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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Segunda oportunidad para Kosovo

La repetición de las elecciones vuelve a dejar al nacionalismo kosovar sin mayoría absoluta

La parálisis política en la que encuentra Kosovo desde hace casi un año no parece que vaya a tener solución tras las elecciones parlamentarias celebradas este domingo y en las que el partido nacionalista Autodeterminación vuelve a obtener una mayoría parlamentaria insuficiente para formar gobierno. No es solo una cuestión local: tiene repercusiones en toda la región balcánica —que Rusia ha considerado históricamente una de sus áreas de interés en un momento especialmente complicado para Europa. La enquistada crisis de gobernabilidad kosovar ha lastrado las relaciones de Pristina con EE UU y la Unión Europea. Kosovo proclamó unilateralmente su independencia de Serbia en 2008, pero entre los países de la UE no lo reconocen como Estado sEspaña, Rumanía, Grecia, Eslovaquia y Chipre.

Para tratar de salir del punto muerto se celebraron el domingo las segundas elecciones legislativas en lo que va de año. Los resultados han dado la victoria al primer ministro en funciones de Kosovo, Albin Kurti y su partido, Autodeterminación, con el 49% de los votos, seguido del opositor Partido Democrático de Kosovo con el 21% y la Liga Democrática de Kosovo con casi el 14%. Aunque mejora sus resultados de febrero, Kurti sigue necesitando unos apoyos que no ha sido capaz de lograr en diez meses. La incertidumbre, unas de las peores variables en política, continúa.

Con todo, la verdadera inquietud no viene de la aritmética parlamentaria ni de la repetición electoral, algo normal en cualquier democracia, sino de la deriva represora que ha adoptado la administración nacionalista hacia la minoría serbia. Se trata de una variable explosiva en el complicadísimo proceso de normalización de relaciones con Serbia y que genera honda preocupación en Bruselas, que en 2023 impuso sanciones a Kosovo, entre ellas, la congelación de fondos. Por un lado, el respeto a las minorías es una línea roja innegociable para la UE. Por otro, el entendimiento con Belgrado resulta fundamental no solo para encarrilar el proceso de integración de ambos territorios en la Unión, sino también para mitigar la influencia rusa en la zona en un momento de declarada hostilidad de Putin hacia el proyecto europeo.

Acierta pues Bruselas al exigir al Ejecutivo nacionalista que cumpla el compromiso de dar autonomía a los municipios serbios y al vincular la ayuda de 6.000 millones del Plan de Crecimiento de la UE para los Balcanes Occidentales a ese cumplimiento. El entendimiento entre Serbia y Kosovo es ciertamente complicado. Kosovo se separó de facto de Belgrado en 1999 a raíz de la intervención de la OTAN contra el régimen de Milosevic. Sin embargo, el acuerdo el clave para el futuro de Europa no solo porque supondría la pacificación de los Balcanes sino porque permitiría la integración definitiva de esa región en la Unión. El nacionalismo kosovar debe entender que Bruselas no aceptará la entrada de Kosovo en la UE a cualquier precio.

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