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Cartas al Director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La revolución feminista nos necesita (y aún no llegamos)

Los lectores escriben sobre el compromiso de los hombres en la lucha por la igualdad, el impacto de las redes sociales, y la normalización de lujos entre personas con menor poder adquisitivo

Un adolescente en Madrid durante el pasado 8M de 2019.

Soy un hombre, pero (casi) siempre somos los hombres. Corrupción, consumidores de prostitución y de pornografía, asesinatos, peleas físicas, insultos violentos y discriminatorios en eventos deportivos. Podría seguir, pero mi intención es otra. Quiero decir que soy un hombre, y que me avergüenzo de que, mayoritariamente, seamos los protagonistas de todo lo peor de nuestra sociedad. Y sí, nos quiero señalar, para que abramos los ojos y miremos a nuestro alrededor y seamos honestos: ¿nunca has sido partícipe de una situación parecida a las citadas? Si no, ¿no conoces a algún hombre cercano que sí? Y ahora, reflexiona: ¿cuántas mujeres, en tu entorno, han hecho algo parecido? No sé si es la educación recibida, la arraigada necesidad de demostrar la “hombría”, la testosterona, o qué; pero aunque no entendamos las razones que nos conducen a comportarnos así, lo que sí tengo claro es que debemos abrazar al feminismo como única solución. No queda otra salida, no hay más opciones ni habrá más oportunidades: es el momento de que quienes no quieran ser feministas sean los que se sientan excluidos de nuestra sociedad.

Ángel José García Rodríguez. San Fernando (Cádiz)

Distopía en el móvil

En España, pasamos de media casi cinco horas al día en el móvil. En mi caso, por trabajo, probablemente supero esa cifra. Y no es ese exceso lo que me asombra. Me parece desgarrador y sádico que mi algoritmo me muestre, en cuestión de segundos, un reel de Plex contando su outfit de 9.000 euros, y al siguiente, miles de personas abarrotadas pidiendo sopa para sobrevivir las próximas 24 horas en Gaza. La distopía ha llegado a mi móvil. Si existía algún plan macabro, lo han logrado. Han hackeado nuestras emociones a tal punto que podemos consumir nuestros propios picos hormonales en ciclos de 20 segundos, y no pasa absolutamente nada. La anestesia total es un hecho: parece que emerge en mí un conato de revolución al ver el sufrimiento y la desolación de un pueblo entero, pero se apaga al instante con el siguiente meme de un perrito, qué mono. Es un secuestro de nuestra atención y de nuestra empatía, un experimento a gran escala sobre la capacidad humana de procesar la contradicción sin colapsar. Y lo más aterrador es que, por ahora, el experimento parece estar funcionando a la perfección.

Ana García Mazuecos. Fuengirola (Valencia)

Consumismo engañoso

Esta semana un compañero me dijo que se fue a cenar con su novia y se gastó 400 euros. Últimamente pienso en que hábitos reservados hace años a gente acomodada (cenar en un estrella Michelin, viajar en avión...) ahora parecen un derecho de consumo. No creo en el argumento de los jóvenes no saben ahorrar como hacían sus padres, pero me sorprende que mientras menos capacidad adquisitiva tenemos, y sin poder plantearnos siquiera comprar una casa, aun siendo todos conscientes de ello, se nos hayan conseguido colar como victorias sociales el poder irnos a cenar a un estrella Michelin. Me parece que nos han tomado el pelo, y la satisfacción del “y por qué no voy a hacer esto como hacen los demás” nos hace olvidar que tenemos las cosas bastante cuesta arriba.

Juan de Beas Álvarez. Madrid

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