Michaela Moua, primera Coordinadora Antirracismo europea: “El racismo debe tratarse como un problema estructural, no como agresiones individuales”
La representante de la Comisión Europea sostiene que el principal obstáculo para acabar con la discriminación es la desinformación y que el miedo provocado por la pandemia y los conflictos ha allanado el camino a la extrema derecha y a la polarización


Michaela Moua (Helsinki, 49 años), primera Coordinadora Antirracismo de la Comisión Europea, piensa que el principal obstáculo para acabar con la discriminación es la desinformación. Esta exjugadora de baloncesto profesional asumió el cargo en 2020, en plena pandemia de la covid-19, al tiempo que estallaban las primeras protestas masivas en redes sociales con la consigna “Black Lives Matter” por el asesinato de George Floyd en Estados Unidos. Aunque asegura que el efecto de la desinformación en aquel entonces ya era caótico, cree que en los últimos años, en un contexto de guerras y ante el auge de la extrema derecha, la tecnología se ha convertido en algo mucho más peligroso que amenaza especialmente a las minorías.
Pregunta. ¿Los crímenes con motivación racista han aumentado?, o ¿es que hay más denuncias?
Respuesta. Los datos que tenemos de la agencia de derechos fundamentales de la UE (FRA, por sus siglas en inglés), que es nuestra principal fuente de información, demuestran que van en aumento. Creo que tiene mucho que ver con la pandemia y las guerras de los últimos cinco años. Todo el miedo que provoca este caos ha dejado el camino libre a la extrema derecha y la polarización. Los derechos humanos se están desmoronando, no solo en cuanto a cuestiones raciales, sino también en igualdad de género y derechos LGTBIQ+. La información que recaba la FRA indica que la gente es más consciente de sus derechos. Aun así, debemos tener en cuenta que la gran mayoría no denuncia.
P. ¿Qué hace exactamente un coordinador antirracismo de la Comisión Europea?
R. Soy un puente entre la Comisión, la sociedad civil y los 27 Estados miembros. Mi principal función es garantizar que se lleve a cabo el plan de acción antirracismo de la UE, que estará vigente hasta finales de este año. Este plan consta de 70 medidas diferentes para garantizar que la lucha contra la discriminación avance en el empleo, la digitalización, la juventud y la educación. El racismo debe tratarse como un problema estructural que está incrustado en el sistema, no como agresiones individuales.
P. ¿Está lejos de lograrse?
R. Creo que estamos atravesando tiempos difíciles. Pero esta no es la primera vez. Frente a la incertidumbre, los derechos humanos suelen quedar relegados a un segundo plano y siempre son los de las minorías los primeros en ser socavados. Aun así creo que las cosas han cambiado. Ahora hablamos de racismo estructural. Creo que todavía queda mucho trabajo por hacer, pero después haber estado aquí durante un tiempo, también puedo ver que las cosas han avanzado. Además, me mantengo optimista por la juventud y por la pasión que demuestran por la igualdad, los derechos humanos, la lucha contra el racismo y el cambio climático.
P. ¿Qué papel juegan la tecnología y la Inteligencia Artificial en la lucha antirracista?
R. Es un arma de doble filo muy peligrosa porque de ahí surge la discriminación algorítmica. Las redes sociales son cámaras de eco que radicalizan a las personas, especialmente a las minorías, grupos LGBTIQ+, mujeres, grupos racializados. Esto pasa porque la red se llena de prejuicios ante la falta de datos reales que reflejen la diversidad en la UE. Hay estudios que demuestran que los algoritmos de reconocimiento facial basados en la IA pueden equivocarse muy fácil con algunos grupos demográficos, como las mujeres y las personas de origen racial o étnico minoritario.
La legislación es fundamental para paliar los daños de la inteligencia artificial
P. ¿La Comisión puede hacer algo frente a este sesgo?
R. Se está legislando en contra de algunos tipos de IA que se han clasificado como de alto riesgo. Por ejemplo, algunos que se utilizan en vigilancia policial o migración. Esto significa que están sujetos a obligaciones estrictas porque representan un riesgo para los derechos fundamentales. Nuestro objetivo no es solo medir el sesgo, sino mitigarlo. La IA se está desarrollando muy rápido y tenemos que blindarnos con regulaciones y legislaciones.
P. ¿Y cómo se gestiona esto en cada Estado?
R. El racismo estructural se puede medir, por eso animamos a los Estados a recopilar datos desagregados sobre igualdad. Estos datos son cualquier información relacionada con los criterios establecidos en los tratados de la UE, entre los que están raza y etnia. Solo de esta forma construiremos una base sólida de evidencia para desarrollar políticas eficaces. Como legisladores debemos buscar la información necesaria para acabar con la brecha digital, sin que se vulneren los derechos fundamentales.
Los algoritmos de reconocimiento facial basados en la IA pueden equivocarse muy fácil con algunos grupos demográficos, como las mujeres y las personas de origen racial o étnico minoritario
P. ¿Cómo debe ser ese proceso para obtener indicadores de igualdad?
R. Debe ser voluntario y transparente. Los ciudadanos deben tener claro por qué recopilamos estos datos. Son datos sensibles, así que tienen derecho a compartirlos si así lo desean, pero nunca están obligados. El anonimato es fundamental para que la información no se pueda vincular a ninguna persona en particular. Es bastante fácil obtener datos sobre edad y el género, pero cuando se trata de religión, raza o etnia, es mucho más difícil.
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