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Los recortes de Trump pinchan la estrategia del condón asequible en Ghana

La distribución de preservativos y el trabajo comunitario son dos de los programas afectados por el repliegue de USAID

Condones farmacia de Acra en Ghana
Camilo S. Baquero

El lanzamiento de Ebony Condoms, hace casi tres años, se hizo por todo lo alto. Políticos ghaneses, celebridades, entidades del tercer sector y un conocido DJ africano se reunieron en el centro de Acra, para dar la bienvenida al preservativo. No era un producto más en los estantes: era la apuesta de la agencia de cooperación estadounidense, USAID, para revolucionar el acceso a condones en un país donde el año pasado se registraron 15.000 contagios de VIH y unos 167.000 casos de infecciones de transmisión sexual, según fuentes del Gobierno, y en 2023 hubo más de 610.000 embarazos no deseados.

El proyecto, que puso en el mercado una caja con tres preservativos por solo 5 cedis (0,34 euros), está en la lista de afectados por los recortes del Gobierno de Donald Trump, confirman varias fuentes consultadas por este diario. Su promotor, la empresa Total Family Health, insiste en que está decidida a continuar con su propósito sin detallar cómo. Una de las opciones sería subir el precio, algo que pincharía la accesibilidad del preservativo en el país africano.

Entre 2020 y 2024, el 41% de todos los anticonceptivos donados a Ghana venían directamente de USAID, según datos de la Coalición para Suministros de Salud Reproductiva. Además de aportaciones para luchar contra enfermedades como la malaria, la tuberculosis o el control del VIH, el Gobierno de Estados Unidos ha sido históricamente el mayor patrocinador de los programas de planificación familiar y salud reproductiva en África, tanto en la adquisición de productos como en el fortalecimiento en la prestación de servicios y la intervención comunitaria. De ahí que el impacto del hachazo en las ayudas sea considerable a todos los niveles. Total Family Health recibió entre 2020 y 2024 un total de 8,2 millones de euros para proyectos en esos campos.

Para Héctor Sucilla, director para Ghana de ONUSida, las dificultades que atraviesa este condón son una noticia preocupante porque el preservativo es una “parte fundamental” de la prevención a precio asequible. Ante un panorama de recursos aún más ajustados y donde los esfuerzos con fondos públicos y de cooperación se concentran en colectivos de riesgo y vulnerables, el experto ve en esta iniciativa una fórmula para llegar a gente que sí tiene capacidad de pagar un precio módico, lo cual amplía el espectro de acción, y está concienciada del uso del preservativo para proteger su salud.

Del gran despliegue mediático del bautizo de Ebony en 2022 queda poco. Sus cuentas en redes sociales, vitales en su estrategia de conectar especialmente con las mujeres millenial y de la Generación Z, no se actualizan desde julio pasado. Y aunque aún se ven muchas unidades en los mostradores de supermercados y farmacias, solo tres productos están disponibles en su tienda web. “Solo puedo decir que Ebony seguirá”, afirma Joseph Addo-Yobo, director ejecutivo de la organización, sin detallar si la continuidad del proyecto sin ánimo de lucro pasa o no por subir el precio, como apuntan fuentes del sector. Esas mismas voces creen que la prudencia de la entidad, como en otros casos de afectados por el repliegue de USAID, se debe a la esperanza de que programas como el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA (Pepfar) rescaten en algún momento algunas iniciativas.

La caja negra del condón, que trae tres unidades y viene en cuatro sabores (fresa, menta, chocolate y vainilla), no pasa desapercibida en farmacias y supermercados. El coste de la presentación más económica oscila entre los 5,15 cedis (0,36 euros) del aeropuerto de Kumasi -la segunda ciudad más grande del país- hasta los 8 cedis (55 céntimos) que se han de pagar en un establecimiento del acomodado barrio de East Legon en Acra.

Se trata de una tarifa imbatible si se compara con los 54,34 cedis (3,76 euros) que cuesta el mismo número de preservativos de una de las marcas de referencia en Europa, Durex. O con los 82 cedis (5,67euros) a los que se vende la caja de tres unidades del rey del mercado en EE UU, Trojan. Pero Ebony también arrasa entre otras iniciativas sin ánimo de lucro similares, como Flame (10 cedis), promovida por la entidad a favor de la planificación familiar Marie Stopes (MGI), que fue relanzada en febrero pasado o Fiesta de DKT International (9 cedis). Todo en un país donde, según el Banco Mundial, el PIB per cápita el año pasado ascendió a 2.265 euros, 15 veces inferior al español.

El último informe anual disponible de Estadísticas del mercado social de anticonceptivos, que realiza DKT y recoge los datos de 2022, permite vislumbrar el efecto que estaba teniendo Ebony. En solo dos meses vendió más de 1,8 millones de unidades. En todo el año, Flame llegó a las 171.000 unidades mientras que Fiesta superó los 17 millones. La apuesta del Gobierno estadounidense con Ebony había sido tan grande que, en el año fiscal 2021, USAID justificó el no envío de la remesa de preservativos que mandaba al país de África Occidental precisamente por el lanzamiento de la marca meses después. En 2019, Ghana había recibido 7,5 millones de condones, por un valor de más de 212.000 dólares, según el informe de la agencia de cooperación de EE UU.

Un precio módico, pero no gratis

Aunque el precio de Ebony es clave, no lo es todo. La caja negra del producto, más allá de la referencia al ébano, la valiosa madera, está cruzada por una sugerente línea roja que termina convertida en una pareja en pleno coito. Solo el juego de discernir en qué posición retozan llama la atención en unos estantes donde reina el recato. “A los jóvenes les gustan las marcas y el branding de Ebony es bueno. Es barato pero no gratis, transmite cierta sofisticación”, opina Francis Oko Armah, comunicador social, activista por los derechos sexuales y reproductivos y cofundador de la entidad Youth Kommunity. “Detectamos cierto rechazo a los productos que no tienen una marca o un logo, los perciben como de menos calidad”, agrega por su parte Henrietta Kaakyire Ataah, del equipo de los programas orientados a la juventud de MGI.

Armah, de 33 años, no solo es conocido por sus programas de gestión comunitaria, sino por acudir ataviado con trajes tradicionales que incorporan condones a festivales culturales como Chale Wote, con el fin de promover el sexo seguro. En los talleres, reparte las unidades que le llegan gratis vía el Servicio Nacional de Salud de Ghana —que hace varias licitaciones abiertas al año para fabricarlos— o de otras entidades multilaterales como la de la Agencia de las Naciones Unidas para la salud sexual y reproductiva (UNFPA).

“La gente joven no puede depender de condones gratis para siempre, no es sostenible”, considera Armah. Más allá del simple acceso al producto gratuito, con muchos menos tabúes que antes, el foco de su actividad pedagógica ha cambiado ahora que los padres de los adolescentes y preadolescentes son adultos nacidos en los ochenta y noventa, más abiertos a la información. El énfasis, explica, además de la reflexión sobre el consentimiento y el cuerpo, se ha desplazado ahora a la alfabetización mediática, para luchar contra los bulos. Héctor Sucilla recuerda que entre los jóvenes de entre 15 y 24 años solo el 36% de los hombres y el 37% de las mujeres posee conocimientos integrales sobre métodos de prevención de VIH.

Un ítem en la lista de la desinformación, concuerdan Armah y Ataah, es que el sexo con condón no es tan placentero como puede ser sin protección. La idea es casi tan vieja como la propia industria del preservativo, pero ahora se enfrenta a un nuevo reto: la paulatina llegada de tratamientos de preexposición al VIH (PReP) a jóvenes o de medicamentos que garantizan la supresión viral y por tanto no se transmite la enfermedad. “El uso del condón no se puede aislar de la realidad de los jóvenes. Es importante que entiendan que la necesidad de protegerse en ese momento no es solo un tema del VIH, las ITS [infecciones de transmisión sexual] o los embarazos no deseados. Hay que transmitir que está sobre la mesa no solo lo que se desea en ese momento sino que están en juego sus planes, sus sueños, lo que quieren de sí mismos”, explica Armah.

En la medida que se entiende esa idea, continúa el líder de Youth Kommunity, se le da valor al preservativo. “En un primer momento se llega a los jóvenes mediante el condón gratuito, pero a medida que los empiezan a usar y entienden que hay mucho en juego, se sienten impulsados a comprar los suyos, de acuerdo a su capacidad económica. Y es ahí donde entra Ebony, como una opción atractiva y asequible”, explica. Ataah agrega que abrir las opciones en términos de sabores y texturas, por ejemplo, también ayuda a empoderar a los jóvenes. La media de edad en Ghana, con un total de 35,4 millones de habitantes, es de 21,3 años.

El condón importado desde Tailandia por Total Family Health también abrió otro melón importante: el del lubricante. La marca ofrece, en su presentación plus, tres sobres con 4,3 mililitros de lubricación extra cada uno y eso lo convertía en un producto único en el mercado. Esto eleva el precio del pack a 10 cidis (69 céntimos). Como dato, un bote de 50 mililitros de marcas exportadas puede rondar fácilmente entre los 150 y los 200 cidis (hasta 13 euros). “El lubricante no está tan a la mano como los preservativos y eso es un problema del que se habla poco. Si no se usa un material basado en agua daña el condón. Todo el mundo lo necesita pero es crítico en grupos de riesgo”, explica el activista, en referencia a la comunidad homosexual y de hombres que tienen sexo con hombres, mucho más expuestos al contagio. Y aún más en un país donde las relaciones entre personas del mismo sexo están penadas con tres años de cárcel y, por ejemplo, la ley directamente no concibe que un hombre pueda violar a otro.

Planificación familiar

Pero el acceso al condón no es el único aspecto afectado por los recortes en proyectos de salud reproductiva decretados sorpresivamente por el Gobierno de Donald Trump el pasado enero. Youth Kommunity, la entidad de Armah, también se quedó en un limbo. Jamás llegaron los 30.000 dólares de una ayuda que USAID le concedió justo antes de la orden de congelación, para ser usados en un programa de fomento de la planificación familiar. “Había trabajado tres meses para poder acceder a esa financiación, había sido todo un reto pues somos un grupo pequeño”, explica. El presupuesto de la entidad es de 15.000 dólares anuales.

Es justamente ese enfoque comunitario, muy afectado por el recorte de los recursos de la agencia estadounidense, el que Sucilla cree que no se puede abandonar ahora. El estigma y la discriminación hacia personas con VIH sigue siendo un problema. “En Ghana necesitamos una planificación integral de las necesidades de prevención del VIH y de las infecciones de transmisión sexual en conjunto con las de salud sexual y reproductiva“, afirma. “Debemos reforzar la idea de que los elementos de la prevención son realmente efectivos y se complementan unos con otros. Los avances como la PrEP tienen que ir en conjunto con una oferta amplia de otros elementos, como por ejemplo el uso sistemático del condón, intervenciones para el cambio de comportamiento, y programas para erradicar el estigma”, explica.

¿Por qué no hay un condón ghaniano? Sucilla y Armah coinciden en que si bien no se ha fomentado la industria interna hasta ahora, hay iniciativas para recabar datos y estadísticas sobre consumo y preferencias locales que permitan avanzar hacia la autosuficiencia. Y recuerda que la visión del presidente John Dramani Mahama es ir en esa dirección conforme a la agenda global y regional que ha planteado durante la pasada Cumbre Africana sobre la soberanía sanitaria. “El recorte de ayudas nos ha obligado a todos a pensar en la movilización de recursos internos, especialmente del sector privado, y que piensen en rendimiento demográfico del país”, agrega Armah.

Las mujeres juegan un papel fundamental en ese cambio demográfico. Los datos, además, demuestran que son una población castigada especialmente por la epidemia de VIH. De las 330.000 personas que viven con el virus en Ghana, recuerda Sucilla, 220.000 son de sexo femenino mayores de 15 años. En las nuevas infecciones se mantiene la proporción de 2-1 con respecto a los hombres. De ahí que tengan mucho que decir. Ophelia Klenam Dzidzornu, de 25 años, es una de las protagonistas de Atoua? (¿No te ha pasado a ti?, en Twi), un proyecto audiovisual que busca precisamente recurrir a nuevos formatos para alcanzar a las y los jóvenes y que se lanzó en los cines de un centro comercial de Acra el pasado viernes. “Cuando sea madre quiero que mis hijos se sientan cómodos hablando conmigo sobre la sexualidad. Creo que todo empieza con nombrar con normalidad las partes del cuerpo”, cuenta la artista.

En la serie, que cuenta con el apoyo del Gobierno canadiense y está en redes sociales, ella representa a una joven que, ante el miedo de hablar de un embarazo indeseado, termina muerta. Un caso que cree que lastimosamente sigue pasando en algunas zonas, aunque Klenam Dzidzornu quiere pensar que las cosas están evolucionando. “Las jóvenes ya tenemos más seguridad para ir a una farmacia y comprar preservativos. O de hablar con tu novio sobre usarlo. Eso ha cambiado mucho, aunque quede mucho por hacer”, explica.

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Sobre la firma

Camilo S. Baquero
Reportero de la sección de Nacional, con la política catalana en el punto de mira. Antes de aterrizar en Barcelona había trabajado en diario El Tiempo (Bogotá). Estudió Comunicación Social - Periodismo en la Universidad de Antioquia y es exalumno de la Escuela UAM-EL PAÍS.
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