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Red de Redes
Columna
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Amor, inversiones y esclavitud: el círculo del fraude digital

La industria de la manipulación amorosa supone a estas alturas un enorme negocio global

Carmela Ríos

Ya es posible recorrer redes sociales como Facebook o X de punta a punta sin encontrarse con una sola verdad. La inteligencia artificial ha tomado posesión de los dominios y, utilizada de la peor forma posible, ha convertido los epicentros de la conexión global en un campo de minas de falsedad que resulta cada vez más difícil no pisar. Catherine tropezó con una de estas minas a principios de 2024 y aún se recupera de los estropicios. Como relata el diario Le Monde esta parisina de 44 años, que usa un nombre ficticio, se casó por lo civil y a distancia con un militar ucranio con el que intercambió mensajes de vídeo durante meses. Desde el frente de guerra, el soldado pidió a Catherine ayuda para sufragar gastos como un chaleco antibalas o una operación quirúrgica. Más de 17.000 euros salieron de su cuenta bancaria antes de que supiera que el hombre que le hablaba amorosamente en aquellos vídeos había sido generado con inteligencia artificial a partir de una foto de un ciudadano bielorruso. El dinero y los sentimientos de Catherine no volaban al corazón de Europa sino a Nigeria, país que alberga una de las multinacionales de las denominadas “estafas del amor”, cuyos métodos, cada vez más sofisticados, y ámbitos de actuación no dejan de multiplicarse.

Mientras usted decide si es lo bastante espabilado para no caer como Catherine en la trampa de un vídeo de un humano generado con maestría con inteligencia artificial, Interpol trata de contener el enorme negocio global que supone a estas alturas la industria de la manipulación amorosa, conocida en el argot técnico como “cebar al cerdo”, es decir, alimentar con mensajes persuasivos a la víctima hasta obtener su confianza, la materia prima de la estafa. Hay que engordar la ilusión antes de sacrificarla. De todo esto sabe mucho el nigeriano Ikechukwu Ndubuisi, líder de una de las redes africanas de estafas románticas con miles de víctimas en el mundo. Como informó Interpol desde su cuenta de X, Ndubuisi fue detenido en el aeropuerto argentino de Ezeiza en virtud del procedimiento “alerta plateada”, una calificación recientemente creada por la agencia internacional que designa como prioridad seguir el rastro y localizar el dinero robado y escondido en pasarelas de criptomonedas y circuitos opacos.

Las estafas amorosas no dejan de crecer y ya figuran entre las más lesivas por importe, especialmente entre las personas mayores, si bien el crecimiento más rápido y el mayor volumen global de ingresos lo concentran actualmente las estafas de inversión, cuyos anuncios vemos ahora en todas las plataformas. Ambos fraudes, el sentimental y el financiero, ya no se distinguen. Las nuevas estafas mezclan la seducción y las criptomonedas como herramientas. Primero generan el vínculo de confianza y luego la inversión. El resultado es devastador para las víctimas que sufren una doble humillación: emocional y económica. Otro sórdido engaño, menos conocido, soporta el peso de esta rentable industria. Hay que situarse en lugares como Camboya, Myanmar o Laos donde las redes criminales seducen a jóvenes con la promesa de empleos en el sector tecnológico y bien remunerados. Cuando son trasladados a las fábricas del fraude, la realidad es otra: trabajos forzados, torturas físicas y privación de libertad. Las cadenas de montaje de las estafas románticas e inversiones financieras necesitan nuevos esclavos.

La explotación laboral se esconde detrás del aluvión de publicidad con inversiones fraudulentas que las redes sociales colocan en nuestros móviles. Un informe interno de Meta citado por Reuters revela que la compañía consiguió en 2024 el 10% de sus ingresos gracias a estos anuncios “de alto riesgo”. Se diría que la tecnología no sólo facilita el fraude, sino que las plataformas parecen rentabilizarlo sin poner mucha convicción en acabar con este círculo vicioso.

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Sobre la firma

Carmela Ríos
Periodista experta en redes sociales y desinformación. Tras 20 años en informativos de televisión, 10 en París y un flechazo con Twitter, explora la interacción entre las redes sociales, el periodismo, la comunicación y el poder. Enseña a otros periodistas a adaptar sus herramientas de trabajo al desafío de la desinformación.
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