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Red de redes
Columna
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Una sociedad hiperconectada, pero muy sola

La compañía a través de la tecnología no es suficiente para acabar con la soledad, se necesita contacto humano

José Nicolás

¿Alguien se acuerda de la pandemia? ¿Alguien recuerda las videollamadas, el frío contacto telemático que nos vimos obligados a tener con nuestros amigos y familiares? ¿Ese “quiero abrazarte, pero hay una pantalla en medio”? Pues aún hoy, ya sin restricciones, aunque con el coronavirus dando guerra en algunos cuerpos, hay personas que siguen comunicándose con sus seres queridos exclusivamente a través del teléfono o de las plataformas sociales. Según las conclusiones del barómetro sobre soledad no deseada del pasado año, uno de cada cinco ciudadanos en España se siente solo. Y la interacción digital que impulsamos en la pandemia no sustituye el contacto humano directo: el estudio refleja que la soledad se duplica entre quienes se comunican por redes sociales frente a quienes lo hacen en persona.

La mayoría de los ciudadanos que atraviesan esta situación lleva así más de dos años. Años sin el contacto que desean con sus familiares, amigos o conocidos. Sin sentirse acompañados. Antonio Famoso era una de estas personas en situación de soledad extrema. Llevaba muerto 12 años en su casa de Valencia cuando, debido a unas malolientes goteras que cayeron en el dormitorio de sus vecinos de abajo, hallaron su cadáver “en avanzada fase de descomposición”. Estaba vestido, en su cama, rodeado de palomas muertas e insectos.

La periodista Elena Reina relató que su último registro de vida lo tiene el administrador de la comunidad de vecinos, que guarda el acta de la junta de propietarios de enero de 2013, donde se indica que acudió a la reunión. Nadie más supo de él después, nadie. No se interesaron por Antonio sus dos hijos, con quienes los vecinos decían que no tenía buena relación. A estos tampoco les extrañó no cruzarse con él en el rellano. Y parece que no tenía amigos que lo echaran de menos o que intentaran ir a verle a casa.

Hoy Antonio tendría 86 años. Su caso entra en el 20% de los ciudadanos mayores de 75 que se sienten solos. Sin embargo, según el estudio de la Fundación ONCE y AXA, no es la franja de edad donde más soledad se percibe: son los jóvenes, paradójicamente los más conectados, quienes más la sufren. “Estoy rodeado de gente, pero me siento solo”, contaba Pablo R. Coca (@occimorons) que le decían durante una charla en un instituto. Conforme avanza la edad adulta, la ciudadanía comienza a sentirse acompañada y la sensación de soledad se reduce. Sin embargo, algo pasa a partir de los 65, y puede que esté relacionado con lo anterior: cuando uno se siente solo siendo joven, se apoya en sus padres; pero al encontrar una red de amistad o crear una familia propia, a veces deja de lado a sus progenitores —que ya rondan los 65 o 70—.

La historia de Antonio Famoso, que causó estupor en la sociedad, solo es el último caso mediático del drama de la soledad. Una situación que es complicado resolver debido a la gran variedad de factores que la provocan. En general, sin tener en cuenta la edad, el barómetro dice que la soledad viene causada por la cantidad y la calidad de las relaciones familiares y de amistad, por la ausencia de empleo, por el entorno rural o urbano, por la orientación sexual, por tener algún tipo de discapacidad, enfermedad o un problema de salud mental…

Y aunque lo podamos pensar, la soledad no se combate con la tecnología, o no solo. Estar conectados a través de las redes sociales viendo las fotos y vídeos que publican nuestros familiares o amigos o intercambiando algún mensaje puede servir para sentirnos algo más acompañados, pero lo que hace que uno se sienta menos solo de verdad es el contacto humano: preguntar a nuestros allegados qué tal están, interesarnos por su estado, acompañarles, pasar un tiempo junto a ellos... eso vale mucho más que un whatsapp o una videollamada.

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Sobre la firma

José Nicolás
Es redactor en la sección España. Previamente, estuvo ocho años en Opinión, donde colabora con la columna 'Red de redes'. Es graduado en Periodismo por la Complutense y máster en Periodismo de Datos y Nuevas Narrativas en la Universitat Oberta de Catalunya. Antes de su llegada a EL PAÍS en 2017 trabajó en Onda Regional de Murcia y Cadena SER.
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