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Granjas que agonizan y familias desplazadas: la sequía en Irán afecta a millones de personas

El país se enfrenta a su sexto año consecutivo de crisis hídricas, en un contexto en el que las olas de calor han elevado las temperaturas por encima de 50°C

Iran

El huerto que una vez fue el legado familiar de Mina casi no registra ningún movimiento. La matriarca de 68 años, procedente de Bukan, al oeste de Irán, camina con impotencia entre los restos de manzanos y cerezos que antaño alimentaron a sus hijos y sustentaron a su comunidad. La pérdida de ingresos ha obligado a su familia y a los lugareños a mudarse a otras partes del país, especialmente a la capital, Teherán, en la que viven unos 10 millones de personas y donde tampoco hay agua suficiente. Irán suma seis años de sequía y, ahora, con la amenaza que pesa sobre Teherán de una posible evacuación de parte de la población por la falta de agua, familias como la de Mina se enfrentan a la incertidumbre sin tener claro a dónde ir.

“Ya no podemos elegir cultivos en función de la rentabilidad; debemos elegir por supervivencia”, dice Leyla, la nieta de Mina, en una entrevista telefónica. Algunos miembros de su familia ahora cultivan alimentos resistentes a la sequía, como cebada, trigo y una cosecha limitada de remolacha. “Tememos perder todas nuestras tierras fértiles, como ya les ha pasado a muchos de nuestros vecinos. Los precios se han desplomado y vender los terrenos es imposible. Algunos agricultores de nuestra comunidad han recurrido a medidas arriesgadas e ilegales, como la perforación de pozos no autorizados, solo para asegurar la supervivencia de sus hijos”, añade Leyla.

Irán gasta gran parte de su agua en agricultura, un porcentaje que algunos estudios elevan a hasta el 90%. Esta proviene de presas y acuíferos que, cada vez, tienen menos recursos como consecuencia de la disminución de las lluvias: las autoridades han reportado que las precipitaciones se han desplomado un 96% en comparación con el año pasado. También juegan en contra las altas temperaturas ―en algunas zonas, las olas de calor han elevado los termómetros por encima de los 50°C― y la gestión deficiente de las autoridades, según explican los expertos. Según datos de la Compañía de Gestión de Recursos Hídricos, 19 presas están a punto de secarse y actualmente se encuentran a menos del 5% de su capacidad.

Una ciudad al borde del abismo

La escasez de agua en las provincias de Irán se ha extendido hasta la capital. En un nuevo golpe a la creciente crisis hídrica del país, el presidente iraní, Masud Pezeshkian, sugirió a principios de noviembre que debían evacuar la ciudad. “No tenemos otra opción. La reubicación es una necesidad. No podemos saturar esta región con más población y construcciones”, declaró. Uno de los posibles destinos de reubicación es la región de Makrán, en el sur, al otro extremo de Irán.

La advertencia de evacuación ha dejado sumidos en el miedo a los que se han desplazado a la capital. “Han cortado el suministro de agua durante horas al día en mi barrio. En otros ya se ha acabado. Toda esta crisis del agua es solo una de las situaciones catastróficas a las que nos ha llevado este régimen”, afirma, por teléfono, Meher Hosseini, residente de Teherán de 40 años.

Irán no ha sido inteligente en el ahorro de agua. Gastó dinero en grandes proyectos hídricos que enriquecieron a unos pocos y dejó el camino libre para que la Guardia Revolucionaria gastara los recursos que debían haber sido destinados a la gestión
Nik Kowsar

Hosseini reconoce que las sanciones económicas impuestas por la UE a Irán pueden haber mermado la capacidad del gobierno ―al limitar sus posibilidades de atraer inversiones extranjeras para atender el problema―, pero responsabiliza plenamente a las autoridades por ignorar las medidas recomendadas por los especialistas en agua.

Uno de estos analistas es Nik Kowsar, quien en declaraciones a EL PAÍS cuenta que en 2001 advirtió al entonces presidente, Mohamed Jatamí, que sus políticas llevarían al país a un desastre. “Jatamí me citó a su oficina en 2001 y, tras informarle, desestimó muchos de mis argumentos. Más tarde descubrí que muchos miembros de su entorno colaboraban estrechamente con la Guardia Revolucionaria en la construcción de muchas de las presas del país. También he escrito sobre la mafia del agua [Kowsar es, además, periodista] y cómo las organizaciones que la respaldan han desempeñado un papel fundamental en esta crisis”, declara por teléfono.

A pesar de que sus advertencias fueron ignoradas en el pasado, Kowsar señala las reformas urgentes que, en su opinión, aún son posibles si las autoridades actúan con decisión. “Es innegable que el cambio climático ya nos ha alcanzado, pero aun así es clave gestionar bien los recursos. Irán no ha sido inteligente en el ahorro de agua. Gastó dinero en grandes proyectos hídricos que enriquecieron a unos pocos y dejó el camino libre para que la Guardia Revolucionaria lavara dinero destinado a la gestión del agua a través de intermediarios”, denuncia.

Estudiantes, agricultores y los más vulnerables sufren

Con la amenaza del llamado “Día Cero” sobre Teherán, es decir, el día en el que la demanda de agua supere el suministro disponible, quienes más sufren la crisis son los agricultores, las familias que viven en la pobreza y no pueden comprar tanques de agua y los estudiantes en residencias universitarias que han estado protestando por la falta de agua potable. Durante el último mes, estudiantes de varias universidades, como la Universidad de Teherán, la Universidad de Alzahra y la Universidad Tecnológica Sharif, han sufrido una grave escasez debido a la implementación de un plan de racionamiento que impuso el Gobierno.

Ali Ramezani, editor jefe de Amirkabir Newsletter, un medio de comunicación del movimiento estudiantil iraní, relata a EL PAÍS que en algunas residencias el agua se ha cortado completamente durante la noche, a veces sin previo aviso. “La situación ha provocado pequeñas pero crecientes protestas. Sus demandas son simples: acceso al agua y comunicación transparente por parte de las universidades. Los estudiantes informan que las autoridades a menudo responden con soluciones temporales o promesas, pero que el problema reaparece al día siguiente”, asegura Ramezani por teléfono.

Reza, activista de derechos civiles con sede en Teherán que pide que se cambie su nombre por seguridad, sostiene que la única razón por la que la crisis del agua es noticia “es porque afecta al corazón del régimen”, a Teherán. “Durante décadas, personas de otras regiones, especialmente los baluchis, han sido desplazadas debido a la discriminación. Incluso si esta situación mejora aquí, la gente de estas provincias tendrán que seguir luchando”, afirma.

Durante décadas, personas de otras regiones, especialmente los baluchis, han sido desplazadas debido a la discriminación. Incluso si esta situación mejora aquí, la gente de estas provincias tendrá que seguir luchando

En cuanto a la situación de las comunidades rurales, Kowsar afirma que miles de personas se han mudado a barrios marginales. “La gente de Sistán-Baluchistán, Jorasán, Fars y Kermán se ha visto obligada a desplazarse porque el agua subterránea se ha agotado. Sin embargo, existen medidas que pueden ayudar a la gente a regresar. Yo trabajaba en la provincia de Fars, en la zona de Gareh-Bygone. Tardamos dos o tres años en recolectar agua de lluvia para recargar los acuíferos, y cuando los pozos funcionaron, los agricultores volvieron”, recuerda Kowsar.

Incluso en los lugares donde las familias permanecen, el temor al desplazamiento está siempre presente. En Sistán-Baluchistán, Mohammad, un agricultor, explica la ansiedad que se cierne sobre su comunidad. “Me preocupa que si la crisis continúa y el agua se agota por completo, perderé mis cultivos y el poco ganado que me queda, y mi familia se quedará sin ingresos ni alimentos. Si esto pasa, nos veremos obligados a abandonar definitivamente nuestros pueblos”, dice Mohammad, quien solía cultivar plátanos y sandías, y ahora solamente tiene palmeras datileras que necesitan poca agua. Teme que, si la situación persiste, en unos dos años estas familias se enfrentarán a una catástrofe.

“Es necesario reeducar sobre cómo consumir menos. En las grandes ciudades se infravalora la importancia de cuidar el agua, y la educación al respecto es deficiente. El agua es un derecho humano, pero la República Islámica no lo reconoce como tal. Varias etnias y provincias han sufrido discriminación en el suministro de agua; la injusticia ambiental por parte del régimen ha generado pobreza hídrica en todo el país", dice.

“Si la situación actual continúa, me temo que quienes se vean obligados a abandonar sus hogares podrían intentar cruzar las fronteras. ¿Están nuestros vecinos y los países europeos preparados para tal éxodo? Sería una crisis humanitaria masiva”, reflexiona Kowsar.

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