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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Récord de denuncias de violencia sexual

El aumento de las agresiones registradas en los últimos años revela la magnitud y persistencia del machismo estructural

Cada día del año pasado, 53 mujeres denunciaron en España que habían sufrido un delito sexual. Más de dos cada hora. El último informe de Interior sobre los delitos contra la libertad sexual constata con números cómo, pese a los incuestionables avances como sociedad en los últimos tiempos, seguimos padeciendo un nivel intolerable de violencia machista que obliga a reexaminar y reforzar en lo que sea preciso todas las políticas destinadas a erradicarla. Desde que Interior comenzó en 2018 a elaborar este balance anual, el número de hechos conocidos y de víctimas que los reportan, en su inmensa mayoría mujeres, no ha dejado de crecer, con la sola excepción de 2020 por la pandemia, hasta totalizar más de 22.800 en 2024, casi un 66% más que al inicio de la serie. En los nueve primeros meses de este año, ya superan los 16.600: sesenta delitos sexuales denunciados cada día.

Son solo los hechos conocidos, pues, pese a la mayor conciencia de las víctimas sobre la necesidad de denunciar, sigue existiendo una enorme bolsa oculta. No está cuantificada, pero puede dar idea de su magnitud el hecho de que 4,7 millones de mujeres residentes en España mayores de 15 años han sufrido violencia sexual en algún momento de su vida, según la macroencuesta que Igualdad publicó a comienzos de este mes.

Esa tendencia al alza de la violencia sexual registrada por Interior refleja con crudeza cómo la violencia machista sigue enquistada en la sociedad, y las medidas para eliminarlas no resultan del todo eficaces. Ese carácter estructural exige probablemente políticas más audaces y orientadas a la prevención. Es particularmente preocupante el dato de que casi 9.400 víctimas eran menores de edad de ambos sexos (el 41% del total). Y de los casi 14.400 detenidos e investigados, 1.200, en su inmensa mayoría varones, eran también menores. Nadie puede poner en duda que es necesaria una educación sexual y afectiva que incida en el conocimiento del propio cuerpo y el respeto al del otro, así como en el fomento de una idea de masculinidad basada en la plena igualdad.

La violencia sexual supone una vulneración de los derechos humanos. Conseguir que desaparezca precisará cambios sociales y culturales profundos que llevarán tiempo, comenzando por un replanteamiento general de la identidad masculina. Pero las políticas públicas de hoy mismo, junto a prestar todo el apoyo preciso a las víctimas, deben contrarrestar los mecanismos que consolidan ese machismo orgánico que, pese todo lo que el feminismo ha logrado en las últimas décadas, está viviendo una época de justificación negacionista.

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