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¿Ser niño o trabajar? 138 millones de menores no tienen opción

Las cifras de trabajo infantil han mejorado desde 2020, pero hay regiones donde los logros son escasos, como el África subsahariana, según un informe de la OIT y Unicef, que advierte de que los recortes en cooperación pueden eclipsar los avances conseguidos

Un adolescente en una mina ilegal de oro en Nsuaem Top, en Ghana, en noviembre de 2018
Beatriz Lecumberri

Hace diez años, la comunidad internacional se comprometió a poner fin al trabajo infantil en todas sus formas en 2025, pero actualmente 138 millones de niños y niñas en todo el mundo están obligados a trabajar, una cifra podría ir en aumento debido a los recortes en cooperación decretados por Estados Unidos y otros donantes occidentales.

Son las conclusiones de un informe conjunto publicado este miércoles por Unicef y la Organización Internacional de Trabajo (OIT) que se realiza cada cuatro años. “Estas cifras nos siguen mostrando un panorama desolador de trabajo y de explotación. La pobreza hace que familias vulnerables empujen a sus hijos al mercado laboral por pura supervivencia. Y el contexto actual de recortes en la ayuda al desarrollo genera una gran preocupación”, dice a este periódico Rocío Vicente, especialista de programas internacionales en Unicef-España.

Desde enero, cuando Donald Trump volvió a la Casa Blanca, USAID, la agencia de cooperación de Estados Unidos, responsable de más del 40% del volumen mundial de ayuda al desarrollo, se ha prácticamente desmantelado. A eso se suman recortes en solidaridad en otros países, como Alemania o Reino Unido. Si disminuyen los fondos internacionales destinados a fomentar la educación, garantizar la protección social y reducir la el hambre en el mundo, inevitablemente habrá familias vulnerables que se vean obligadas a enviar a alguno de sus hijos a trabajar.

“Los recortes en la financiación mundial amenazan con hacer retroceder los logros conseguidos con tanto esfuerzo. Debemos volver a comprometernos con que los niños estén en las aulas y en los patios de recreo, y no trabajando”, pide en este informe la directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russell.

En el estudio, publicado un día antes del Día Mundial contra el Trabajo Infantil que se celebra cada 12 de junio, se reconocen progresos: el número global de pequeños de entre cinco y 17 años obligados a trabajar se ha reducido en 22 millones desde 2020.

La pobreza hace que familias vulnerables empujen a sus hijos al mercado laboral por pura supervivencia. Y el contexto actual de recortes en la ayuda al desarrollo genera una gran preocupación
Rocío Vicente, Unicef

“Tras un preocupante aumento del trabajo infantil en las estimaciones mundiales de 2020, el temido empeoramiento tras la pandemia de covid no se ha hecho realidad y el mundo ha conseguido volver al camino del progreso”, celebran los autores del estudio.

Desde 2020 y por regiones, en Asia y el Pacífico, la cifra de niños que trabajan se redujo de 49 millones a 28 millones. En América Latina y el Caribe, el número de personas entre 5 y 17 años que trabajan pasó de 8,2 millones a 7,3 millones en el mismo periodo de tiempo.

54 millones de niños realizan trabajos peligrosos

La situación es más preocupante en el África subsahariana, donde hay 87 millones de niños y niñas que se ven obligados a trabajar. La cantidad no ha variado en los últimos cuatro años, porque la población ha aumentado significativamente, aunque sí se ha reducido ligeramente en términos porcentuales (del 23,9% al 21,5%).

“En África, el peso de la agricultura de subsistencia es muy fuerte y además es un sector poco regulado. A menudo, la familia entera, castigada por la pobreza, debe colaborar en las tareas. Por eso el número de niños, sobre todo de menos de 11 años, que trabaja, no se ha reducido”, dice Vicente.

El informe calcula que del total de niños que se ven obligados a trabajar, 54 millones realizan labores peligrosas, que ponen en riesgo su salud, seguridad y desarrollo: desde una mina en África a las opacas fábricas textiles de Asia. Un 61% de los menores que trabajan lo hacen en el sector agrícola, un 27% en los servicios, como el trabajo doméstico o los mercados, y un 13% en las industrias.

En este drama que castiga a la infancia hay también una importante cuestión de género. Los niños tienen más probabilidades que las niñas de verse inmersos en el mundo del trabajo a cualquier edad, pero cuando se incluyen las tareas domésticas no remuneradas de 21 horas o más a la semana, la brecha de género se invierte, y son las niñas las que se ven rápidamente explotadas.

“Esto tiene que ver con las estructuras patriarcales que hacen que en algunos países las niñas y adolescentes estén en este rol de cuidadoras, que se casen a edades tempranas y trabajen desde muy jóvenes asumiendo cargas y responsabilidades que no son propias de su edad. Son perfiles muy vulnerables e invisibilizados, que además de explotación, sufren violencia”, estima Vicente.

Según Gilbert F. Houngbo, director general de la OIT, “el progreso es posible” y las cifras lo demuestran. En el año 2000 había 245 millones de niños y niñas en todo el mundo forzados a trabajar. La buena noticia es que 25 años después hay 107 millones de niños menos en esta situación, a pesar de que la población infantil aumentó en 230 millones en el mismo periodo.

“Los padres deben recibir apoyo y tener acceso a un trabajo decente que les permita que sus hijos estén en la escuela y no vendiendo cosas en los mercados o trabajando en las granjas familiares para ayudar a mantener a su familia”, pidió Houngbo en la presentación de este informe.

Los padres deben recibir apoyo y tener acceso a un trabajo decente que les permita que sus hijos estén en la escuela y no vendiendo cosas en los mercados o trabajando en las granjas
Gilbert F. Houngbo, OIT

Acelerar, prevenir, proteger

El estudio de la OIT y Unicef calcula que para acabar con el trabajo infantil en los próximos cinco años, los progresos deberían producirse a un ritmo 11 veces superior. Especial preocupación despierta la franja de edad de entre cinco y 11 años, donde los avances han sido más lentos en estos años. En cifras, en el año 2000 había 91 millones de niños y niñas de esta edad en situación de trabajo infantil y ahora son 78 millones.

“Perdemos a los niños a edades muy tempranas”, resume Vicente. La experta de Unicef estima que hay pequeños que empiezan ayudando a sus familias en plantaciones de cacao o algodón algunas horas por día y que, poco a poco, entran en ese engranaje, van abandonando la escuela sin que nadie sea capaz de poner remedio, y después “es muy difícil que vuelvan a reengancharse”.

“Son niños que probablemente no puedan salir de este círculo y terminarán trabajando en condiciones muy precarias, quizás en el sector informal, y con riesgo de ser explotados. Nuestro foco tiene que ser la prevención”, agrega.

En la práctica, ¿cómo se protege más y mejor a los niños? “Identificando a los pequeños en situación de riesgo, y también “proporcionando un acceso universal a la educación”, especialmente en zonas en crisis, responde el informe.

Además, se insta a los gobiernos a invertir en protección social en los hogares vulnerables, por ejemplo, con prestaciones universales por hijo, para que las familias no se vean obligadas a recurrir al trabajo infantil. Por último, también se subraya la importancia de reforzar las leyes y la responsabilidad empresarial para acabar con la explotación. “Tenemos que tipificar qué es un trabajo peligroso, tiene que haber más inspecciones para evitar los delitos contra los menores”, cita Vicente.

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Sobre la firma

Beatriz Lecumberri
Periodista especializada en información internacional. Ha sido corresponsal en Jerusalén, Caracas, Río de Janeiro y París y ha trabajado en la agencia France-Presse (AFP). Es autora del libro 'La revolución sentimental', sobre Venezuela, y codirectora del documental 'Condenadas en Gaza'. Actualmente, trabaja en la sección Planeta Futuro de EL PAÍS.
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