Adiós al límite de 1,5 grados centígrados
Es urgente pensar en cómo detener el empeño de Estados Unidos en destruir el planeta en nombre de las grandes petroleras


Es muy importante que lo entiendan. Donald Trump no es solo un hombre perverso con un enorme poder atómico de destrucción a un botón de distancia. Sus acciones muestran que está dispuesto a acelerar el calentamiento global, el mismo que provocó las inundaciones de Valencia en 2024 y los devastadores incendios en España y Portugal este verano. Estados Unidos ha sido históricamente el mayor emisor de los gases que calientan el planeta y ahora es el segundo, solo superado por China. Pero China, con todas las salvedades que se pueden y se deben hacer, avanza hacia una transición energética mientras Trump ha abandonado las negociaciones mundiales sobre el clima, boicotea la COP30, que se celebrará en Belém en noviembre, combate las energías renovables e invierte en la producción de combustibles fósiles. Y más: el consejero delegado de Estados Unidos utiliza los aranceles como arma para presionar a otros países a reducir las inversiones en la transición energética y consumir más petróleo, carbón y gas, responsables de más del 75% de las emisiones de los gases que producen nuestra extinción.
Un estudio publicado en la revista Nature el pasado 10 de septiembre reveló que las emisiones de gases de efecto invernadero de las grandes petroleras y cementeras contribuyeron directamente a al menos 213 olas de calor extremo que causaron muertes y destrucción en todo el mundo entre 2000 y 2023. Sin la contaminación de las 180 carbon majors, gran parte de estos fenómenos serían menos intensos o incluso resultaría “prácticamente” imposible que se produjeran. Estamos hablando, por ejemplo, de las estadounidenses ExxonMobil —que por sí sola causó 51 olas de calor— y Chevron. Pero la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos anunció un plan para poner fin al programa de control de las emisiones de gases de efecto invernadero de las centrales eléctricas, las instalaciones industriales, las refinerías de petróleo y otros contaminadores. Para la EPA de Donald Trump, es solo “burocracia inútil”.
Se pueden plantear muchas hipótesis sobre por qué Trump cree que se puede matar a una parte de la población mundial, además de extinguir especies y comprometer el futuro de los niños. Pero lo más urgente es pensar cómo vamos a detenerlo, lo cual no pasa por un solo país, sino por intentar crear soluciones en el multilateralismo, que Trump se empeña en sepultar.
No tenemos tiempo que perder, porque ya hemos perdido mucho. Hemos perdido el límite de 1,5 grados centígrados, y eso no es un hecho trivial. En la Cumbre del Clima de París, en 2015, los países acordaron que el aumento de 1,5 grados centígrados sobre la temperatura media de la Tierra antes de la Revolución Industrial sería el límite que no podría superarse para que la especie humana pudiera vivir con cierta calidad. El límite lo determinó la mejor ciencia, la misma que ahora alerta de que detener el calentamiento global en 1,5 grados es muy improbable. No es totalmente improbable sólo porque la ciencia siempre da cabida a acontecimientos inesperados.
Ahora se apuesta por lo que los científicos llaman overshoot, que significa que, tras rebasar los 1,5 grados, se podría volver a los 1,5 grados. La cuestión es que, cuando se mueve algo, hay una serie de variables que también se mueven. Piensen en una persona que fumó durante 20 años, lo dejó y ahora lleva otros 20 sin fumar. Las consecuencias de haber fumado durante 20 años en su cuerpo seguirán ahí, algunas más visibles, otras menos, actuando e interactuando con otras condiciones y circunstancias. No se descarta que esta persona hipotética contraiga cáncer de pulmón principalmente por haber sido fumadora, aunque haya dejado de fumar. Como en un cuerpo humano sometido a contaminaciones y agresiones de todo tipo, en el planeta actúan en este momento innumerables variables, algunas conocidas por la ciencia, otras probablemente no.
Nuestra mejor oportunidad ahora es dejar de fumar de inmediato o cuanto antes, lo que en esta analogía significa dejar de producir y utilizar combustibles fósiles y dejar de deforestar los biomas que aún resisten, como la Amazonia, que se han destruido principalmente para producir minerales, carne de vacuno y monocultivos de soja. Ninguna de las acciones de emergencia se está llevando a cabo en el momento de la emergencia, como sabemos. Al contrario.
Si no obligamos a los gobiernos, a los parlamentos y a los organismos multilaterales de poder que aún quedan a actuar con valentía y urgencia, vamos a perder incluso la oportunidad de tener una vida mala. En la analogía anterior sería: están fumando cada vez más cigarrillos con nuestros pulmones ya comprometidos. No hay una tercera vía: la humanidad debe luchar para detener a Trump en todos los frentes posibles o la palabra “irreversible” se convertirá en nuestro destino.
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