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Rajend Mesthrie, lingüista sudafricano: “Intentar hacer del mundo un lugar mejor con un sistema monolingüe no funciona”

El experto, que fue un niño indio en la Sudáfrica del apartheid, ha estudiado el lenguaje como herramienta de dominación y de construcción de la diversidad y de la identidad tras el fin de la segregación racial

Rajend Mesthrie
M. Fernanda Lattuada 

Rajend Mesthrie (Ciudad del Cabo, 70 años) creció en una granja de un pueblo llamado Umkomaas, que en zulú significa “lugar de la gran ballena hembra”. Se llama así porque hace 100 años los grandes mamíferos usaban el estuario para parir, pero parece casi un guiño que una aldea de nombre tan evocador sea el hogar de este prestigioso sociolingüista sudafricano.

El experto es, desde su infancia, un apasionado por la mezcla y el origen de idiomas en países como el suyo, donde el lenguaje ha sido visto como una herramienta de dominación y posteriormente de liberación y diversidad. Meshthrie fue un niño indio en la Sudáfrica del apartheid, a la que sus bisabuelos y abuelos fueron llevados por los británicos para trabajar la tierra. “Crecimos entre idiomas indios como el hindi, un poco de inglés y un poco de zulú”, dice Mesthrie, en una entrevista con este diario en Salamanca, en cuya Facultad de Filología impartió recientemente un seminario.

Esa mezcla y el contexto político que le tocó vivir le ha llevado a investigar cómo el idioma se ve influido por la segregación racial y cómo la lengua y los dialectos pueden unir o separar, “contar y cuestionar” la historia y “presionar las estructuras del poder”.

El lingüista sudafricano Rajend Mesthrie, durante la entrevista en la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca, el 5 de junio de 2025.

“El apartheid significaba que los indios solo podían ir a escuelas indias y solo podían enseñarles profesores indios”, dice. Mesthrie caminaba ocho kilómetros cada día para llegar a su escuela, un pequeño centro educativo sin electricidad ni agua corriente destinado únicamente a niños indios. Mientras andaba, repasaba el vocabulario de latín y en ese camino, que hizo durante varios años, se enamoró para siempre de los idiomas. “Los que veníamos de la granja no sabíamos hablar afrikáans, lengua oficial junto con el inglés en esa época. Así que estudiábamos latín”, explica.

El idioma que se elige o el acceso a una lengua son definitivamente una cuestión de poder y no de capacidad

El prestigioso sociolingüista sospecha ahora que mucha gente pensaba en aquel entonces que ese niño pequeño “hablaba mal”, debido a la influencia de varios idiomas.

“Cuando Nelson Mandela sale de la cárcel, el apartheid cae y ya no pudieron controlar lo que hacían los jóvenes”, apunta Mesthrie. Entonces se produjo una “revolución lingüística silenciosa”, que lo llevó a investigar cómo la pronunciación del inglés en jóvenes negros había cambiado en el momento en que pudieron ir a estudiar en escuelas privadas hasta entonces destinadas a personas blancas.

Una cuestión de poder

Sudáfrica tiene más de 10 idiomas oficiales: el inglés y el afrikáans, presentes en la época de la segregación, más nueve idiomas africanos como el xhosa o el zulú y el lenguaje de signos. Las lenguas, insiste el experto, reflejan y reproducen las estructuras de poder, el racismo y las desigualdades. “El idioma que se elige o el acceso a una lengua son definitivamente una cuestión de poder y no de capacidad”, insiste.

Como ejemplo, el experto hace un retrato de su país: “Las personas que hablan inglés como lengua materna representan el 10%, quienes hablan zulú, el 30% y el xhosa un 20%”, detalla. El sistema educativo está cambiando para equilibrar el multilingüismo con la necesidad de un idioma común como el inglés. Al mismo tiempo, las personas negras “han dejado claro que no quieren el afrikáans porque está asociado con el dominio colonial y el apartheid”, puntualiza.

“Es evidente que la educación está dejando de ser dominada por los europeos para ser multicultural. Ese es un cambio que amenaza a las élites y a quienes no han sido educados para amar y defender la cultura africana”, sentencia.

Sin embargo, a menudo los padres de los estudiantes optan por el inglés “por las oportunidades laborales y sociales” que representa. “Eso no debe significar que su propia lengua materna no sea útil”, añade. Él mismo, como docente, incentiva a sus alumnos a trabajar con los idiomas africanos sin abandonar el inglés. En su caso, esta lengua fue la puerta de “entrada” para poder saciar su deseo de investigar.

“En Sudáfrica, los políticos aprendieron que solo puedes tener igualdad si se permite que la diversidad continúe. Intentar hacer del mundo un lugar mejor con un sistema monolingüe no funciona”, afirma.

El lenguaje y la migración

En las últimas décadas, Mesthrie también ha investigado el fanakalo, un pidgin o variedad que surge de la mezcla de lenguas para el uso práctico entre personas de diferentes orígenes lingüísticos, que fue utilizada como “herramienta colonial en las minas de oro y diamantes”. “El nombre ya es una especie de burla. Significaría algo como ‘de esta manera’. Se utiliza para obligar a los empleados a trabajar y se asocia con el trabajo en desigualdad de condiciones. Por ejemplo, hablar a una empleada en fanakalo sin enseñarle inglés es mantenerla en una condición de inferioridad”, explica.

En Sudáfrica, los políticos aprendieron que solo puedes tener igualdad si se permite que la diversidad continúe

Mesthrie también ha estudiado el papel que desempeñan los movimientos migratorios en el multilingüismo y la identidad sudafricana, ya que durante 14 años, impartió clases en la cátedra en Migración, Lenguaje y Cambio Social en la Universidad de Ciudad del Cabo.

El experto asegura que uno de los grandes desafíos de las personas migrantes es cómo mantener la lengua y la cultura de su país y adaptarse a las del país de acogida. Después de varias generaciones, los descendientes de migrantes suelen perder el dominio de su idioma materno, aunque puedan conservar parte del vocabulario. En su caso, como parte de la comunidad india, se siente “orgulloso” de tener una doble identidad, india y sudafricana. “Los más jóvenes ya no hablan el idioma de sus abuelos. Algunas cosas se van perdiendo, pero otras como la música se conservan. Hay quienes pueden recurrir a él al cantar o rezar”, opina.

Mesthrie lamenta que “el mundo avance tan rápido” y la globalización afecte de lleno a la cultura y el lenguaje. “El quid de toda esta globalización es cómo podemos mejorarla culturalmente”, considera.

En su caso, y en el de otros lingüistas sudafricanos, cree que han podido contribuir positivamente. “Hemos desempeñado un papel fundamental a la hora de presionar para que se piense que todas lenguas pueden ser iguales y han sido importantes para la identidad. No podemos dejar que la globalización dirija el espectáculo”, concluye.

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Sobre la firma

M. Fernanda Lattuada 
Es periodista mexicana de la Universidad Jesuita de Guadalajara, ITESO y Premio Jalisco de Periodismo 2019. En México cubrió violencia y derechos humanos. Actualmente cursa el máster de Periodismo UAM - EL PAÍS en la sección Planeta Futuro. 
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