Las obsesiones
A la política le viene bien saber vestirse para no quedar desnuda ante el enemigo

Es tan importante saber vestirse como saber desnudarse. La palabra autarquía, que alude a la independencia de una persona o un Estado, nos ayuda a entender también el peligro de los mundos cerrados y las obsesiones. Una persona autosuficiente puede convertirse en una pulsión atrapada en sí misma, un corazón maniático que somete el conocimiento de la realidad a sus propias obsesiones. Los domicilios y las calles derivan en círculos viciosos. Cualquiera que haya padecido un rencor o una pasión desenfrenada puede entender que las obsesiones no sólo hacen difícil la convivencia, sino que nos impiden ser dueños de nosotros mismos. Un buen ejemplo lo encontramos en la crispación de la política española, definida por la obsesión que padece el PP, empeñado en criticar, subestimar y ofender al Gobierno hasta el punto de olvidarse de sus propios intereses. Esta obsesión resulta dañina para la democracia y los intereses de España. La autarquía obsesiva convierte la política en un mercado negro, en el que se olvida que muchos de los asuntos que caracterizan nuestra realidad no son un problema español, sino una triste dinámica internacional que está poniendo en peligro los valores de la democracia. Da miedo que la obsesión antigubernamental del PP facilite un pacto con la extrema derecha europea para negar la contaminación, las danas y los peligros del cambio climático.
Hay que pensar lo que se dice y lo que se hace. Y tampoco se trata de arriesgarnos a los peligros de la verdad. No es conveniente defender a los migrantes con el argumento desvergonzado de que necesitamos nuevas formas de esclavitud. A la política le viene bien saber vestirse para no quedar desnuda ante el enemigo. Los excesos impudorosos y las obsesiones acaban por convertirse en bombas de relojería. Al desconocer en España el peligro de la extrema derecha mundial, el PP está comprometiendo su propio destino democrático.
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