Frustración, presión y riesgos, la otra cara de las aplicaciones deportivas convertidas en redes sociales
A pesar de los beneficios de compartir los logros atléticos a diario, los expertos alertan de los riesgos que empiezan a aflorar entre los usuarios de estas plataformas


La motivación para entrenar, fijar una rutina o la posibilidad de conocer a personas y compartir aficiones son tres de las razones que explican por qué las aplicaciones deportivas, convertidas hoy en redes sociales, están en la cresta de la ola. Así lo demuestran las descargas, que se han multiplicado en el último lustro, y así se percibe también entre los usuarios, que cada vez se cruzan con más conocidos en su perfil digital. Si bien los beneficios no se cuestionan, cada vez hay más voces que ponen el foco en la otra cara de la moneda, ya que un uso excesivo genera frustración, estrés o la asunción de riesgos innecesarios.
La frustración aparece en la comparación con los demás, al ver que el esfuerzo realizado no es suficiente para mantener el ritmo del resto de usuarios. Ligado a este sentimiento de insatisfacción, surgen el estrés y la presión por cumplir con las expectativas generadas y por estar a la altura de la imagen digital que se pretende proyectar. Todo ello lleva, en algunos casos, a prácticas de riesgo en el entrenamiento por alcanzar unos objetivos que mostrar al resto.
Esto se advierte y se desarrolla en el libro El riesgo de la vanidad. Redes sociales deportivas y su efecto en la salud mental (editorial Alfons el Magnànim), del historiador y periodista Carles Senso. El texto analiza la relación entre la adicción y el consumo de aplicaciones deportivas —entre las que Strava es la reina— y la afectación a la salud mental de los usuarios. Mediante una encuesta a cerca de 300 atletas no profesionales y la recopilación de estudios y artículos publicados en las últimas décadas, el libro concluye que, aunque los beneficios de usar estas aplicaciones como red social siguen siendo mayoritarios, hay un porcentaje no desdeñable de personas a las que la presión social de la exposición pública le está afectando física y psicológicamente.

A pesar de que la encuesta hay que interpretarla con precaución, ya que la selección de la muestra y la distribución de la misma no ofrecen la fiabilidad necesaria para trasladar esta realidad al conjunto de los deportistas, sí que sirve para hacer una fotografía actual con los problemas que empiezan a aflorar en este sentido. De los 288 entrevistados, el 26% señaló que sentía insatisfacción al comparar los registros con otros compañeros y el 14% que había experimentado una pérdida de autoconfianza.
Comparación diaria
Tres de los triatletas que entrena el doctor en fisiología deportiva especializado en alto rendimiento Jordi Pascual han sufrido estos síntomas en los últimos meses, según relata. Por ello decidieron ocultar la publicación de sus tiempos de entrenamiento y de sus marcas en las aplicaciones. “Les estresaba que el resto de usuarios viera sus resultados”, cuenta Pascual. De hecho, uno de los tres incluso ha abandonado la competición porque “ve en Strava cómo de fuertes están sus principales rivales, que en muchos casos son compañeros o amigos del club”.
Precisamente es este tipo de comparación entre iguales la que genera una mayor frustración, argumenta Senso, que alerta del peligro de la desaparición del contexto al ver los resultados de los demás. “Se dice que el 90% de los registros de Strava son insuperables y, entre otras cosas, se ha producido porque se ha profesionalizado el deporte amateur. Todo el mundo corre, nada o pedalea muchísimo y eso crea frustración entre quienes no pueden entrenar tanto o cuentan con condicionantes vitales diferentes”, amplía el historiador.
La comparación y la competición con el resto de usuarios genera consecuencias opuestas en función de la personalidad del deportista. Mientras que para algunos es fuente de motivación para superarse a sí mismos y les ayuda a aumentar el nivel de implicación, a otros les ocurre todo lo contrario, según apunta el psicólogo clínico y social Milton Alexander López de León. “Es más alto el porcentaje de deportistas amateur que no continúan con su rutina cuando experimentan niveles altos de insatisfacción y frustración”, expresa.
Prácticas de riesgo
La frustración por los resultados propios, sumada al estrés y la ansiedad de no estar a la altura de la imagen digital que se quiere proyectar, son los pasos previos a un tercer escalón: realizar prácticas de riesgo innecesario. Aunque en este punto el porcentaje es menor, el 18% de los encuestados admitió haber llevado su capacidad física al límite o incluso más allá para superar algún registro de Strava y el 7% reconoce comportamientos irresponsables en los que puso en riesgo su físico.
El ejemplo paradigmático de la asunción de riesgo son los descensos en bici. Ciclistas no profesionales que, tratando de conseguir el récord en un tramo concreto de competición de la aplicación deportiva, asumen velocidades de más de 50 kilómetros por hora en la bajada de un puerto de montaña. Así lo subrayan tanto Senso, que matiza que los comportamientos irresponsables son minoritarios, como Pascual, que conoce de primera mano el ejemplo de un ciclista profesional que dejó de ceñirse a los entrenamientos por su necesidad de conseguir logros en Strava. “No es un caso aislado; es el espejo del deportista aficionado”, remarca Pascual.
La creación de una imagen digital en la que la opinión de los seguidores adquiere relevancia hace que algunos deportistas adapten y modifiquen sus entrenamientos. Así, se llegan a cambiar los espacios de entrenamiento, se aumenta el tiempo de rutina, se fuerza la capacidad corporal para soportar retos más intensos o incluso se sacrifican las relaciones sociales, explica López de León. Todo ello con el fin último de “obtener la aprobación social”.
La búsqueda de reconocimiento en el mundo digital ha llevado incluso a usuarios de Strava a pagar a mulas para que corran por ellos, según afirmó Fiona Parker en un artículo de The Telegraph, que los calificó de corredores perezosos. También hay multitud de vídeos en YouTube con miles de visitas con la promesa de enseñar a hacer trampas en Strava y manipular los resultados. Un sinsentido desencadenado por la obsesión de ser reconocido socialmente.
“Nuestro comportamiento cambia cuando nos sentimos observados, en cualquier espacio de nuestro día a día. Lo mismo ocurre cuando practicamos deporte, siendo conscientes de que seremos analizados”, agrega Senso. De hecho, según la encuesta del libro, uno de cada diez atletas no sube contenido si no es suficientemente bueno.
El fenómeno de las aplicaciones deportivas convertidas en redes sociales no muestra indicios de frenar su crecimiento; más bien, al contrario, cada vez son más los usuarios que se suman a esta tendencia. Así que es necesario poner el foco en los efectos perniciosos que empiezan a aflorar, como la insatisfacción, la presión y el estrés. Todo para que la motivación y la superación de uno mismo sigan siendo la cara más visible de la moneda.
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