No hay conspiraciones ni planes perfectos, solo martillos y escaleras
Necesitamos un ‘índice Mortadelo’ para contrastar la verosimilitud de cualquier teoría

Me encantan las películas de robos, con esos planes enrevesadísimos para los que hacen falta expertos hiperespecializados: alarmas, explosivos, un ingeniero de minas para el túnel… Pero la realidad suele ser mucho más simple y, a veces, más divertida.
Tenemos dos robos recientes, o un robo y medio, que son buenos ejemplos. El primero, claro, es el del Louvre. A los ladrones les bastó con una camioneta con escalera mecanizada y unos martillos. Ni siquiera esperaron a que se hiciera de noche (quizás habían quedado a cenar). No creo que podamos hablar ni de la existencia de un “plan”: les bastó con darse prisa y con que diera la impresión de que estaban trabajando. Como escribía en Bluesky el profesor de psicología Fernando Blanco, “si entra en el aula un tío vestido con chaleco reflectante, saluda y se lía a porrazos con la ventana, con la papelera... A todo el mundo le parecerá raro, pero nadie cuestionará nada”. Tiene sentido: cuando vemos una de estas grúas por la calle, pensamos en una mudanza y no en un robo, aunque solo sea porque las mudanzas son mucho más frecuentes.
El segundo robo, el medio robo, es aún mejor: días buscando un picasso y resulta que se lo habían olvidado los transportistas en un portal y una vecina lo guardó justamente para que no lo robaran. En cuanto se supo qué había pasado, los comentarios en redes se regodeaban en una historia que para muchos era pura España (o puro Aquí no hay quien viva). A mí me parece universal, porque a casi nadie le gusta trabajar y casi todos queremos una vecina así.
Viendo lo del robo del Louvre me acuerdo de una cosa que digo siempre en mi clase de persuasión: Si entra en el aula un tío vestido con chaleco reflectante, saluda y se lía a porrazos con la ventana, con la papelera... A todo el mundo le parecerá raro pero nadie cuestionará nada.
— Fernando Blanco 🦋 🏳️🌈 🏳️⚧️ (@fernandoblancopsy.com) 20 de octubre de 2025, 8:04
What a time to be Spain. https://t.co/ahQoeWkY9Z
— Siberet (@SiberetSiberet) October 24, 2025
He visto suficientes pelis de sobremesa como para saber que esa vecina despistada y alocada terminará enamorándose del malhumorado y huraño restaurador del cuadro - "Picasso, mi amor" (You stole my heart), sábado a las 16h en Antena3 https://t.co/HHqv1lNE9g
— Peli de Tarde (@PeliDeTarde) October 25, 2025
Sé que son solo dos anécdotas, pero también son una muestra de que es más fácil que el mundo esté regido por la casualidad y la chapuza que (por ejemplo) por una sociedad secreta que lo controla todo. Podríamos hablar de una escala Mortadelo para contrastar la verosimilitud de una teoría: la realidad se parece más a los tebeos de Ibáñez, que al fin y al cabo son caricatura, que a las películas de Misión imposible, también obras maestras, pero pura fantasía.
No es que los planes rocambolescos y las conspiraciones no existan, lo que ocurre es que se parecen más al robo del Louvre que a los atracos de la saga de Ocean’s Eleven, más a Atraco a las tres que a Atraco perfecto. El ejemplo clásico es el Watergate: unos inútiles instalan micros en un hotel y los acaban pillando en cuestión de días. Como a dos de los sospechosos de haber entrado en el Louvre. O, más recientemente, como a los inquilinos de nuestro hotel Watergate, el Parador de Teruel. Me refiero al caso de Santos Cerdán, Koldo García y José Luis Ábalos, que tiene un tono tan cutre, casposo y anticuado que los sobres podrían llevar pesetas en lugar de euros y a nadie le extrañaría.
Aun así, no es raro que nos dejemos llevar por el entusiasmo peliculero. Es habitual oír teorías alambicadas que no encajan con la realidad. A menudo de forma interesada, como ocurre con Federico Trillo, exministro de Defensa, que aún habla de una supuesta autoría intelectual desconocida del 11-M. Pero no hace falta estar tan desorientado como él: es fácil que nos dejemos llevar por historias sobre cortinas de humo y planes complejos para controlar el relato o para ocultar verdades que harían tambalear los cimientos del Estado. En realidad, todo suele ser más básico y chapucero. Nos dirige gente como Mazón, que prefiere alargar una sobremesa —por decirlo suavemente— a hacer su trabajo y que encima se hace el ofendido cuando se lo recriminan.
Los planes, si existen, no son elaborados: se hacen a martillazos. Pensemos en Donald Trump: lleva años dejando claro lo que iba a hacer. Los libros sobre su primer mandato, como The Divider, ya advertían de todo lo que ocurriría en el segundo. Elon Musk tampoco se ocultó cuando puso X al servicio de la ultraderecha. Y por si quedan dudas, siempre hay un Koldo que se graba a sí mismo. Total, que todo lo que nos pasa es culpa de unos cuantos tipos con una escalera y un martillo. Y nos estamos dejando robar a plena luz del día.
One year ago
— Max Weiss (@maxthegirl.bsky.social) 27 de octubre de 2025, 13:22
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