujer está recibiendo una vacuna que es bien tolerada y eficaz, no es necesario interrumpirla durante la gestación.
¿Puede un alérgico al polen vacunarse en primavera?
Tradicionalmente, las vacunas de pólenes se administraban antes de la primavera y se suspendían al llegar esta por temor a que el paciente desarrollase reacciones adversas, pero se ha demostrado que el tratamiento continuado a lo largo de 3-5 años tiene un beneficio superior al de la administración preestacional reiniciada cada año.
Por esta razón, en la actualidad existen alergólogos que administran a sus pacientes vacunas de pólenes en dosis invariables durante todo el año, con resultados excelentes. El requisito imprescindible para administrar la misma dosis será que el paciente se encuentre estable en cuanto de su sintomatología bronquial: que no presente tos, ni sibilantes (“pitos” en el pecho) o disnea (“ahogo”) en los días previos. En cualquier caso, las normas de manejo de una vacuna de alérgenos nunca deben generalizarse, y corresponde al especialista recomendar una u otra pauta de administración.
Vacuna inyectada y vacuna sublingual, dos modos de tratamiento
La mayoría de las vacunas son formulaciones personalizadas para cada paciente y existen para algunos ácaros, ciertos pólenes, determinados hongos, epitelios de animales, y el veneno de himenópteros. Además, se dispone de dos vacunas sublinguales que han sido registradas como medicamentos: una para tratar la alergia al polen de las gramíneas y otra para la alergia a los ácaros del polvo.
Ambas formas de inmunoterapia son efectivas, pero hay diferencias entre ellas. Las vacunas subcutáneas deben ser administradas siempre por un profesional sanitario, con agujas de muy pequeño calibre que las hace casi indoloras. Esto facilita la prevención y el control de los posibles efectos adversos, consiguiendo a la vez un alto grado de cumplimiento por parte del paciente, ya que en la fase de mantenimiento se administran una vez al mes. En cambio, las vacunas sublinguales permiten su administración domiciliaria, sin tener que acudir a un centro médico. Ya sean líquidas o en forma de tabletas, se depositan bajo la lengua durante dos minutos, deglutiéndose a continuación. La tasa de cumplimiento es mucho más baja, al ser la pauta más incómoda (tomas diarias o en días alternos), con lo que los abandonos del tratamiento se producen con mayor frecuencia.
En ambos casos la continuidad es crucial. La referencia actual está en mantener ciclos de inmunoterapia en torno a cinco años, y nunca menos de tres. Esto no significa que no se puedan obtener resultados a corto plazo. De hecho, así ocurre en muchos casos; pero si se interrumpe el tratamiento, lo más probable es que los síntomas reaparezcan con la misma intensidad que antes de empezar. Por este motivo, el paciente que recibe una vacuna no debe ceder a la tentación de abandonarla antes de que su alergólogo se lo indique, aunque perciba que sus síntomas hayan mejorado notablemente en los primeros meses.
Es posible vacunar frente a varias cosas a la vez, pero el número de alérgenos en una mezcla debe ser el mínimo posible, no debiendo utilizarse más de tres fuentes alergénicas diferentes (pólenes, ácaros, hongos, epitelios) en una misma vacuna. El motivo es que cuando se utilizan mezclas de varios alérgenos es más difícil garantizar la dosis eficaz para cada uno de los componentes, y podría suponer un mayor riesgo de sufrir reacciones adversas.
Los venenos de abejas y avispas no deben mezclarse con ningún otro alérgeno, ni entre sí. En caso de ser alérgico a sustancias diferentes, la decisión de tratar con una vacuna deberá basarse, siempre de forma individualizada, en cuál es la sustancia que produce los síntomas más duraderos y graves, cuál produce más afectación en la calidad de vida y cuál es más difícil de evitar.
Este contenido se ha editado a partir de textos de la Dra. Virginia de Luque Piñana, especialista en Alergología en el Hospital Universitario Virgen Macarena (Sevilla), y de la Dra. Pilar Serrano Delgado, especialista en Alergología del Hospital Universitario Reina Sofía (Córdoba).
HABLANDO DE ALERGIAS es una colaboración entre la Fundación de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), la Fundación BBVA y EL PAÍS concebida para resolver las dudas más frecuentes que los pacientes trasladan en las consultas de alergología. Las respuestas se basan en el conocimiento experto de un centenar de especialistas, que son los autores de El libro de las enfermedades alérgicas, una publicación multimedia realizada por la Fundación SEAIC en colaboración con la Fundación BBVA.
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